Arte / Nota de tapa
Pettoruti en abstracto
El artista que revolucionó la escena porteña durante la primera mitad del siglo XX es protagonista de una reveladora muestra inaugurada ayer en Malba
Viernes 27 de mayo de 2011 | Publicado en edición impresa.
Por Elba Pérez
Para LA NACION
Muchas aguas pasaron bajo los puentes desde que en 1924, en Buenos Aires, sin que fuera propósito de Emilio Pettoruti, estallaron en la galería Witcomb los petardos más groseros de la estupidez vernácula. Algo barruntó el doctor Marcelo T. de Alvear, que visitó la muestra horas antes de la inauguración. "Plazca al cielo que no necesite usted esta tarde de los servicios de la asistencia pública", vaticinó, anticipándose a la trifulca mayúscula que se inició, poco después de las cinco de la tarde, al abrirse la muestra al público. En el zafarrancho mediaron en defensa de la integridad del pintor, de su obra y de las instalaciones de la galería de la calle Florida un puñado de amigos martinfierristas.
¿El motivo de la furia? Vaya a saber; "la estupidez es insondable", afirmaba Alberto Girri. En la superficie se acusaba a Pettoruti de "futurista", equívoco acuñado por Luis Falcini, sobador de mármoles y nada frecuentador de estéticas de altura y profundidad.
De aquellas aguas vinieron otros lodos. Pettoruti polemizó con conocimiento y argumentos, pero el más enjundioso fue el rigor obstinado al que ajustó su obra y su conducta. A este artista hace homenaje y reparación la exposición de Malba curada por la experta y sagaz Patricia Artundo.
No se trata de una muestra más, seguidora de otras muchas, consagratorias, en nuestro país y el exterior. Artundo es perita en aventar los polvos que se superponen, opacando y ocultando la singularidad de los artistas que examina. Su trabajo sobre la obra gráfica de Norah Borges es prenda de lo dicho y emergente de sus muchos aciertos.
Ella establece un corte cronológico (1914-1948) resumido en 37 obras que sustentan su tesis, su convicción, del carácter abstracto del numen creador de Emilio Pettoruti. Sus argumentos se apoyan en el conocimiento de lo mucho y bueno escrito sobre Pettoruti y sobre el escenario de la época que la muestra testimonia. Pero el valor de su intervención reside en la reacción de su pupila, interpelada por la originalidad de la imagen del pintor.
Despabila también la remanida asignación de epígono tardío del cubismo, que mentes perezosas endilgan al autor de Vino Rosso , Pensierosa , La grotta azzurra , Los arlequines , la serie de Las copas o El hombre de la flor amarilla (¿homenaje a Luigi Pirandello?).
La postulación de Patricia Artundo, acompañada por el curador jefe de Malba, Marcelo Pacheco, es precisa, definitoria. Abreva en fuentes inobjetables y en su relectura da proyección actual al affaire Pettoruti. "Futurista", "cubista", "figurativo", "epigonal" y otras cizañas han pretendido desnaturalizar el obstinado rigor al que se atuvo el pintor platense.
Pettoruti se mantuvo siempre al día con el pensamiento de su tiempo. Y supo leer la lección de los maestros de altri tempi , a sabiendas de que el arte verdadero se burla de la arena, la brújula y el péndulo. Su intercambio con los protagonistas de las vanguardias europeas se sumó a su diálogo con los artistas de otros siglos, culturas y procedencias. A todos ellos escrutó bajo la órbita sensible e intelectual del vocabulario silente de las formas que la luz revela.
¿Abstracto, figurativo, combinatorio? Las clasificaciones ponen cierto orden, ofrecen parámetros, contextos y sosiegos a menudo transitorios. Hasta que otra pupila interpelada, como la de Patricia Artundo y otros selectos predecesores, nos remontan a la incertidumbre original. Allí donde el arte sucede.
Pettoruti tuvo conciencia precoz de aquella unidad que subyace -diversa e infinita- en la percepción del mundo y de la propia intimidad. El suyo fue un proceso arduo, autoexigente, siempre en procura de adentrarse, trasmutarse en el espíritu de la naturaleza, acorde con el aserto compartido por Leonardo y Hokusai.
