Perder la autonomía
Edurne Portela narra la lenta y claustrofóbica degradación de una mujer bajo las sutiles redes de la violencia machista
La escritora Edurne Pórtela, en febrero en Madrid. LUIS SEVILLANO
Después del ensayo El eco de los disparos y la novela Mejor la ausencia, dos libros dedicados a la memoria de la violencia en Euskadi, ambos con excelente recepción, Edurne Portela se desmarca del territorio de su literatura, pero no de su raíz. Formas de estar lejos transcurre simétricamente en dos pequeñas ciudades de Estados Unidos, Southville y Northville, y narra los 14 años de la relación de Alicia y Matty. Ella, vasca, asciende lentamente en la universidad impartiendo clases de literatura latinoamericana; él, nieto de inmigrantes polacos, ciudadano americano completamente asimilado, trabaja como analista financiero. Pero su encaje en las expectativas de la clase media (blanca) americana, con sus falsificaciones y sueños normativos, corre en paralelo con el abuso de Matty y el paulatino arrinconamiento de Alicia. Porque la verdadera trama de Formas de estar lejos son las sutiles redes de una violencia que damos por natural: la del patriarcado, en primer lugar, pero también de dos armónicos, las violencias de clase y raza. En este sentido, la continuidad con la obra anterior de Portela es evidente.
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