“El desencanto es uno de los signos de nuestra sociedad actual”
El periodista musical Yahvé M. de la Cavada publica su primera novela 'El deseo de repetir', una obra generacional donde la música es el motor
Madrid
El periodista y escritor Yahvé M. de la Cavada, en Bilbao. FERNANDO DOMINGO-ALDAMA
"Hace cuatro años me divorcié. Muchas veces me pregunto por qué me casé en primer lugar, cómo y cuándo lo decidí, si es que lo decidí". Esta es una de las primeras reflexiones que Pablo hace en las distintas historias entrelazadas que se recogen en El deseo de repetir (Aloha!), la primera novela del periodista musical Yahvé M. de la Cavada, colaborador de EL PAÍS. Junto a Pablo están Oliver y Adriana. Los tres viven entre la apatía y el conformismo, dando forma a unos personajes que laten con dudas, frustraciones y miedos similares a los de cualquier persona que, como reza otro pasaje del libro, viven sabiendo que han tomado decisiones erróneas o "las circunstancias las han tomado por ti". El deseo de repetir, que prepara ya su segunda edición, es una notable novela sobre la crisis de la mediana edad, donde las canciones juegan un papel fundamental en una existencia donde el futuro prometedor se ha convertido en un presente insípido.
Pregunta. La música es el hilo conductor de la novela. ¿Por qué?
Respuesta. Más que un hilo conductor, consideré que la música era el mejor marco para situar a los personajes. La vida los ha llevado a puntos diferentes, pero la música sigue siendo una forma de conexión para todos ellos: ha estado siempre allí, como algo importante, un bálsamo, una pasión o incluso un refugio, tanto cuando salían de la adolescencia como ahora, dos décadas después. Al mismo tiempo, cada personaje tiene una forma diferente de pesadumbre, dudas, proyectos fracasados o situaciones vitales que no consiguen controlar, y la música es un lugar acogedor que nunca les ha fallado. Algo con lo que pueden contar al final del día.
P. Los tres protagonistas no salen del desencanto.
R. Sí, ese es, en gran parte, el motor de la novela. Quería dibujar una historia en la que confluyesen varios personajes a los que las cosas no les han ido como esperaban porque, ¿a quién le ha ido todo como tenía planeado cuando tenía 20 años? Yo acabo de cumplir 41, y a mi alrededor veo a mucha gente que no acaba de encontrar su sitio, o que no acaba de reponerse de un divorcio, de un despido… Estamos bombardeados constantemente por imágenes de éxito, por un lado, y por grande dosis de frustración social, por otro. El desencanto es uno de los signos de nuestra sociedad actual.
P. ¿Tiene el libro una aspiración generacional?
R. Claro, es que yo quería escribir una novela generacional. Yo me crié en los noventa siendo parte de aquella cosa que vino a llamarse Generación X, y quería escribir una novela sobre la Generación X, pero 20 años después, cuando los niñatos dispuestos a comerse el mundo se han convertido en tipos amargados y emocionalmente disfuncionales cuyas expectativas no se han visto colmadas.
P. ¿Crees la generación de los noventa dejó que las circunstancias decidieran por ellos?
R. Creo que, al menos en España, somos la primera generación a la que se le dijo de manera frontal que podíamos ser lo que quisiéramos. Somos la generación de los “JASP”, aquel acrónimo («Jóvenes aunque sobradamente preparados») que vendía a una nueva hornada de juventud de élite en un anuncio de coches; todos teníamos que ser universitarios, todos íbamos a ser triunfadores. Promesas que no podían cumplirse y que han derivado en nuevas generaciones que parten de una perspectiva desencantada y que cuentan con que la precariedad laboral sea la norma, y no la excepción. Así que no estoy seguro de si hemos dejado que las circunstancias decidan por nosotros o si no había otra opción que adaptarnos a esas circunstancias.
P. ¿Te da miedo que el libro quede anclado en una generación determinada?
R. He pensado en ello, la verdad, pero aunque mi intención era que la novela tuviese ese espíritu generacional, las emociones de los personajes son bastante universales. Todos hemos tenido miedo, a todos nos han roto el corazón, todos nos hemos sentido perdidos en algún momento y todos nos hemos visto atrapados en alguna situación de la que queríamos salir. Confío en que, con los años, la novela sea un fresco generacional de otra época y, al mismo tiempo, se sostenga desde la perspectiva literaria.