Estos mentores no fueron ejemplos de templanza, tampoco él. Pero ésa es la idiosincrasia de los que buscan la verdad, a sabiendas de que no es unívoca sino aquella que se gana, como la libertad, cada día, según Goethe, otro universal.
Emilio Pettoruti mantuvo la unidad intrínseca sin perder el rumbo de las aguas revueltas del tiempo en que vivió. Sostuvo la coherencia en medio de combates y polémicas, de abucheos y aplausos sin repetirse, sin autorreferencias complacientes.
Magullado tal vez por rechazos o adhesiones ignoró, como sugería Kipling, a los dos farsantes: el éxito y el fracaso. Y sostuvo su dignidad en la penuria. Ese hombre de prurito dandi, que ceñía ropa de esgrimista, arrostró tempranamente la pérdida de su ojo izquierdo. Una operación que pretendía reencauzar un estrabismo lo condenó a tratamientos dolorosos, operaciones sucesivas que no revirtieron el daño. Por orgullo y dignidad disimuló, asistido por su dilecta María Rosa González, su condición de cíclope funcional. Tal vez fue su modo de afinar la puntería sobre lo visivo y su interioridad.
La lectura que ofrece Malba da para estas y otras disquisiciones. Es su valor raigal. Recordar que a 30 años de su muerte, en el Hospital Cochin de París, a los 79 años, Pettoruti, dueño del sol de Buenos Aires y de las penumbras de Vallombrosa, es un agua que discurre bajo los puentes. Siempre el río y otro río, como nos reveló otro poeta, Heráclito. No quedemos al margen. En Malba, cercano al Río de la Plata, hay un torrente muy nuestro y muy universal que nos interpela.
Los amigos
En materia de amistad, Pettoruti era matizado y radical. Discriminaba entre la condición del hombre y la calidad artística de la producción del amigo. Supo en la juventud compartir chacotas y bullicios, penurias y fatigas sin perder integridad ni compostura. Pero fue inflexible a la hora de sostener convicciones y así fue como se ganó fama de arrogante, antipático y spianta amici .
Nada más injusto. Sacrificó su larga amistad con Xul Solar, cuya obra siguió admirando, cuando se hizo evidente la adhesión de Xul al nazifascismo. En Un pintor ante el espejo , Pettoruti dedica muchas páginas al período italiano que compartió con Xul. Compañeros de hambrunas, disfrazaban la magra pitanza llamando amarillo a la polenta y blanco al pan y la leche, que eran su dieta usual en Florencia. Silbar "Bicho feo" servía en los tiempos de malaria como contraseña para comunicarse.
Compartieron la muestra de 1924 en Buenos Aires, que devino en pugilato sólo salvado por Marcelo T. de Alvear, presidente de la República, amante del arte, defensor a ultranza de los valores plásticos del platense.
Pettoruti recibió las pullas que Xul eludió con mutis de liebre. El "futurista" pasó por alto la falta de solidaridad del colega pero no resistió la creciente filiación al nazismo ni la adhesión al letal Aleister Crowley, apodado la "Bestia", quien se preciaba de ocultista, matricida y otras zarandajas por el estilo. Su calaña inspiró a Aldous Huxley un personaje de su célebre novela Contrapunto . Adoldo Bioy Casares contó que Jorge Luis Borges rompió -y muy violentamente- con Xul por el mismo motivo. A la muerte del pintor, Borges despidió al artista sin referirse al hombre.
Hijo de una familia de librepensadores, formado en la Florencia de Mateotti, mártir del fascismo surgente, Pettoruti organizó la muestra de Margheritta Sarfatti, ex amante del Duce. Accedió en razón del liderazgo vanguardista de la ex, pero prohibió cualquier injerencia de Sarfatti en su curaduría y toda incursión en otro campo que no fuera la plástica. Nunca volvió a referirse a Xul.
