CRÍTICA / EN PORTADA
El corazón de las ficciones
Cristina Fernández Cubas sigue fiel a su mundo narrativo en 'La habitación de Nona'
Han pasado casi diez años desde su anterior libro de cuentos, Parientes pobres del diablo (2006), pero los lectores de Cristina Fernández Cubas (Arenys de Mar, 1945) enseguida comprobarán que la autora sigue fiel a su mundo narrativo. Además de por el título (cómo no acordarse de su debut en 1980 con Mi hermana Elba), en La habitación de Nona uno encuentra un aire de familia: narradoras femeninas, muchas veces en el final de la infancia o en el inicio de un despertar al mundo, un mundo cercano y de “cámara” (es decir, de habitaciones y de pocos personajes familiares) y un estilo tan luminoso que destaca, por contraste, el motor de la escritura de Fernández Cubas, su aproximación a lo siniestro. En sus relatos, y singularmente en este libro (una perfecta introducción a su obra), acompañamos a los personajes en una labor casi detectivesca. Quieren orientarse en circunstancias que, a pesar de su sencillez, casi de su banalidad cotidiana, los desbordan.
La autora tiene oído para saber qué decir y qué callar y dosifica la narración sin caer en las trampas con las que muchas veces queremos engrandecer los misterios cotidianos. Aquí el misterio no está al final, esperando un giro un tanto forzado de la trama. El misterio se muestra a las claras casi en la primera frase del relato y cada detalle rompe nuestra inercia de lectores y nos obliga a reordenar un territorio movedizo. No regatea ni presupone a un lector menos inteligente que las eventuales narradoras de estos cuentos (de pensamiento ágil aunque a veces no tengan más de 13 años), por eso el misterio aquí es, casi siempre, una burla de las complejas expectativas de los protagonistas y, a la vez, de las nuestras como lectores.
Es reveladora la cita de Einstein que abre La habitación de Nona: “La realidad es simplemente una ilusión, aunque muy persistente”. De la permanencia de esa ilusión trata precisamente este libro, de calidad sostenida, pero en el que sobresalen los relatos en los que Fernández Cubas, con gestos mínimos, quita las dos patas en las que se sostiene nuestra realidad: la memoria y el lenguaje. Así, en el relato que da título al conjunto, la narradora quiere explicar su vida con su hermana Nona, una niña “especial”, “diferente” (en una interesante poética del eufemismo), y lo que comienza como una historia de celos y envidias entre hermanas termina siendo un manual de funcionamiento de la memoria para construir la identidad: el grado de elaboración falaz con que ordenamos los recuerdos para darnos sentido. Y aunque nos callamos el desenlace de este relato, que merece más de una lectura para apreciar otras posibles interpretaciones más o menos literales, también hay aquí un sutil análisis de la envidia, pero de una muy particular, la envidia al pasado propio.
También es sobresaliente, por diversos motivos, El final de Barbro. Por ejemplo, por la maestría con la que se nos muestra que la elección de una voz (el plural de la primera persona de “las hermanas”), además de una postura moral, es un ejercicio de poder.
Y finalmente, dos cuentos que están entre lo mejor que ha escrito Fernández Cubas y que sin perder de vista la persistencia de esa ilusión (la realidad), la abordan desde el corazón de las ficciones, es decir, desde nuestra capacidad de ficcionalizar, verdadera fuerza emancipadora de este libro: Interno con figura,donde una narradora ya abiertamente autobiográfica parte de una écfrasis (descripción literaria de un cuadro, en este caso la obra de Cecioni que Tusquets ha utilizado para la cubierta del libro) para terminar con un emocionante cuento sobre cómo se escriben los cuentos. Y el hermoso Una nueva vida, compendio de varios temas del libro: el despertar a la vida por la ficción, la importancia supersticiosa de la palabra y la relatividad experiencial del tiempo.
La habitación de Nona es un gran libro. Son muchas las lecciones de estos relatos. No sólo son un antídoto contra la mala literatura, sino, sobre todo, contra las malas ficciones con las que damos sentido a nuestra memoria y al mundo.
La habitación de Nona. Cristina Fernández Cubas. Tusquets Editores. 192 páginas.17 euros.
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