Ernesto Cardenal, poeta del universo
El sacerdote nicaragüense, que ha fallecido este domingo, concentraba dos rasgos esenciales de la identidad de su país: el espíritu de lucha por la patria amada y la pasión por la poesía
Ernesto Cardenal en León (Nicaragua) en 1979. PEDRO VALTIERRA / CUARTOSCURO
“No sé por qué me felicitan porque cumplí 90 años. Es horrible”. Así me dijo Ernesto Cardenal hace cinco años. Me reí. Así era él. Rajatabla. Rotundo. Se había ganado ese lado cascarrabias que no se plegaba a lo que los demás esperaban de él. No le interesaba el encaje de las relaciones sociales, pero quería a sus amigos, callada pero inequívocamente. Uno se lo veía en los ojos que podían ser inmensamente dulces. Y bastaba que uno le hablara del espacio, de la ciencia, de la poesía, para que su mutismo desapareciera y conversara entusiasmado sobre lo último que había leído en la revista Scientific American o en alguna de las otras revistas científicas a las que estaba suscrito, y que incluían el New Yorker, porque igual que el universo, le interesaba el mundo. Era místico, pero tenía sus raíces bien plantadas en la tierra. Le gustaba la comida, las salchichas alemanas, el vino, pero vivía como un monje en su casa de Managua, una habitación con una cama, una mesa de noche y una hamaca.
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