Autodidacta y maestro
Giuseppe Casaburi fue su primer maestro. El nonino , con quien vivió buena parte de su infancia, sólo le regaló afabilidad, papeles y colores y una máxima que regló su vida. A los once años le hizo pintar un muro del patio familiar, un gran canasto de flores. Su orden fue categórica: "Tenés que inventar las flores y no copiarlas". Entre la aventura y el orden, Emilio Pettoruti sentó el fiel de su medida estética. En La Plata, esa ciudad armoniosa, novísima, donde nació, y en Florencia, supremo acorde artístico, Pettoruti intentó asimilarse a la enseñanza académica.
Desistió con presteza, olió el tufo esclerosado y con instinto afinadísimo volvió a las fuentes. Como en La Plata, fue habitué de los museos de ciencias naturales, los jardines zoológicos y botánicos, las bottegas de artes y oficios (vitrales, mosaicos, textiles) y los museos donde con análogo tesón estudió a Fra Angelico, Masaccio, Giotto, Tiziano? Aquellos que lo precedieron en inventar y no copiar la naturaleza.
Más allá de su práctica pictórica, Pettoruti fue maestro severo, inconcesivo y generoso. En su taller de la calle M.T. de Alvear casi Callao, que Manuel Mujica Lainez inmortalizó en una novela, formó y confirmó a un núcleo de admirables discípulos: María Juana Heras Velasco, Josefina Spragon ("Fifa"), Delia del Carril (segunda esposa de Pablo Neruda), Elena Videla Dorna, Stella Morra de Cárcano, Alejandro Weinstein, Dora Cifone -formada en la Academia de Brera y la primera mujer que manejó ¡antes que Victoria Ocampo! una voiturette Citroen roja- y tantos otros.
Con matices, todos coinciden en que a su alrededor circulaba un aire frío. Provenía del celo higiénico, del orden y del método que constituían su norma, a la que se sometía y debían guardar de modo análogo quienes en él confiaban. El dibujo -la estructura- daba paso progresivo al color, siempre iniciado en paleta restringida.
"La luz es la norma que se debe conquistar, la piedra basal, la columna que sostiene la techumbre del templo", citaba Dora Cifone al maestro, ante las balbuceantes alumnas de la escuela Manuel Belgrano.
Pettoruti era nítido y certero en la enunciación de sus principios. Pionero del arte contemporáneo, advertía que la búsqueda personal y la expresión individual son valores supremos. Y que toda producción se funda en el rompimiento de viejas normas esclerosadas.
Para destruir, Pettoruti dixit , "basta una piqueta". Para construir, renovadamente, hay que conocer las leyes de la construcción. Y remataba: "¿Dónde se vio un músico que ignore la escala y pretenda renovar la música?"
Emilio Pettoruti fue formador en sus intervenciones periodísticas y en su función de director del Museo Provincial de Bellas Artes de La Plata. Desde allí combatió la esclerosis academizante, abogó con denuedo por la inclusión de lo nuevo y resistió los embates del peronismo en la figura del doctor Oscar Ivanissevich, ripioso versificador y pedestre impugnador del "arte degenerado", esa infausta y conocida estirpe hitleriana, quien que por dos veces fue -¡cosas veredes, Sancho!- ministro de Educación.
Lejos de estas destemplanzas, colegas y críticos se cebaron en Emilio Pettoruti, retaceando o haciendo relativo, epigónico o mimético su protagonismo en el arte del siglo XX.
Es probable que no fuese llevadero o simpático. Tanto da, ya que no vendía dentífrico ni pretendía estar en todos los platos, como el perejil. Los mejores entre nosotros confiaron en él como maestro y guía.
ADN PETTORUTI
La Plata, 1892 - París 1979
Virtual autodidacta, fue becado por la gobernación bonaerense por sus precoces méritos de caricaturista. En Italia inició aprendizajes académicos, los que pronto abandonó para privilegiar la experiencia en talleres de oficios y estudios en museos, que más tarde implementó en su obra, en el desempeño docente en Buenos Aires y como director del Museo Provincial de Bellas Artes de La Plata, al que hizo ariete de la renovación estética. Polémico siempre, fue consecuente protagonista, a menudo incomprendido en el país, aunque distinguido en Europa y en Estados Unidos por su condición de artista pionero del arte del siglo XX.
