viernes, 28 de febrero de 2025

Hembras Una guía revolucionaria sobre el sexo, la evolución y la fémina animal Lucy Cooke Un deslumbrante mazazo al sexismo en la ciencia: Lucy Cooke echa por tierra una concepción errónea y obsoleta sobre la feminidad animal.

https://www.anagrama-ed.es/libro/argumentos/hembras/9788433929235/A_618 En 1871, Charles Darwin publicó El origen del hombre, que, con los años, se convirtió en una de las obras fundacionales de la teoría de la evolución humana. Allí desarrollaba la idea de la selección natural como un mecanismo clave en la evolución de muchísimas especies y desmontaba otras teorías vigentes, como la de Lamarck, que afirmaba que los organismos evolucionan gracias a la herencia de los caracteres adquiridos: esto es, que si un lagarto ha corrido mucho y ha mejorado en velocidad a lo largo de su vida, su descendencia heredará esa nueva habilidad aprendida. Durante mucho tiempo se ha enseñado a Darwin en las escuelas e institutos como alguien que puso luz a la oscuridad y reveló, por fin, de dónde venimos, casi con la misma pasión como si nos contaran hacia dónde vamos. Pero, como suele suceder, lo que explicamos como «verdad» esconde a menudo una larga sombra. En Hembras. Una guía revolucionaria sobre el sexo, la evolución y la fémina animal, Lucy Cooke escribe que la teoría darwiniana de la selección natural, pese a su aparente objetividad, es narrada con los mismos tópicos de una novela romántica: en ella, los animales machos tienen «pasiones más vivas», mientras que las hembras son «menos ardientes que los machos», «son tímidas». Según Darwin, esa diferencia ya se encontraba en los espermatozoides, de naturaleza móvil, y los óvulos, sedentarios, y de ahí que la masculinidad fuera «activa» y la feminidad, «pasiva». ¿Cómo puede considerarse como cierta y científica una observación tan metafórica, tan literaria? Cada época vive de sus prejuicios, y cada época necesita sus mitologías, también sus mentiras con sabor a verdad, para que el orden establecido funcione sin fallas. En la época victoriana, creer en esa universalidad de lo masculino y lo femenino era necesario para exigir que las «mujeres auténticas», como escribe Cooke, fueran «piadosas, sumisas y solo se preocuparan por la vida doméstica». Más adelante, científicos como Angus John Bateman y zoólogos como Robert Trivers siguieron a Darwin corroborando sus tesis con experimentos científicos y libros con títulos como La hembra reacia y el macho ardiente. Por suerte, cada Edad Media tiene sus brujas, y cada época tiene sus voces discordantes que se enfrentan, sin miedo, a los discursos hegemónicos: en la nuestra, está la primatóloga Sarah Blaffer Hrdy, que demostró que las hembras no son pasivas en la evolución; o la bióloga evolutiva Patricia Gowaty, que cuestionó las hipótesis de Bateman y demostró la promiscuidad de las hembras en el reino animal; o la bióloga Lynn Margulis, que con la hipótesis de la endosimbiosis refutó la teoría darwiniana que sostiene que la evolución avanza con la supervivencia del más fuerte, y demostró que la clave para la evolución de la vida residía en la cooperación.

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