BADR SHAKIR AL SAYYAB, EL POETA DE IRAQ
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Considerado como el poeta que ha sufrido el destierro y autoexilio entre los poetas árabes contemporáneos…
Badr Shakir Al Sayyab. Fue un escritor iraquí que perteneció a la generación de los cincuenta o del verso libre. Considerado por excelencia como el poeta que ha sufrido el destierro y el autoexilio entre los poetas árabes contemporáneos. Su obra es de gran trascendencia para comprender la evolución de la literatura árabe contemporánea
Nació en una aldea llamada Yaykur, al sur de Iraq el 19 de diciembre de 1926, año en el que se determina la frontera con Turquía, cerca de la caída y posterior división del Imperio Turco, entre las fuerzas aliadas al término de la Primera Guerra Mundial. Como resultado de este reparto, Iraq queda bajo influencia británica, cuya administración instaura en 1921 un régimen supeditado a sus intereses económicos sobre la zona del Golfo Arábigo: la monarquía.
Esta institución, asentada en las anquilosadas estructuras otomanas, frena el progreso de una sociedad abierta a la modernización que no tarda en percibir el fraude de su aparente independencia y ve cómo sigue viviendo sometida al feudalismo rural y privada de los derechos básicos, llegando, incluso, desesperados a empuñar las armas en sangrientos levantamientos reprimidos con crueldad.
Fue el mayor de tres hermanos, muy apegado a su madre, Karima, que muere a consecuencia del parto de una hija que no sobrevive. Su padre se casa nuevamente y abandonan la aldea, quedan sus hijos al cuidado de su abuelo.
El carácter de Badr Shakir comienza a manifestarse como el de un niño serio e introvertido, responsable y muy sensible, tanto física como espiritualmente. El ansia de un hogar en el que abunde el amor y el amparo paterno se manifiesta en su obra. Desde Yaykur acude diariamente a varias aldeas cercanas para recibir educación básica iniciándose en la literatura.
La llamada de la poesía como un destello de autoafirmación se percibe cuando se traslada a Basora en compañía de su abuela materna para realizar sus estudios secundarios. Sus poemas han subsistido recogidos en el poemario Al Bawakir, algunos de corte romántico como «A la orilla del río«, y otros de tono tierno como «Los mártires de la libertad» en el que manifiesta su sentimiento antibritánico.
Al terminar los estudios en Basora se dirige solo a Bagdad para ingresar en 1944 en la Escuela Superior de Magisterio y cursar Lengua y Literatura Árabes. En Bagdad desarrolla las dos cualidades que marcan su personalidad, que ya se vislumbraban desde su infancia y adolescencia: su ideología de compromiso social y su postura poética.
Conocedor de la opresión en la que vivían las clases más bajas tanto en el área rural como en la urbe, llevado por sus deseos de transformar la sociedad, se integra en el partido comunista iraquí siguiendo los pasos marcados por el modelo soviético, secundado con entusiasmo por las juventudes de los países árabes.
Se convierte en portavoz de propaganda con su poesía y en representante de los estudiantes de su escuela. Dirige y organiza huelgas contra la administración política de la escuela y manifestaciones donde, además de pedir la reforma de las instituciones, se exige la retirada de las tropas británicas de Iraq y una intervención internacional ante los masivos asentamientos judíos en Palestina.
Debido a su continua actividad revolucionaria es encarcelado repetidas veces, finalmente expulsado en 1946 de la escuela. Cuando es readmitido más tarde, cambia de especialidad, en 1948 se gradúa por Lengua y Literatura inglesa.
Al-Sayyab suple la religión con el panteísmo primitivo llegando a la resurrección a través del mismo hombre. Al realizar el ser humano el acto heroico de salvar a la tierra de la muerte entregando su vida por los demás, la humanidad y toda la creación adquieren carácter divino.
Esta estructura antropológica penetra en la poesía árabe por tres vías: el legado de las antiguas civilizaciones mesopotámicas, la tradición bíblica y la coránica, y la poesía inglesa centrada en la organización del poema de T.S. Eliot «The Waste Land» donde los poetas árabes ven la caída de los poderes occidentales y el resurgir de una nueva civilización. Basándose en el concepto aleutiano de la continuidad histórica, Sayyab desarrolla con un sello personal el tema de la divinización humana.
La introducción de mitos, leyendas y referencias históricas como una manifestación de la siempre universal y permanente lucha del hombre con las fuerzas del mal y la inquietud trágica del hombre, para Eliot se deriva, en su primera etapa, a partir de los rituales paganos para seguir, posteriormente, una línea religiosa católica, mientras que en Sayyab es panteísmo ligado a la tierra e impregnado del dinamismo experimental que aporta su ideología socialista.
