domingo, 28 de abril de 2019

LA PIEDRA RESPIRA... IGUAL QUE TÚ | Thuk Je Che Tibet - Inicio

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MEDITEMOS...

Comienza la meditación con la conciencia de que, incluso la tierra sobre la que estás sentado, está sujeta al cambio. 

Cuestiónate si alguna vez has visto o encontrado un ser sobre o bajo tierra que no haya experimentado la muerte. 

Si la respuesta es no, permanece en meditación con la conciencia de que tú tambien experimentarás transitoriedad.

Incluso tu opinión y tu visión así como el esfuerzo que inviertes en pensar en las cosas, sean beneficiosas o no, distraídas o conscientes, es efímera. Siempre que puedas, contempla la transitoriedad y la muerte de todas las cosas, dentro y fuera de tí.

A continuación, piensa en todo el tiempo perdido en distracciones, falta de atención, dudas y sopor o incluso esperando a que lleguen las circunstancias apropiadas. Añade el número de años que ya han pasado y el número de años que pasarán en semejantes estados en el futuro.

De hecho, ¿cuánto tiempo te queda para darte cuenta de que esta vida es un sueño?....

La transitoriedad está presente en las causas imaginables e inimaginables. Una causa externa, por ejemplo un medicamento, puede prolongar la vida o causar la muerte.

Elementos como la tierra, el agua, el fuego, el viento u otros fenómenos naturales como las montañas o árboles podrían causarnos la muerte.

Circunstancias interiores, tales como la enfermedad o nuestras propias dudas, vacilaciones o pensamientos, también pueden manifestarse como causas de muerte.

Tales fenómenos, externos e internos, tienen plena capacidad para ser causa de transitoriedad y muerte.

La impermanencia es el resultado de todas las causas transitorias o karma que hemos creado. El mismo Buda explicó que todo lo que surge de una causa -toda percepción, movimiento y forma- se deja atrás en el momento de la muerte. Sólo el karma nos acompaña en ese momento. Por muy fuerte que sean nuestra fijación y apego, no podemos llevarnos bienes materiales, cuerpo físico, amigos, parientes, maaestros, séquito o discípulos. No importa cuantos seres queridos nos rodeen en esta vida deseando no separarse nunca de nosotros; no importa qué rango o poder tengamos, no importa cuánto nos hayamos esforzado en mantener un hogar, una posición, conocimientos o habilidades en la oratoria o el debate, nada puede incorporarse a la experiencia de la muerte.

Pretender conservar algo en el momento de la muerte no añade nada a nuestro tiempo o felicidad y no tiene en cuenta la simplicidad de soltar. No nos permite tener una sensación de logro en ese momento ni de ser una causa de felicidad para nadie más.

Si lo entendemos ¿por qué seguimos tratando de afianzar las posesiones materiales y el resto de apegos?

La fijación y el apego sólo pueden subsistir en una mente en la que todavía hay esperanza: “tal vez un día pueda llevarme algo, si no cosas samsáricas, al menos algo budista: mi devoción, maestros, enseñanzas, objetos rituales”.

Sin embargo, no se puede incorporar nada a la muerte salvo la causa y efecto de nuestro karma acumulado y la trascendencia de nuestra mente y visión, hasta donde sea ésta útil.

Thuk Je Che Tibet


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