lunes, 2 de mayo de 2011

UN TREN LLAMADO DESTINO ||| Sábato deja su huella en los argentinos - La Gaceta

DESPUES DEL FIN
Sábato deja su huella en los argentinos


Lunes 2 de Mayo de 2011 | Hoy como ayer, la escritura de Ernesto Sabato, nacida bajo el signo de la vanguardia, sigue exhortando a las recientes generaciones para que no se conformen con nada menos que con la totalidad de la experiencia vital, con nada menos que con "la fidelidad a lo que cada uno cree su destino"



| ESPERANDO SU DESTINO. Hombre de rupturas y vanguardias, Sabato siempre estuvo dispuesto a transgredir, a cruzar el umbral hacia lo desconocido. FOTO de ALDO SESSA

Por María Rosa Lojo
Para LA GACETA - Buenos Aires


Para ciertos sectores de opinión, Ernesto Sabato, consagrado como "prócer cultural", habría excedido su propio tiempo, se habría convertido, en vida, en monumento y estatua de sí mismo. Los que hoy ocupan (o se atribuyen) en el campo intelectual argentino una posición de "vanguardia", difícilmente lo admitirían como antecedente de sus propias obras, y menos aún estarían dispuestos a verlo como un miembro supérstite de esa clase de artistas: los que rompen o desvían los cánones vigentes para buscar nuevas formas de expresión.

Sin embargo, el ingreso de Sabato en la literatura ocurre bajo el signo de la ruptura y la rebelión. Ruptura, en primer lugar, con las formas consolidadas, cómodas, previsibles, de una carrera científica. Su tránsito de la ciencia a la ficción (mundos considerados incompatibles por el cerrado ambiente académico de las "ciencias duras" en aquel entonces) causó perplejidad y rechazo, tanto como si una honesta ama de casa decidiera, de pronto, entregarse a las drogas y a la prostitución, diría Sabato mismo, con eficaz sarcasmo, años después.

Ruptura, en segundo lugar, con las formas amables y las "buenas costumbres" literarias. París, meca científica, Ciudad Luz, foco de la razón y sede del Instituto Curie, donde Sabato trabajaba en 1938 como becario distinguido, tiene un reverso oscuro: el mundo nocturno de caves, poblado de iconoclastas, frecuentado por surrealistas y dadaístas: André Breton, Tristán Tzara, Marcel Ferry, el pintor Domínguez, se dan cita en esos espacios donde se desarman las palabras, se componen cadáveres exquisitos y las especulaciones metafísicas se subsumen en la deriva hacia mundos oníricos. Por esa puerta falsa -camuflada bajo las nítidas y respetables apariencias del día- Sabato ingresa en las ambigüedades de la ficción, siempre estrechamente ligada, en su caso, con los aspectos más revulsivos del romanticismo y el surrealismo. Sus novelas ofrecen al lector innovadoras entradas imaginarias (algunas, de siniestro esplendor) a Buenos Aires, ciudad-cosmos, a la historia argentina, a la condición humana.

Hoy como ayer, la escritura de Ernesto Sabato, nacida bajo el signo de la vanguardia, sigue exhortando a las recientes generaciones para que no se conformen con nada menos que con la totalidad de la experiencia vital, con nada menos que con "la fidelidad a lo que cada uno cree su destino" (La resistencia, pág. 136). Es una invitación a la nictalopía: la capacidad de ver en la tiniebla, de encontrar una senda en ella, de avanzar a pesar de los obstáculos, de descubrir sus secretas riquezas.

Es, también, una exhortación al pensamiento utópico. No casualmente Antes del fin termina con estas palabras, escritas a los 87 años: "....el obstáculo no impide la historia... el hombre sólo cabe en la utopía. Sólo quienes sean capaces de encarnar la utopía serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido".

Para Sabato, la actual "noche de Occidente", punto extremo de la cosificación, la fragmentación, la alienación de lo humano, no es el fin de un camino, sino un pasaje, y su propia muerte cercana como individuo aparece transfigurada en la luz inminente que aguarda en el fondo de ese tránsito. Sus últimas palabras testimoniales siguen señalando el camino del nictálope, la luz que alumbra en el corazón de las tinieblas, la posición de la vanguardia: los que van hacia delante, dispuestos a transgredir, esto es, a cruzar el inhóspito umbral de lo desconocido.
© LA GACETA


María Rosa Lojo - Escritora, doctora en Letras de la Universidad de Buenos Aires. Autora
de Sabato, en busca del original perdido
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Sábato deja su huella en los argentinos - La Gaceta



2/ENTREVISTA INEDITA A ERNESTO SABATO
"Todo gran arte es expresión del yo"

Lunes 2 de Mayo de 2011 | El autor de El túnel reflexiona sobre el arte y sus movimientos. También habla de la presencia de los fantasmas en su obra y de la vida en la gran ciudad.


