https://letrascorsarias.com/tienda/narrativa/minimosca/
Imagina que en un momento dado reunimos aquí a todas las escritoras y escritores cuyas obras hemos elegido como libros del año en esa lista que hacemos siempre. A los que siguen vivos, por lo menos. Juntarlos sería difícil, no hay cama para tanta gente. Pero a lo tonto ya han pasado por la librería Iain Sinclair, Seth, Servando Rocha y Mircea Cărtărescu. Y hoy viene Gustavo Faverón.
Sobre la lista a veces discutimos más y otras menos. En la de este año, por ejemplo –que ya está lista la lista y guardada hasta el 1 de diciembre en una caja fuerte custodiada por La Librería–, hemos debatido bastante. En 2019, a partir del instante en el que leímos Vivir abajo, estaba clarísimo. Era ese libro. Y tal vez lo hubiera sido cualquier otro año en el que se hubiera publicado.
Ahora Faverón llega con Minimosca, una novela que amplía ese universo lleno de túneles que es su literatura, un conjunto que tiene puntos de intersección con la anterior, un paso más en ese proceso de disolución de los personajes y su identidad.
Vemos la escritura de Faverón como una especie de mundo que crece en algún lugar, un espacio simbólico con una energía tan concentrada que de repente podría tomar cuerpo por alguna extraña combinación química. De hecho lo hace, al menos si consideramos la ficción como un ente en el que podemos entrar de una manera real, sumergirnos en él y sentir que nos encontramos bajo otras reglas, las reglas de la imaginación. En eso, nosotros, creemos.
Minimosca es un boxeador menudo, la nueva sensación de la lucha profesional limeña, surgido de un basural y que derrota a sus contrincantes casi sin ponerles la mano encima, quizá hipnotizados por una especie de mantra que murmura entre dientes mientras pelea. Pero esa es sólo una parte de la historia, porque siempre hay alguien que cuenta las historias y por qué no ese alguien va a contar también la suya. Siempre hay más que contar, unas vidas llevan a otra a través de túneles y laberintos y Faverón construye esos pasadizos mientras los personajes se van evaporando, convirtiéndose casi en fantasmas, en dobles difuminados de sí mismos, perdidos y encontrados en la memoria.
“Cada obra literaria contiene su ars poetica, cada obra literaria tiene como tema la obra literaria, los libros son reflejos sobre sí mismos”, decía aquí Cartarescu hace unas semanas. Minimosca pertenece a esa estirpe de novelas que contienen muchas novelas, grupo entre el que se encuentra Theodoros y, cómo no, El Quijote: algo que no sigue ninguna lógica salvo la de la ficción, que depara tantas sorpresas como el mundo real y huye de cualquier declinación de lo previsible.
Volver a entrar en ese mundo de Faverón nos alegra, como poco, el fin de semana. Tenerle hoy aquí, en conversación con Paqui Noguerol y Guillermo Granado, lo hace memorable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario