sábado, 15 de mayo de 2021

CONVERSACIONES ESTÚPIDAS 4© [16] By Víctor Norberto Cerasale Morteo®

CONVERSACIONES ESTÚPIDAS 4© [16] By Víctor Norberto Cerasale Morteo® En el siglo pasado, el XX, en los años cuarenta, cincuenta, sesenta, setenta, ochenta, y hasta el 80% de los noventa, no había internet, no había redes sociales, los teléfonos eran fijos, por ende no había telefonía celular… por entonces las gentes tenían derechos humanos y ciudadanos garantizados por los estados presentes, y por políticos coherentes… por entonces las gentes reconocían la importancia de la dignidad humana… por entonces las gentes entendían la importancia de la condición y la calidad humanas, y que cuando ambas no coinciden (condición y calidad), se produce una alteración que arroja como resultado un humano híbrido, que vive como tal, pero que circula a contramano de su propio “sí mismo”, negando lo evidente, esquivando la realidad, o simplemente, tomando ventaja del prójimo desprevenido, esto es contraría su propio destino… recién en 1998 aparece Google y se abren las comunicaciones en línea… hasta entonces la gente entendía la libertad como algo propio de la condición humana, un sentimiento nacido y arraigado como consecuencia de las calamidades de la segunda guerra mundial, los miles de muertos innecesarios, los enfrentamientos y las chicanas, el holocausto, las tragedias nucleares de Hiroshima y Nagasaki, la guerra fría, la división de Alemania, el muro de Berlín, la Unión Soviética, los desarrollos nucleares permitidos y los no permitidos… y todos los conflictos que vinieron después, desde Vietnam y sus tragedias, hasta Afganistán y las propias, desde Israel hasta Palestina, y desde el terrorismo de masas hasta el terrorismo de falsos héroes… hoy, la libertad es un hecho declamativo, pero las gentes viven esclavizadas y martirizadas por los intereses y las conveniencias económicas de unos pocos “avivados”… hoy las garantías individuales son utópicas y los derechos humanos y ciudadanos existen en tanto y en cuanto se den las circunstancias… cuando les conviene a los estados ausentes, hay derechos humanos y ciudadanos, cuando no le conviene a los estados ausentes, no los hay, así de simple… cuando les conviene a los estados ausentes, hay constitución… cuando no le conviene a los estados ausentes, no la hay, pero desde la pandemización del planeta en 2020, el ser humano anda a la deriva, mientras que los estados políticos han dejado de existir a manos de desatinos de funcionarios inescrupulosos que hacen de la corrupción un culto y del atropello un método… dicho de otra forma, los funcionarios no honran su función así como los políticos no honran la propia, siendo meros delincuentes aprovechándose de los mortales… emulando las conductas del poder genuino, el que permanece oculto, el que realmente baja línea a la clase política para que el desmadre actual tome entidad global… a alguien le sirve el desmadre… mucho… se regocija de ello… y lo recrea tantas veces como le resulta posible… mientras tanto, las personas están impedidas de enfrentar un poder concentrado en vaya a saber dónde… es decir, se sabe dónde, pero se modifica según quien lo mire, desvirtuando cualquier conclusión apresurada… la generación que arribó con los años dos mil, nació con Google, por lo tanto, el pasado, lo anterior, jamás tuvo lugar en sus espacios, así es que dicha etapa es una mera anécdota, superada por la instantaneidad de las comunicaciones… yo te hablo, tu me respondes… los vínculos son muy diluidos y se resumen a situaciones de negocios… los amigos son escasos, la familia ha perdido entidad, y las personas se reducen a sus soledades… En aquellos años viejos del siglo pasado, las cartas formaban parte de un ritual que comenzaba con la disposición a escribirlas, buscar el papel adecuado, buscar la lapicera adecuada, buscar el sobre adecuado, y sobre todo, “tomarse el tiempo”… las cartas demoraban según las distancias, así es que el tiempo era de pocos días, hasta algunos meses… por entonces, tenía vínculos con México, Perú, Bolivia, y América Central… pero curiosamente, también los tenía con Alemania, España, e India, a los que más tarde se agregaría Japón… las conversaciones demoraban… y las respuestas a veces llegaban presurosas, y otras veces no… por lo general, quien más cerca estaba, era el más renuente a responder… sin embargo, a la distancia, las cartas, desde los setenta en adelante iban y venían… eran tiempos de enfrentamientos sociales… eran tiempos románticos donde los jóvenes luchaban por imponer ideas de sociedad equitativas… eran tiempos donde sobraban las ideas y sus fuentes… había filósofos con notoriedad de sabios y hasta sabios con visiones filosóficas genuinas… había pensadores y poetas… había escritores y músicos que protestaban por todo aquello que estaba mal… y lo que estaba mal no era poco sino mucho, así es que había tema para todos… buscando imponer convicciones… luchando por espacios propios y ajenos… dentro de esa sociedad convulsionada había solidaridad auténtica… había voluntad de construir… había voluntad de hacer… y lo demás era cuestiones de debates y discusiones interminables… como te digo, los que estaban lejos eran los que respondían a sus respectivas brevedades… los que estaban cerca eran los que disimulaban y apenas si alguna vez te respondían… esto significa que los lejanos se nutrían y te nutrían, mientras que a los cercanos les importaba un bledo lo que podías decirle… así es que cuando te encontrabas con ellos, casi nunca mencionaban tus notas, y si podían, hasta evitaban cualquier respuesta que pudiese incomodarlos… indudablemente, allí residía la diferencia en la calidad de las personas… como sea, para mí, el rito era repetido, incluyendo en ello hasta la