La variedad de ginseng que que se seca al sol o al fuego se denomina shēngshàishēn, y hóngshēn el ginseng que integra la cocción al vapor en el proceso de producción.
Ginseng de las montañas Changbai, hierba mágica única en el mundo
La medicina china considera al ginseng como el “rey de las hierbas medicinales” y tan solo crece en algunas regiones del interior de China, Corea y Rusia. De acuerdo con la medicina china, el ginseng permite enriquecer la sangre y tonificar la energía vital, mantener el equilibrio del líquido corporal, controlar la presión arterial, mejorar la vista, estimular el sistema nervioso central para aumentar la actividad psíquica y disminuir la sensación de fatiga.
Entre mayo y agosto en la selva virgen que rodea las montañas Changbai (长白山), situadas en el nordeste de China, podemos encontrar a grupos de personas con mochilas o bolsas que no dejan de mirar por todas partes. Buscan sin descanso una planta muy preciada: el ginseng.
El ginseng (rénshēn,人参) es una pequeña planta herbácea de la familia Araliaceae distribuida exclusivamente en algunas zonas determinadas del Nordeste de China, la península de Corea y la región oriental siberiana de Rusia. Esta planta tiene un crecimiento muy sensible a las condiciones físicas y medioambientales, y requiere de un largo ciclo. La fragilidad de subsistencia que demuestra el ginseng y el abuso que ha sufrido durante siglos a la hora de recogerlo, constituyen dos factores directos de su escasez y valor. El ginseng silvestre tiende a aparecer en la ladera sombreada y fresca del bosque mixto que alterna las coníferas con los árboles caducifolios, cuyo entorno y tierra se caracterizan por un buen nivel de fecundidad, una relativa humedad, buena ventilación y poca luz. El clima fresco de esta zona de las montañas Changbai, junto con el alto porcentaje de humus que se encuentra en el suelo, favorecen considerablemente el crecimiento del ginseng silvestre.
Al ginseng se le conoce, según la medicina china, como al “rey de las hierbas medicinales” o como a la “planta mágica del mundo”. Las propiedades farmacéuticas del ginseng ya las descubrió en su día Bian Que (扁鹊), prestigioso médico del Período Primavera y Otoño (春秋, 770-476 a.C.). Más tarde, en el libro Shénnóng Běncǎojīng (神农本草经) se consideró a esta planta medicinal como la más valiosa de todas. Asimismo, en el manual Běncǎo Gāngmù (Compendio de Materia Médica,本草纲目), elaborado tiempo después por Li Shizhen (李时珍, 1518-1593), se recopilaron con todo detalle las características específicas de esta planta. De acuerdo con la medicina china, el ginseng permite enriquecer la sangre y tonificar la energía vital, mantener el equilibrio del líquido corporal, controlar la presión arterial, mejorar la vista, estimular el sistema nervioso central para aumentar la actividad psíquica y disminuir la sensación de fatiga. Los resultados llevados a cabo por las investigaciones científicas ponen de manifiesto que el ginseng ayuda a combatir las enfermedades crónicas, tales como la anemia, la diabetes o los problemas cardiovasculares, del sistema nervioso y del estómago. El consumo de esta planta medicinal está integrado en la vida cotidiana de los chinos con el fin de fortalecer la salud, ejemplos de ello los encontramos en el uso del alcohol de ginseng o en la cazuela de ginseng cocida con diversos alimentos.
La historia de la recogida del ginseng se podría remontar a la dinastía Tang (唐, 618-907) cuando el Reino del Mar Bo (698-926), situado precisamente en el Nordeste, donó ginseng como tributo a la dinastía gobernante. Posteriormente los manchúes, que se encontraban en plena época de crecimiento, también ofrecieron esta planta como producto autóctono a cambio de utensilios agrícolas y objetos básicos, como ollas, sal, cereales, aceite y telas. Gracias a este intercambio, los manchúes consiguieron un gran desarrollo y prosperidad hasta hacerse con el poder y derrocar a la dinastía Ming (明, 1368-1644).