Ficha. Pettoruti y el arte abstracto. 1914-1949 ; 37 obras (dibujos, collages , acuarelas y óleos) de Emilio Pettoruti en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Av. Figueroa Alcorta 3415), hasta el 27 de junio
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Un quinteto que hizo historia
Por Adrián Gualdoni Basualdo
Para La Nación
Viernes 27 de mayo de 2011 | Publicado en edición impresa.
.Quinteto, 1927.
.La trayectoria de Emilio Pettoruti hacia el nivel más alto del mercado del arte argentino reconoce un recorrido de cinco pasos decisivos. Fueron cinco obras salidas a subasta a lo largo de tres décadas, que fueron subiendo gradualmente la cotización del artista.
Hay un hito liminar, hoy ya legendario, en noviembre de 1980, cuando en las tarimas de Sotheby's y en el contexto de las inaugurales subastas de arte latinoamericano se ofreció Quinteto , la emblemática obra que el artista realizó en 1927. Vendía la soberbia pintura el Museo de Arte Moderno de San Francisco, que se la había comprado a Pettoruti cuando el maestro platense expuso en sus salas en 1944. Resultó su visionario adquirente la por entonces creciente colección de Carlos Pedro Blaquier y señora. La suma de 209.000 dólares pagada en la ocasión, además de ser una suma formidable para la época, ocupó el podio del mercado por largos años.
A partir de esa venta, fueron varias las colecciones que pusieron atención en Pettoruti. En 1988, el venezolano Elías Capriles compró Serenata romántica en 242.000 dólares, superando el récord anterior y consolidando el interés internacional por el artista.
Un nuevo paso firme en la valoración de Pettoruti dio en 1993 Eduardo Costantini, al adquirir en memorable puja realizada en el porteño hotel de ventas de Saráchaga la espléndida Canción del pueblo , hoy en el patrimonio de Malba. Su precio fue 324.200 dólares, cifra que se colocó al tope de las ventas durante cinco años.
Morocho maula destronó la obra anterior, cuando en mayo de 1998, en Christie's de Nueva York, fue vendida en 497.500 dólares a una colección privada latinoamericana que ha hecho del bajo perfil una de sus marcas.
El paso final en este circuito de récords lo protagonizó El cantor , figura de 1934, vendido en las salas del Rockefeller Center en noviembre de 2008, a contrapelo de la crisis financiera que paralizó los mercados, en la contundente suma de 782.500 dólares.
Para Emilio Pettoruti, y en especial para sus grandes obras, la plaza está firmemente demandada. El consagratorio nivel del millón de dólares está aguardando que la oferta suba a las tarimas, porteñas o neoyorquinas, la pintura que ponga al rojo el martillo que la adjudique.
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Pettoruti y el arte abstracto
Por Patricia Artundo
Para La Nación
Viernes 27 de mayo de 2011 | Publicado en edición impresa.
.Emilio Pettoruti en 1970. Foto Archivo.
En su conjunto, las obras presentadas en Pettoruti y el arte abstracto: 1914-1949 son conocidas, aun cuando hace más de sesenta años que algunas de ellas no se exponen en el país. En realidad, lo que la exposición propone no es mostrar obras "inéditas", sino ejercer una nueva mirada sobre ellas. En este sentido, lo que guió tanto su selección como el modo de presentarlas finalmente en el espacio de Malba fue responder a algunas preguntas. ¿Cómo llegó Pettoruti a la abstracción? Y, en todo caso, ¿cuáles fueron las respuestas que dio al reflexionar sobre esa problemática desde la práctica artística?
