jueves, 15 de diciembre de 2016

El huerto de los espárragos >> Y… ¿dónde queda el Sáhara? >> Blogs EL PAÍS

El huerto de los espárragos >> Y… ¿dónde queda el Sáhara? >> Blogs EL PAÍS

Intentar mostrar la riqueza de la cultura saharaui. Ese es el objetivo de este espacio. Una cultura nacida de la narración oral, de los bellos paisajes del desierto, de las vidas nómadas y el apego a la tierra, de su origen árabe, bereber y musulmán, de sus costumbres únicas y de la relación con España que se remonta a más de un siglo. Una cultura vitalista, condicionada por una historia en pelea por la supervivencia desde 1975. Coordina Sukeina Aali Taleb
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SOBRE LOS AUTORES

Sukina Aali-TalebHija del exilio, Sukina Aali-Taleb nació en Madrid por casualidad, de padre saharaui y madre gallega. Es miembro del grupo de escritores La Generación de la Amistad Saharaui y coautora del libro "La primavera saharaui, los escritores saharauis con Gdeim Izik", tras los acontecimientos de El Aaiún, en 2010. Periodista y profesora de Lengua Castellana y Literatura en institutos públicos de Madrid. Como no puede ser de otra manera, apoya al Frente POLISARIO en proyectos de ayuda a su pueblo, refugiado y abandonado a su suerte en Tinduf (Argelia), desde hace cuatro décadas.
Roberto MajánRoberto Maján, ilustrador. Le gusta decir que fue el último humano nacido en su pueblo; piensa que eso lo hace especial. Y que su abuela se empeñó en llamarle Roberto en memoria de Robert Kennedy asesinado cuatro días antes. En la época en que nació y se bautizó, el Sahara era español, en el mal sentido de la palabra. El lo sabía por las cartas que recibía de su tío Ramón, destinado allí en su servicio militar. Los sellos que las franqueaban prefiguraron el universo imaginario que tratará de recrear en las imágenes de este blog.
Bahia Mahmud AwahBahia Mahmud Awah. Escritor, poeta y profesor honorario de Antropología Social en la Universidad Autónoma de Madrid, natural de la República del Sahara Occidental. Nacido en los sesenta en la región sur del Sahara, Tiris, la patria del verso y los eruditos. Cursó estudios superiores entre La Habana y Madrid, donde reside. Pertenece al grupo de Escritores Saharauis en lengua castellana.
Willy VeletaWilly Veleta. Willy Veleta consiguió su licenciatura de periodismo de una universidad estadounidense (ahí queda eso) y ha trabajado en todos los canales privados de TV en España… de los que huyó cuando se dio cuenta de que querían becarios guapos. Ahora es profesor de periodismo en inglés y prepara su tercer libro, una novela sobre los medios.
Liman BoichaLiman Boicha. Se licenció en Periodismo en la Universidad de Oriente en Cuba. Después de una larga ausencia regresó a los campamentos de refugiados saharauis y durante cuatro años trabajó en la Radio Nacional Saharaui. Actualmente reside en Madrid. Ha publicado Los versos de la madera y ha participado en varias antologías de poesía saharaui: Añoranza, Um Draiga, Aaiún, gritando lo que se siente, entre otras. Forma parte del grupo poético Generación de la Amistad Saharaui y es miembro de la Asociación de Escritores por el Sahara-Bubisher.
Larosi HaidarLarosi Haidar. Tras el alto el fuego, se instaló en Granada, donde se licenció y doctoró en Traducción e Interpretación. Actualmente es profesor de esta misma disciplina en la Universidad de Granada y ha publicado varios trabajos relacionados con la cultura saharaui. También ha participado en varias antologías de poesía saharaui.