Debido al cultivo masivo en las laderas de la montaña del ginseng durante la dinastía Qing (清, 1644-1911), el gobierno, a fin de proteger esta planta y regular las actividades relacionadas con su producción, se vio obligado a tomar medidas muy severas, como la expedición de licencias llamadas shēnpiào (参票). A lo largo del Año XXIII (1684) del reinado del Emperador Kangxi (康熙, 1654-1722) solo se expidieron unas tres mil autorizaciones y más tarde, en el Año IX (1744) del reinado del Emperador Qianlong (乾隆, 1711-1799), se estableció la Autoridad Oficial de la Administración de Ginseng para intervenir en los asuntos relacionados con la cosecha. Aparte de regularizar la ruta de la montaña que se podía tomar para realizar su recogida, se exigía la entrega obligatoria de cierta cantidad de ginseng de primera categoría a la corte imperial. Solamente en caso de que sobrara algo después de haber pagado los tributos, se permitía su comercialización bajo un control muy estricto. De hecho, cada año la familia imperial recibía una cantidad importante de esta planta para su propio uso y para su comercialización, constituyendo de esta manera un mayor ingreso en las arcas reales. Según datos históricos, el emperador Qianlong de la dinastía Qing tomaba ginseng todos los días, mientras que la emperatriz viuda Ci Xi (慈禧, 1835-1908) también lo empleaba para activar la energía vital.
En realidad, el gobierno Qing nunca pudo controlar ni evitar de manera completa y eficiente la actividad no autorizada de la recogida del ginseng. Esto hizo que mucha gente, por su cuenta y riesgo, atravesara el Paso Shanhai (山海关), situado en la ciudad de Qinghuangdao, en la provincia de Hebei, donde la Gran Muralla da comienzo sobre el mar, y entrara en la zona conocida como Guāndōng (关东, Noreste de China), mientras que a las personas procedentes del centro del país que se ganaban la vida con el ginseng en las montañas Changbai se les llamaba chuǎng Guāndōng (闯关东).
Todavía hoy en día existen en esta región multitud de leyendas o historias relacionadas con el ginseng, y muchas de ellas reflejan las antiguas costumbres, tradiciones y normas de la cosecha. Por ejemplo, la tradición dice que se tiene que atar una cuerda roja al tallo del ginseng nada más encontrarlo para que no se convierta en un niño y se escape penetrando en la tierra. Precisamente son estas misteriosas leyendas las que han constituido una cultura propia de esta planta medicinal. En la comarca Tongliao de la provincia de Jilin aún se conserva la tumba en memoria de Sun Liang, quien acudió aquí a buscarse la vida desde Shandong y que poco después falleció en un accidente durante la recolección del ginseng.
Actualmente el ginseng silvestre ha sido declarado en peligro de extinción y su precio es superior al oro. La mayoría del ginseng que circula hoy en día en los mercados es cultivado. Los productos elaborados se pueden dividir en dos variedades principales: el shēngshàishēn (生晒参) y hóngshēn (红参). La primera hace referencia al ginseng cultivado que se seca al sol o al fuego, mientras que la segunda se diferencia por la integración de cocción al vapor en el proceso de producción. En el poblado Wanliang de la comarca de Fusong perteneciente a la ciudad Baishan de la provincia de Jilin se encuentra el mayor mercado de ginseng en toda China, cuya facturación anual puede superar los cien millones de yuanes.
El cultivo artificial de ginseng implica un alto coste y un gran sacrificio medioambiental. No sirve cualquier tierra para su cultivo, pues ha te tener ciertos nutrientes esenciales, ha de ser virgen y fecunda, bien roturada después de talar el bosque, muy húmeda y con sombra todo el año. Además, los nutrientes del suelo se agotan tras tres años de cultivo y la única solución consiste en trasladar el ginseng a otra parcela virgen con las mismas condiciones. En caso contrario, se marchita como consecuencia de la carencia de los nutrientes necesarios. De hecho, el cultivo de ginseng necesita como mínimo dos parcelas del bosque, lo que implica un gran dilema a la hora de proteger la floresta y el medioambiente. Todo esto justifica la escasez de este producto en el mercado y su elevado precio.
Publicado originalmente en: Revista Instituto Confucio.Número 19. Volumen IV. Julio de 2013.Leer este reportaje en la edición impresa
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