Por Alba Omil
Para LA GACETA - Tucumán


- ¿Por qué recurren en tu obra los fantasmas? ¿Qué significan en tu vida?
- No lo sé. Lo más importante de mi obra de ficción está provocado por mi intuición y hasta por mi instinto. Porque estudié matemáticas, lo más intelectual y lúcido de las creaciones humanas, puede haber gente que piense que esas ficciones hayan sido producto de la razón pura, del pensamiento intelectual -y digo así porque al lado de él existe lo que puede llamarse el pensamiento poético, que proviene del alma, no del espíritu puro-.


- ¿Crees que el poder de la mente es capaz de aducir objetos?
- Si se le da a la palabra "mente" el mismo sentido que tiene la palabra "intelecto", sí, puede producir objetos, en rigor los llamados "objetos ideales", como es la idea de un triángulo o de un centauro. Pero no los objetos del arte y la poesía, que esencialmente provienen del inconsciente.


- ¿Qué significa para vos Buenos Aires?
- Tiene las desventajas de esos monstruos producidos por los Tiempos Modernos, cada vez más abstractos y despersonalizados. Odio esos productos y soy partidario de las pequeñas ciudades, a la escala del hombre, del hombre verdadero, el de carne y hueso. Y en el caso de Buenos Aires, sólo se salvan de esa alienación los barrios. Por este motivo, a la vez psicológico y filosófico, hace medio siglo que dejé Buenos Aires y me vine a vivir a Santos Lugares, en los restos de una antigua quinta, con cipreses, plátanos, plantas, una araucaria y una magnolia de más de cien años. Como ves, a los ojos de los "modernistas", soy un reaccionario…