El huerto de los espárragos

Por:  15 de diciembre de 2016
El Mubarak
El Mubarak, el dueño del huerto de los espárragos cerca de Tifariti, Sáhara Occidental
Ruge el viento tras la lona de la jaima. Hoy ha sido un día más de calor. En su interior, nuestro hombre saca una libreta donde anota recuerdos, inventa historias y relata la vida en el campamento. A veces le gusta pensar cómo era la vida en la ciudad, el ajetreo, el ruido, sus gentes y el olor a mar. Escribe a mano para luego trasladarlo al bloc de notas de su Samsung Galaxy, con paciencia y esmero. Y entonces, cuando todos duermen, mientras  los escarabajos excavan túneles en la tierra, camina hasta un lugar elevado en busca de un poco de cobertura. Consigue enviarnos su crónica, su relato, su historia. Memoria viva de todo un pueblo que deja escapar los días en un campamento de refugiados en el más inhóspito de todos los desiertos. Mi admiración y respeto a nuestro compañero, Mohamidi Fakal-la, un valiente caballero del desierto.
Esta entrada ha sido escrita por Mohamidi Fakal-la desde los campamentos de refugiados saharauis.
A poca distancia de Tifariti queda el pequeño poblado sumergido entre el rocoso Ajchach y los ríos secos de Zemour. La vida transcurre sin prisa. Y en medio de la soledad aparece, inesperadamente, la vivienda de El Mubarak. Un barracón modesto, hecho a la medida de la supervivencia, de un hombre curtido y huesudo por el peso de las peripecias, las inclemencias y los años.
La somnolienta paz de 1991, supervisada por las Naciones Unidas, llegaba tras dieciséis años de enfrentamiento bélico con Marruecos. Aún recuerda con angustia aquellos trágicos hechos que dispersaron a la población saharaui a fuerza de napalm y fósforo blanco a fin de vaciar las ciudades, cegar los pozos, conquistar la tierra y garantizar una rápida rendición de los habitantes del territorio.
Sin embargo, para El Mubarak hoy el reto es otro. Así lo aseguraba al borde de la orilla de un río, con los pies todavía enfangados de la recia tierra de los surcos de un huerto, abandonado a causa de la guerra, la desertificación y la negligencia.
Rehabilitar la parcela no resultaría nada fácil, pero había mucho interés en ello. El dueño insistía en que, una vez sobrepasados los baches, todo era alcanzable con éxito. Por ello, su esfuerzo fue loable, incluso identificable con su propia índole. El huerto era parte de la historia contemporánea del lugar. En los tiempos de la entonces provincia del Sahara Español, un amigo de El Mubarak llamado Manuel, de la ingeniería militar en el noreste del territorio, estudió, junto con un canario agrónomo, la posibilidad de poder llevar a cabo un plan agrario de mejora de la tierra, prometedor para la zona de Tifariti, que consistía en cultivar esparragueras, pues la zona era muy fértil. Un proyecto modelo, casi único en su género en todo el Sahara.
Más tarde, la fascinante idea llegó a la oficina del que era secretario general del Gobierno del Sahara, el coronel Luis Rodríguez de Viguri. Tras estudiar detenidamente la propuesta dio orden a sus subordinados de encauzar los esfuerzos hacia la puesta en práctica del plan agrícola de la región noreste, como prolongación del ya existente, en la parte sur, en Tiniguir.
En los últimos años del vergel del desierto, el señor de los sueños de los espárragos ya había cosechado buen acopio de zanahorias, tomates, nabos, remolacha, entre otras verduras. Sin embargo, la verdosa yema de los espárragos seguía sin aparecer.
Estaba todo listo en el pequeño almacén para la distribución de la partida cosechada, destinada a las zonas rurales más próximas. Al preguntarle por la ausencia de los espárragos que daban nombre al huerto, contestó sencillamente: “A lo mejor los tendremos con la llegada de la próxima primavera”.
Por mucho que parezca una paradoja, o simplemente una contundente contradicción, el huerto de El Mubarak sigue en marcha a base de agua subterránea, pico, pala y el sudor de un señor que fue abriendo camino con semillas, y respirando libertad. Desafiando la naturaleza y, a poca distancia, al ejército marroquí y al muro más largo de la historia de la humanidad que divide en dos el Sahara Occidental. Tenebroso por las minas de dimensiones diferentes y de detonación horrible que causan dolor y la muerte de seres humanos y la fauna sahariana. 
En los linderos de los surcos se revive el sentimiento del pasado, de aspiraciones frustradas que continúan plagadas por la incertidumbre y la diferencia de la traición. Los primeros días de noviembre de 1975, al suboficial Manuel le enviaron un teletipo en el que se le exigía que abandonara el huerto de los espárragos de inmediato, y se presentara lo antes posible en Madrid. Desde entonces la efímera administración del proyecto quedó en manos de El Mabruk. Y poco más. Se desató la guerra, bajo la cobertura de la “Marcha verde”.

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