Ante la caída de los valores tradicionales, defraudado en sus esperanzas políticas, liberado de las trabas impuestas por los comunistas, encuentra una base firme y eterna en la cultura local mediante el uso de mitos de su propia cultura mesopotámica: Tammuz, Adonis; de otras religiones como Cristo; aludiendo a personajes históricos de su tiempo o personajes del pasado o recurriendo a mitos como cerbero para referirse a figuras del presente (Qasim y su sangriento régimen) uniendo de esa forma el pasado con el presente.
En su búsqueda de la modernidad poética, como Eliot, no hay lugar para la ruptura con la tradición ni con el pasado sino su renovación y posterior transformación en una fuente de creación e inspiración rebosante de vivas y frescas imágenes sensoriales y mentales. De Eliot provienen también un extenso vocabulario y variadas imágenes, pero con diferente actitud: Sayyab no ve en el agua un elemento destructor como es para Eliot, sino purificador y renovador de la vida.
Por otra parte, mientras que en los poemas eliotianos predomina la muerte, la esterilidad, el mal que encarna el pecado, al-Sayyab afirma la resurrección. Las diferencias entre ambos van más allá, la visión poética aleutiana asomada a la tragedia cultural y espiritual se muestra desde un encuadre religioso, pero Al Sayyab, siendo un revolucionario que no puede limitarse a contemplar cómo se desmorona la sociedad árabe sin tomar partido e instar a un levantamiento que origine una sociedad de igualdad y fraternidad, la desarrolla desde las condiciones concretas de la sociedad.
En sus poemas de larga extensión, ambos de 1954, «La ramera ciega» y «Las armas y los niños» va apareciendo el poeta maduro con estilo personal, libre de ataduras. En 1960 se publica su tercer poemario: El canto de la lluvia donde se recopilan sus poemas escritos desde 1952 y que representa lo mejor de su labor poética.
Casado desde 1955 con Iqbal, en 1960 dedica un poema a uno de sus dos hijos «Bravo Gaylán«. Su situación económica por esta época es muy precaria y además tiene la responsabilidad familiar. Debido a sus cambiantes posturas políticas, se ve incapaz de retener trabajos bien remunerados.
Por otra parte, al escribir como columnista literario en nuevas publicaciones de ideologías nacionalistas y participar en congresos de dudosa financiación, va perdiendo admiradores y credibilidad en sus afirmaciones y tendencias. Su situación laboral mejora tras la revolución de 1958 pero pronto se agrava cuando comienza a censurar las acciones de sus antiguos compañeros comunistas convertidos en sanguinarios esbirros del dictatorial régimen del general Al Qasem. Ante las barbaries cometidas, su poesía se rebela: «Ciudad sin lluvia«, «Ciudad de Simbad«, «Cerbero en Babel«.
Su actitud le ocasiona persecución, arrestos y continuas pérdidas de trabajo. Ante tantas represiones, sintiéndose incomprendido y atacado incluso por otros compañeros poetas, vuelve la mirada a su pasado, a su infancia y adolescencia donde los recuerdos le proporcionan paz y descanso.
A principios de 1961, en compañía de su familia, deja Bagdad para trasladarse a Basora donde nace su tercer hijo, y ya la enfermedad ha paralizado su pierna izquierda. En su intento desesperado de hallar una cura inicia un largo peregrinaje que se convierte en su calvario hacia la muerte: viajes a Kuwait, Bagdad, Londres, París, tratamientos en modernos hospitales, con curanderos, contactos con sectas religiosas… Indagó todos los rayos de esperanza y siempre detrás, su poesía, testigo de su desesperada lucha, tan pronto radiante de luz como embargada por tenebrosas oscuridades.
Sus últimos poemarios, El templo sumergido (1962) y La casa de los esclavos (1963), son testigos de su lenta agonía, de sus dudas ante la muerte, de su incertidumbre hacia la vida. Desesperanzado, abatido y entregado a su destino, regresa en 1963 a Iraq. Con los dolores de la parálisis afectando a su cuerpo, entre los momentos de delirio e inconsciencia halla respiro y consuelo en su desgarradora poesía de límpidas y sencillas imágenes.
Desde su juventud participó en actividades consideradas antigubernamentales, por lo que tuvo que abandonar Irak en 1954. Vivió en Líbano, Siria y Egipto. Tras la revolución de 1958, regresó a Iraq y ocupó un cargo en el Ministerio de Educación, posteriormente, fue Agregado Cultural de la Embajada Iraquí en Moscú (entre 1959-1961) y en Madrid (entre 1980-1990). En 1995, el gobierno iraquí le privó de su ciudadanía por viajar a Arabia Saudita para participar en un festival poético, pasó los últimos años de su vida exiliado en Damasco. Falleció el 3 de agosto de 1999 en Basora, Iraq.
Para leer los poemas de Badr Shakir Al Sayyab en POESÍA ÁRABE
Información-Imagen: Britannicacultur
La Voz del Árabe (LVÁ) – ESPECIALES – Cd. de México, octubre 11 del 2019
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