Esta entrada ha sido escrita por
Bachir Ahmed Aomar, miembro de la
Generación de la Amistad Saharaui y director del programa
Sahara desde Canarias en la emisora de radio Guiniguada.
- Papá, ¿los cristianos van al cielo?
Ya había viajado en avión, aunque no entendía como siendo de hierro pudiese volar. Descubrió que el agua del mar era salada y no comprendía que los barcos pudiesen mantenerse a flote siendo tan pesados.
La respuesta no era sencilla. El padre pensó que la abuela le había advertido de los peligros que conlleva viajar a un país de costumbres diferentes. Seguramente, le habría hablado de la diferencia religiosa.
- No.
No quería entrar en contradicción con la abuela, se guardó mucho de expresar una opinión diferente.
- ¿Por qué ?Había llegado a la ciudad hacía solo unos días y todo le llamaba la atención. Nunca había salido del desierto y era la primera vez que se encontraba en una sociedad diferente a la suya.
- Comen cerdo, beben vino, no rezan y no tienen miedo a pecar.
Era sábado por la tarde. Se habían sentado en una terraza de las mayores avenidas de la ciudad y él la invitó a probar helado. Disfrutaba mirando a la gente mientras saboreaba el contenido de la gran copa que tenía ante si.
- ¿Solo los musulmanes van al cielo?
No dejaba de preguntar. Miraba con interés la cantidad de personas que paseaban en aquel momento a su alrededor.
- Por supuesto.
El padre solo deseaba que terminara el interrogatorio. Se sentía acorralado.
- ¿Por qué?
Algo bullía en su cabeza. Parecía estar muy interesada en el tema. Quería saber más del nuevo mundo al que había entrado.
- No comen cerdo, ni beben vino, rezan cinco veces al día, van a la Meca y solo hacen cosas agradables a los ojos de Dios.
Desde que oyó la respuesta pareció quedar convencida. Se concentró en el helado y siguió mirando a la gente que pasaba frente a la mesa en la que estaba sentada.
Pasaban los minutos y su atención parecía estar en saborear lo que quedaba del helado en aquella copa. Después de convencerla, el padre se relajó. Por fin había terminado el turno de preguntas. Había salido victorioso del atolladero en el que lo había metido. Pensó que tendría oportunidad de dar una explicación diferente en futuras ocasiones. Cuando terminara el helado, la invitaría a ver alguna de las películas que se proyectaban en la ciudad.
- Papá, ¿cómo es posible que de las miles de personas que están ahora en esta calle, solo nosotros iremos al cielo?
Nayat tenía ocho años.
el dispensador dice:
hay un cielo en cada espíritu,
a veces se tiene la llave,
a veces el portal no se abre,
a veces aún habilitándose la entrada,
ella misma se ve negada,
porque la paz que no está en el alma,
no se encuentra como palabra...
cada espíritu que encarna en la Tierra,
desciende de alguna parte,
algunos vienen desde sus paraísos,
y otros plantan infiernos para verse vivos,
finalmente todo depende,
del "por qué y el para qué" hayas venido,
mientras algunos portan inocencias,
otros pecan por desprevenidos,
y aunque no son muchos los malparidos,
siempre aparecen donde menos se los espera,
entre soberbios y engreídos,
pretendiendo vender el pasado,
como si éste hubiese existido,
aquí nadie es propietario,
cuando te la crees... en el cementerio ya has sido acogido...
y allí serás olvidado,
según lo que aparece escrito,
una vez que el tiempo se ha esfumado,
los que quedan guardan sus propios ritos,
y aún cuando creas que te escuchan,
desde el infierno no se oyen los gritos,
sin embargo si has conseguido tu cielo,
regresarás para ser soñado... por aquel que haya sido elegido.
AGOSTO 14, 2016.-
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