P. Adriana es un personaje muy inquieto musicalmente.
R. Es un personaje que hace de esa inquietud una máxima personal, y personalmente me siento muy identificado con ella. Adriana tiene mucho de mí, y esa inquietud musical pasa por asumir que si hay mucha música que amas en un género, es bastante probable que haya mucha música que puedes amar en otros géneros, otros sonidos, otras propuestas creativas. Adriana tiene claro que, como decía aquel libro de Calvin & Hobbes, en todas partes hay tesoro.
P. ¿Querías demostrar a través de este personaje cómo hay gente que no evoluciona con la música y se queda encerrada en su nicho o tribu musical?
R. Mi idea no era tanto denunciar ese reduccionismo que, efectivamente, existe, sino proyectar la idea de que la música son lenguajes: los hablas o no, pero si te horroriza el death metal o el flamenco, por ejemplo, no es porque sean una mierda, sino porque utilizan códigos que te son ajenos. No hay ningún problema en esto, a cada uno le gusta lo que le gusta y está bien, pero, de la misma forma que un esquimal distingue docenas de diferentes tipos de blanco, el aficionado a la música electrónica, el trap o la música tradicional iraquí diferencia mil matices de un artista a otro, aunque a un oyente que no esté metido en esos géneros le suene todo similar.
P. La música que suena en el libro no parece que sea la música que más te llena o de la que te muestras especializado en prensa. ¿Por qué decidiste incluir esta música en el libro?
R. Bueno, yo estoy muy especializado en jazz, que fue mi primera gran pasión, pero amo con la misma intensidad músicas muy diferentes, desde Bach hasta Camarón. Y en la novela quería evitar casi totalmente el jazz porque El deseo de repetir es una obra literaria, una novela pura y dura, y temía que si la enmarcaba en el jazz se entendería como «una novela de jazz que ha escrito el crítico de jazz». Esta no era la idea: la música está presente porque me servía para trabajar con los personajes, pero es la obra de un escritor, no de un crítico. Así que era importante que la música que se iba desgranando en la historia tuviese que ver con las personas que la protagonizan, que crecieron escuchando a Alice In Chains o a Dinosaur Jr. y ahora escuchan a M. Ward, Spoon, Ryan Adams o The Wave Pictures, entre otros. Todos ellos, como toda la música que hay en la novela, son artistas que personalmente me encantan, pero ante todo son bandas que tienen que ver con la evolución musical y emocional de los personajes.
P. ¿Cómo es de importante la música en tu vida?
R. La música es totalmente transversal en mi vida. Aunque la literatura me interesa al mismo nivel, la música es, no solo mi mayor pasión, sino mi modo de vida, con lo que ocupa la mayoría de horas de mis días, tanto en el plano personal como en el laboral. Lo primero que hago al levantarme o al llegar a casa es poner música, trabajo en el mundo de la música, escribo sobre música… La música está presente en cada aspecto de mi vida. Como escritor, lo que más me interesa es la forma, que lo que acaba en el papel esté contado como yo quiero; pero, como crítico, no hay nada que me haga tan feliz como que un lector me diga: «Adoro este disco, y lo descubrí gracias a esto que escribiste». Eso lo es todo; lo que da sentido ejercer la crítica musical.
P. ¿Qué libros te inspiraron para esta primera novela?
R. Hubo tres libros importantes en la génesis de la novela. El primero, Pórtate bien, de Noah Cicero, una novela fabulosa que me ayudo a decidir que, al igual que Cicero en su libro, quería escribir una novela generacional. Las leyes de la atracción de Bret Easton Ellis, una novela extraordinaria, me inspiró algunos aspectos de la estructura polifónica. Por último, Matando dinosaurios con tirachinas, de Pedro Maestre, que me fascinó cuando la leí hace 20 años, y que volví a releer antes de escribir El deseo de repetir. Uno de los personajes de mi novela, Elia, se llama así por la novela de Maestre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario