Desayuno y banquete
La obra polifacética de Meret Oppenheim estuvo eclipsada por el éxito de ‘Le déjèuner en fourrure’, propiedad del MOMA
'Le déjèuner en fourrure', de Meret Oppenheim, en el MOMA.
A Meret Oppenheim la conocemos más por fuera que por dentro. El ojo nervioso de Man Ray la capturó una y otra vez como sujeto cosificado, vulnerable y extraño. En uno de sus retratos más conocidos, la artista suizo-alemana (1913-1985) posa junto a una imprenta como una Venus andrógina, con su brazo derecho cubierto de tinta a la altura de la frente y una mano abierta que parece la cresta de un gallo. Un detalle importante está en el manguito de la rueda, colocado intencionadamente justo delante del pubis de la modelo, su órgano sexual masculino. Pero no hay que volverse loco. Man Ray no era un abusador ni un obseso, sino una mente desatada que contaminó muy positivamente a sus amigos y a la que entonces era su jovencísima amante, con quien le unía una gran complicidad hasta el punto de pactar las poses sadomasoquistas. Mucho más tarde, en sus memorias, el norteamericano dijo de su musa que era la persona más desinhibida que jamás había conocido. Como artista-poeta visual, Meret Oppenheim fue una de las pioneras de la estética de lo abyecto, sin caer en lo repulsivo, que llevaría a sus espeluznantes esculturas y diseños de ropa y joyas, objetos de pérdida temida, los llamó Freud.
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