Los extremos del marco temporal propuesto -35 años de producción, entre 1914 y 1949- indican el punto de partida con los dibujos y pinturas abstractos realizados durante sus años formativos en Italia y, luego, el cierre con algunas pinturas de los años cuarenta. En términos de economía discursiva, se dejó fuera de la exposición su producción parisina de las décadas de 1950 y 1960, ya que no ofrece discusión alguna acerca de su filiación con el arte abstracto. La selección de obras no sólo incluye aquellas que muestran su trabajo a partir de la abstracción pura -como Fuerza centrípeta (1914)-, sino también otras que permiten afirmar que la problemática de la abstracción fue una constante subyacente aun en pinturas como Mi florero I (1943), que poseen un anclaje referencial en el mundo exterior. Por otra parte, también se destaca algo que Pettoruti dejó planteado desde sus años europeos: que el artista no trabaja sobre temas -aun cuando estos sean reconocibles, como en El pintor Xul Solar (1920)- sino sobre motivos, tal como se observa en sus dos versiones de Vallombrosa (1916). Así, de su propio planteo surge una aparente repetición o reiteración en su producción -como sucede en sus Copas , incluida Orgía II (1934)-, cuando en realidad de lo que se trata es de la definición de matrices que actúan como soporte de sus investigaciones.
La exposición resitúa al artista como protagonista central de la vanguardia europea y latinoamericana, sí, pero lo hace por fuera de los lugares ya transitados, de manera tal de recuperar la diversidad de sus líneas de investigación. Sin embargo, tampoco se trata de limitar su importancia al rol cumplido en esos contextos, un rol que -aunque central- parece dejarlo fuera de la reflexión en torno al arte abstracto en la Argentina durante los años 30 y 40. En la lectura que propone, Pettoruti y el arte abstracto: 1914-1949 recupera desde las obras el propio ejercicio reflexivo del artista, caracterizado por la complejidad, la variedad y la densidad de sus propuestas.
La autora es docente e investigadora de la Universidad de Buenos Aires, curadora de libros especiales y manuscritos de la Fundación Pan Klub-Museo Xul Solar y asesora de proyectos especiales de Fundación Espigas.
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Editorial
Desde el umbral de la abstracción
Por Alicia De Arteaga
Viernes 27 de mayo de 2011 | Publicado en edición impresa.
Pettoruti vuelve a ser noticia a casi un siglo de la inauguración en las salas de Witcomb de la exposición que dividió las aguas de la crítica y el público. Convertido casi en escena de pugilato, el desembarco del platense en Buenos Aires fue interpretado como una herida estética para el gusto dominante, anticipada por Alberto Prebisch, en su columna del diario Fronda, el 13 de octubre de 1924: "No es muy aventurado pronosticar el desconcierto que suscitará en el público porteño la muestra que se inaugura hoy". Profecía cumplida.
El guión curatorial de la historiadora Patricia Artundo marca las líneas de la muestra de Malba y reinvidica la paternidad de la abstracción para el autor de Vallombrosa , a la vez que propone una nueva mirada sobre el conjunto de obras producido entre 1914 y 1949. En la génesis de esta pintura revolucionaria, distinta, está la problemática de la abstracción. De su figura, traza un perfil intimista y cercano la crítica Elba Pérez; en tanto, Adrián Gualdoni Basualdo coloca la obra de Pettoruti en las coordenadas del mercado que lo consagró como el artista argentino más cotizado en pública subasta. Todo comenzó con Quinteto , por el que pujó en Nueva York el coleccionista Carlos Pedro Blaquier. Orgía II (1934) ilustra la portada de adn . El cuadro integró la colección de María Luisa Bemberg y forma parte del legado que la recordada cineasta dejó al Museo Nacional de Bellas Artes.