selección de estampillas… que tenían valor moneda… que contenían a figuras históricas de cada país, que contenían paisajes destacados, pinturas de artistas reconocidos, gentes de bien, y numerosas opciones que recorrían lo que cada país representaba en el concierto de la Tierra… para muchos escribir era una cuestión de humanidad… para otros escribir era una molestia que se convertía en excusa… para algunos escribir era un acto de educación y formalismo… para otros escribir era una inconveniencia absoluta… pero te aseguro que la emoción de recibir una carta era algo monumental… también te aseguro que redactarla era un acto de plenitud, de felicidad, de reconocimiento hacia el otro… así es que mis cartas andaban circulando por algunos lugares del planeta… redactadas en español… balbuceadas en inglés… o trabajadas en descripciones pormenorizadas sobre circunstancias que abarcaban la vida y más allá… como sea, eran intercambios filosóficos que permanecen en el inconsciente colectivo del emisor y del receptor… solía guardar las respuestas… respuestas que perdí por avatares de la vida, esto es que “alguien” se apropió del todo, y dentro del todo, estaban las cartas… por lo tanto, me quedé con los recuerdos… siendo que lo demás, aquello que realmente tenía importancia para mi persona, se perdió a manos de gente sin escrúpulos y con demasiado ego… A una de esas personas que no respondía nunca, solía escribirle con frecuencia… las cartas iban, pero casi nunca regresaban… iban mensajes que jamás encontraban eco… así es que tardé muchos años en darme cuenta que mis cartas le importaban un carajo, y que yo estaba en su vida, pero no en sus planes… en su vida era una inconveniencia y un peso… por lo que siempre encontraba la excusa perfecta para esquivar los encuentros… sin embargo, las escasas veces que respondía, lo hacía mediante agresiones y poniendo en duda cualquier propuesta… más evidencia de que estaba en su vida pero no en sus planes… a veces el alma no te deja ver… a veces el espíritu no te deja entender… a veces la consciencia te juega malas pasadas y no te deja darte cuenta… como sea, los mensajes iban, pero casi nunca volvían… y las veces en que ello ocurría, siempre me quedaba una sensación de daño brutal que no me la podía sacar de encima… era la única persona con la cual me ocurría lo dicho… seguía empecinado en escribirle… estaba empecinada en no responderme, aduciendo falta de léxico, que no le gustaba escribir, que prefería hablar, y otras pavadas semejantes, que ocultaban razones que yo, en mi incapacidad, no lograba desentrañar… ¿cuántas cartas escribí?... muchas… con que fuese más de una ya era suficiente… con que fuesen más de diez, ya era más que suficiente… con que fuesen más de cien, representaban lo que había un alma… el no contestar era una conducta, una actitud frente a la vida, no querer dejar plasmado en un papel aquello que realmente sentía, de lo que estaba arrepentida pero no se animaba a exponer, a colocar sobre la mesa… los miedos suelen jugar malas pasadas, pero las malas intenciones suelen colocar a las personas en bretes imposibles de manejar… como sea, la vida transcurría entre palabras escritas y silencios prolongados… De ella recibí una carta con una brutal agresión… en aquel año de los noventa, viajaba a Brasil con frecuencia, a Alemania con frecuencia… viajaba por el mundo con mucha frecuencia… se animó a escribirla y la dejó sobre la mesa de luz, con un sobre pulcro, cerrado prolijamente con pegamento… la tomé y la coloqué en mi portafolio… cuando el avión volaba a doce mil metros de altura, en la soledad de una noche interminable, abrí el sobre, rompiéndolo, casi adivinando cuál era la respuesta… no me equivoqué… había odio en esas palabras y lo había en esos trazos… había odio en la caligrafía… supe que todo estaba roto y que lo roto era irreparable… estaba buscando el momento para sacarme de encima… no le convenía por cuestiones económicas, pero su objetivo era patearme el trasero… pocos años después logró lo que quería… manipuló las circunstancias y simplemente me quitó del medio… apropiándose de todo al modo de un zarpazo, es decir que teniendo techo, me quedé sin hogar posible y me encontré subrepticiamente fuera de una familia… las manipulación había sido con una precisión quirúrgica, justo en un momento de declinación económica… Nunca pude quemar la carta… tampoco pude quemar las cartas enviadas… al menos hubiese honrado los silencios… allí caí en la cuenta que sin quererlo, o queriéndolo, había estado escribiendo algo todos los días… había estado escribiéndole algo todos los días… alimentando el espíritu… más tarde recordé que su único mensaje, estaba compuesto de una página y media… no sé cuántas palabras, pocas las suficientes como para herirme… no sé cuántos espacios… no sé cuántos puntos como tampoco sé cuántas comas… no sé siquiera cuántos acentos y cuántas palabras con acentos… sólo sé la agresión me atravesaba el alma y no exponía ni una sola verdad… pero allí residía su sentimiento… en el vacío… Al principio me quedé con el hueco en el alma… curiosamente, la vida me reintegró todo lo que me habían saqueado… me devolvieron lo perdido… nunca el tiempo, nunca los afectos desperdiciados, nunca los puentes establecidos, nunca los vínculos quebrados… los pasados no regresan jamás, porque quedan inscriptos en la eternidad a la cual pertenecieron… finalmente, uno aprende… aprende que las almas vacías, son abismos incapaces de ser completados… los abismos de las almas vacías, se hacen cada vez más profundos, hasta que devoran el propio hueco… donde aun teniéndolo todo, terminas no teniendo nada… cuando no tienes nada, ni siquiera te tienes a “ti mismo”… eso sí que lo aprendí…

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