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“La literatura ergódica no existe si el lector no quiere que exista”, decía Laura Fernández hace algo menos de una década en un artículo sobre Mark Z. Danielewski. “Porque lo que hace la literatura ergódica es colocar ante el lector una serie de textos que éste debe relacionar y tomar decisiones sobre su relevancia para llegar a entender lo que sea que esté pasando en la historia”, definía.
Parece que, ya mediada la década de los veinte, el lector está muy por la labor de lo ergódico –con perdón por el palabro–, como lo atestigua aquel furor de hace dos navidades por S. El barco de Teseo, de J.J. Abrams, y los intentos posteriores de poner en el mercado ese tipo de libro enigmático con cosas dentro.
Si la novela tuviera un botón de resetear a los ajustes de fábrica, seguramente ya funcionaría como un lugar –un espacio mental y físico– al que le caben toda clase de textos dentro, toda clase de posibilidades. ¿Acaso no era eso ya El Quijote, esa fiesta de cuentecillos, aventuras, romances y espejos? Por esos caminos laberínticos jugó Cortázar y se internó Borges como lo haría un aedo, con ese aire de templo abandonado lleno de presencias que es su literatura.
Danielewski recogió esas y otras muchas herencias –principalmente de posmodernos americanos como D.F. Wallace y Pynchon– y justo en el cambio de siglo a este que estamos ahora –El Siglo de los Rusos, según Perruca–, escribió un libro de esos que hacen catapún, de los que entran sin sonrojo en esas categorías tan manoseadas de ‘artefacto literario’ y ‘de culto’ : Casa de hojas. 736 páginas –el número importa– llenas de lo que podríamos considerar anomalías si lo comparamos con una novela normal: maquetación a ratos epigramática, hipertextualidad en notas al pie de página, distintas tipografías, códigos de colores, numerología, alfabetos extraños… Porque, al fin y al cabo, la novela parte de otra anomalía: una casa que conserva su volumen y apariencia exterior pero que crece por dentro.
Se editó en España en 2013, en una coalición entre Pálido Fuego y Alpha Decay, con traducción de Javier Calvo y maquetación del escritor Robert Juan-Cantavella. Por entonces, su autor era ya una especie de estrella del rock en Estados Unidos: había una promesa de serie para HBO, inició el proyecto The Familiar (una locura de veintisiete novelas de 880 páginas que sólo llegó hasta la quinta) y los derechos, una vez vencidos, tenían un precio inasumible para las dos editoriales españolas. Y ahí, como en la casa, quedó un hueco, la terrible –en este caso– ausencia de lo descatalogado. Gente pensándose pagar una fortuna en el mercado de segunda mano y cosas así. Nos hubiera gustado que permaneciera ahí, en los catálogos de esas editoriales tan propicias para el descubrimiento, pero lo que parece imposible a veces acaba convirtiéndose en imposible.
Ahora la reedita Duomo y se convierte automáticamente en nuestro libro de la semana, porque todavía recordamos la sensación de asfixia y descoloque que nos produjo su lectura hace una década. Conserva traducción y maquetación y aquí lo tenemos ya. También es verdad que quien se enfrente a este capítulo de lo ergódico esperando misterios de salón, ojo. Casa de hojas es un terremoto que puede acabar siendo una historia de amor, según su autor, pero juega con códigos de Stephen King, Lovecraft y nos remite a bizarradas metaliterarias contundentes. Entre por su propio pie.
Entramos en la recta final de los encuentros por este curso. Esta tarde, viernes, viene Marta del Riego Anta con su novela Cordillera, que aborda en forma de noir de naturaleza la dicotomía entre conservación de la vida salvaje y las explotaciones ganaderas. Una novela sensual, donde se palpa a través del lenguaje de las aldeas toda la gama sonora y visual de la tierra vivida y recordada. Conversa con Charo Alonso.
Mañana sábado, a las 19h, Arantxa Fuentes nos descubre la vertiente poética de Camilo José Cela a partir de su labor de editor en la revista Papeles de Son Armadans, que fundó a mediados de los cincuenta y mantuvo en activo hasta finales de los años setenta. Fuentes analiza un amplio epistolario inédito con autores como Vicente Aleixandre, Concha Lagos o José Agustín Goytisolo para desvelar las bambalinas de las relaciones entre poetas y el panorama editorial en tiempos de la dictadura. La acompaña Emilia Velasco.
Lunes 16. Juan José Nieto regresa con Individual o zona, un libro que recopila buena parte de su pensamiento en torno a esa frontera donde confluyen deporte, educación y cultura. Autor de obras de ficción y entrenador de baloncesto de profesión, Nieto explora cómo lo que ocurre dentro de una cancha tiene mucho que ver con la historia, la sociología y una mirada frente al mundo. Conversa con Jota Cuspinera.
Miércoles 18. Recibimos de nuevo a Fulgencio Argüelles, uno de los autores que mejor combina imaginación y memoria. El desván de las musas dormidas es una novela que se levanta sobre los fragmentarios vestigios de realidades íntimas que su autor modela en forma de elegía: un deseo inconformista de comprender quiénes fuimos para entendernos en el presente. Su prosa envuelve y evoca como pocas. Le acompaña Charo Alonso.
Jueves 19. Teresa Valero trabajó en las entrañas de series de animación como Babar o en algunos largometrajes de Astérix, luego escribió guiones en cómics dibujados por Guarnido o Monserrat Martín y hace apenas cuatro años publicó su primera obra como autora completa, Contrapaso. Madrid, mediados de los cincuenta. Periódico ‘La Capital’. Periodistas que investigan casos que la dictadura oculta, la oscuridad bajo la imagen de crimen cero que el régimen quería proyectar. Dos volúmenes –hasta el momento– que cuenta ya con una legión de lectores. Conversa con Seve Acosta.
Novedades, debería de haber. Un nuevo Juan Mayorga nos sirve para abrazar fuerte a Carlos Rod, el editor de La Uña Rota, flamante Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial 2025. Un premio de esos que dices: muy merecido. Su catálogo no sólo mantiene viva la literatura dramática más efervescente que se está escribiendo en España, sino que trabaja con admirable precisión y criterio la poesía, el ensayo teatral y pequeños libros extraños que consiguen brillar.
Nos hablan mucho y bien de El verano de Cervantes, de Antonio Muñoz Molina –siempre está ahí ese propósito de leer El Quijote en vacaciones–; le tenemos ganas a Okinawa, un clásico del cómic japonés sobre las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial; vuelve Guillermo Arriaga con El hombre, otra de sus novelas construidas con múltiples voces y cientos de páginas sobre los orígenes sangrientos de las grandes fortunas norteamericanas.
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