aarteaga@lanacion.com.ar
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el dispensador dice: a veces no hace falta irte para ser o sentirte exiliado. Puedes ser exiliado de sentimientos, o quizás serlo de labores, y permanecer aislado del conjunto que te rodea, sin que ellos se enteren que lo estás, lo disimulen o lo omitan. A veces no hace falta estar lejos para estar "exiliado" y la verdad es que a estas alturas no me acuerdo cómo era el verbo: exilar o exiliar, no importa, da igual, tú me entiendes lo que expreso. Durante el siglo XX la persecución de las ideas se hizo significativa, y de tanto serlo se transformó en dramática... junto con ellas se exiliaron los artes, las formas y las letras, el pensamiento que impulsa a la cultura y expresa las intimidades de las sociedades sin que estas lo sepan. Las gentes víctimas lo padecieron, pero sus dones y sus talentos también. La caza de brujas alcanzó a muchos de ellos y les consumió el destino, ése mismo que no guarda valor alguno para la miseria del victimario, un victimario que no sabe de ideas ni tampoco de ideologías, no sabe de colores, tampoco de páginas, mucho menos de sentimientos, para nada de las sensaciones y esas curiosas interpretaciones que cada ser humano hace de las esencias, siempre y cuando las reconozca. Durante el Siglo XX, primera y segunda guerras mundiales mediante, guerra fría después, conflictos interminables en Corea y en Vietnam, y todos los que se inventaron después, todo se tergiversó... y no fueron pocos los pensadores que debieron huir de las tergiversaciones generadas por las discriminaciones y las intolerancias de los estados intolerantes de entonces. Ello fue prolijamente aprovechado por algunos oportunistas que vieron en dichas emigraciones forzadas, huecos para sus salvaciones... ello favoreció la deformación del pensamiento cultural y la implantación progresiva del mediatismo que impera por estas horas. La vida de muchos pensadores se consumió fuera de sus suelos, sin mate, sin dulce de leche, sin afectos directos, apenas transcurriendo el día a día de sus reflexiones y sus aportes a la reflexión de los otros. Se fue el siglo XX y el milenio apareció teñido de barbarie, con atentados de rara etilogía, inculpando a unos pero, una vez más, burlando a la entidad humana que busca su identidad sin mellar el alma del otro. Es curioso ver, asistir, apreciar, espectar cómo el ser humano se ha convertido en un exiliado de su propia vida, de su propio destino, de sus propias esperanzas y hasta de sus íntimas ilusiones... los anónimos, los miles de millones de anónimos desconocidos, trascurren sus horas buscando el sentido de sus afanes y sus horas en medios inducidos por los estados ausentes, medios intensamente hostiles que desprecian la significancia y el valor del otro, del prójimo, del que no sabe por qué, pero pretende cambios que reflejen sus capacidades y sus derechos humanos, pocos derechos que definen el sentido de la existencia, pocas cosas que dan identidad a vivir en paz. Pero la paz no está por ninguna parte, no en los poderes, no en sus representantes políticos, no en las soberbias académicas, no en las burlas sociales de los que reciben migajas y son fuente de la justificación de campañas solidarias que permiten vivir a muchos más oportunistas de la pobreza ajena. Cuando te vas de tu huella y de tu sombra, la vida de los otros sigue igual, nada cambia y nadie notará tu ausencia, mucho menos reparará en la lejanía de tu esfuerzo. Nadie sabrá de la voluntad diezmada. Nadie reconocerá la importancia de tu esfuerzo partido al medio por esos extraños sentimientos vacíos de ausencias quebradas, sumergidas en desfiladeros de distracciones inducidas por las conveniencias del facilismo. Para el exiliado vale el conservar el sentido de sus capacidades creativas, sea en colores, sea en música, sea en letras o en ciencias. Más allá de preservar sus dones, le costará ser coherente con sus sentimientos íntimos. Soledad. Silencio. Observación. Contemplación. Compañía de afectos revueltos, demandas incomprendidas. Aprender a estar solo aún estando acompañado... y así es como el exilio se ha vuelto costumbre, consecuente con las discriminaciones y las incomprensiones, las intolerancias y los desprecios que cultivan inequidades, esas mismas que permiten que pocos la pasen bien y que los muchos la pasen como pueden, mal. El ser humano ha perdido su capacidad de ver, y detrás de ello ha perdido su capacidad para apreciar... concretamente, ha perdido perspectiva y se ha transformado en el foco de los problemas. Para resolverlos debes salir del problema y justamente, adquirir la capacidad de "tener perspectiva". Y el primer factor de dicha capacidad consiste en identificar que el "exilio" es hoy una variable que domina a casi toda la humanidad. Aún pisando tu huella y seguido por tu sombra, estás exiliado de la barbarie que te rodea y condiciona... no es bueno. Deforma los colores, las letras y las músicas, los conocimientos se compran y se venden, por ende todo se manipula y lo trascendente se ve reemplazado por aquello que no lo es. Cuando ello sucede, lo que se exilia, es la esencia... Mayo 27, 2011.-