- Por último, ¿qué piensas del Barroco?
- Casi nada me preguntás. Sabés, mejor que yo, todo lo que se ha escrito y discutido sobre ese movimiento, complejo, a veces contradictorio. De él se podría decir, un poco en broma, lo que un grande dijo del tiempo -no el meteorológico, claro-, "si se me lo pregunta, no lo sé; si no se me lo pregunta, lo sé". Y mucho más se complica el problema si se comparan la música, la arquitectura, las letras, la pintura. Muchos opinan que es un movimiento que, al menos en Europa, se desarrolló en el siglo XVII y hasta promediar el XVIII. Y se vincula ese hecho a una época de desaliento o de crisis que sigue al esplendor y claridad del Renacimiento. Pero todo eso es discutible. Porque, si no, ¿cómo explicar en pleno Renacimiento un barroco tan audaz y expresionista como las esculturas en color de Donatello, de lo más grande que se ha producido en todos los tiempos? Bastaría mencionar la María Magdalena y alguno de los apóstoles. En general no creo en esas divisiones mecánicas y casi matemáticas de la historia. Cualquier movimiento importante nace junto al contra-movimiento: y así lo clásico y lo barroco, lo apolíneo y lo dionisíaco. En el momento en que Europa empieza a ser dominado por el racionalismo, con Descartes a la cabeza, surge el romanticismo: a las razones de la cabeza se oponen aquello que Pascal llamó les raisons du coeur (las razones del corazón). Cómo dijo Heráclito el Oscuro, en el mundo del espíritu, todo marcha hacia lo contrario. No ya en los movimientos colectivos, sino en un solo artista: considerá el caso de Cézanne, que comenzó pintando paisajes furiosamente románticos para pasar a ser después uno de los precursores del cubismo. Pero, aun más: hay artistas que pasan de un momento a otro, exigidos por motivos inconscientes o seminconscientes, de lo clásico a lo romántico, como Miguel Angel y tantos otros.
Uno se cansa de pronto de lo medido y se termina en lo desmedido, hasta que se vuelve atrás. Esta dialéctica existencial rige y ha regido siempre… Se suele decir que el barroco tiene tendencia a florecer en épocas de pesimismo y que a la vitalidad renacentista sucede una tendencia melancólica de la existencia, y, así, a la decadencia del imperio español sucede un pesimismo y cierta preocupación religiosa, un desencanto. Más claro, en mi opinión, sería el caso del fin de los Tiempos Modernos, que estamos viviendo, en que aparece el expresionismo, íntimamente vinculado a eso tan genérico que es el barroco, tanto por su aspecto como por su vuelta al yo más profundo, más vinculado con el inconsciente colectivo. En la pintura, esto es evidente, y también en la literatura, que ha dado obras como el Ulises, autores como Hermann Broch, el Thomas Mann de la montaña mágica y otras novelas, tal vez el propio Proust, Céline y otros. El artista se vuelve del mundo exterior, tan horrible, a su mundo interior más profundo. Pero todo esto es discutible, porque en rigor el movimiento barroco -excepto en casos extremos y casi escolares: una iglesia, por ejemplo- es muy difícil de clasificar en relación a esa clase de acontecimientos históricos, al Zeitgeist o espíritu del tiempo. Si estuviera vinculado de manera tan inequívoca a un tiempo de profundidad o de vuelta a los problemas existenciales no se explicaría por qué tan a menudo se ha transformado en un arte de salón y hasta de pasatiempo como es el rococó. Creo más adecuado hablar de expresionismo, movimiento muy vasto y profundo que a veces linda con el barroco, pero que siempre está vinculado a un repudio del arte naturalista o mimético: es un ahondamiento en el yo profundo, que siempre es dramático, pues se enfrenta con los problemas últimos de la condición humana. Desde ese punto de vista no es únicamente el expresionismo alemán, sino una constante del espíritu humano, que se ha dado en todos los tiempos: desde este punto de vista son expresionistas: Tintoretto, Donatello, Caravaggio, Rembrandt, los "tenebrosi" italianos, Grünewald, Jerónimo Bosch, Breuguel, el Goya de los monstruos y, ya en nuestro tiempo Munch, Roualt, Van Gogh, Gauguin y muchos otros. La lista es interminable, y eso para mencionar únicamente las artes plásticas. Como se comprende, es la esencia misma del gran romanticismo: la exaltación del yo y sus problemas, el pathos sobre el logos, el mundo interior en lugar del mundo exterior. Todo lo contrario de un arte "objetivo". En general, un movimiento que es todo lo contrario del célebre "arte por el arte". (Me olvidaba de Modigliani, Soutine, Kokoschka, Schiele, Francis Bacon, para referirme únicamente a las artes plásticas). En literatura, desde las tragedias griegas hasta Dostoievsky y Beckett, ¿qué hay de real importancia que no sea expresionista? Ya que todo gran arte es expresión del yo, es esencialmente subjetivo y no expresión del mundo exterior. Es el arte trágico por excelencia, y recordemos que con razón Kierkegaard ponía a la categoría metafísica por encima de la categoría meramente estética. Tal vez sería bueno recordar una frase del pobre Van Gogh a su hermano: "Quisiera hacer retratos que dentro de un siglo, a la gente futura, puedan resultarles como apariciones. Por lo tanto, no busco obtenerlo por el parecido fotográfico, sino a través de nuestras expresiones apasionadas, utilizando el color como medio de expresión y de exaltación del carácter."
© LA GACETA


Alba Omil - Escritora, licenciada en Letras, profesora de la UNT. Autora de Sabato. Pensamiento y creación
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"Todo gran arte es expresión del yo" - La Gaceta



3/ERNESTO SABATO
El destino y estas páginas

Lunes 2 de Mayo de 2011 | Este texto inédito es el último que escribió el fundador de LA GACETA Literaria. Lo hizo en abril de 2010, un mes antes de morir



| UN MAESTRO ALEJADO DE LA SOLEMNIDAD. A finales de los 40 Sabato pasó una temporada en Tucumán y en 1949 fue colaborador fundacional de LA GACETA Literaria.

Por Daniel Alberto Dessein


El nacimiento de LA GACETA Literaria está íntimamente ligado a Ernesto Sábato. Por eso el relato del surgimiento de la relación de estas columnas con el autor de El túnel lo voy a narrar en primera persona.
Conocí a Ernesto en Tucumán, en 1949, a raíz de unas conferencias que había venido a dar junto a Borges. Concluida su labor, Sabato decidió quedarse a pasar una temporada, fascinado por la forma en que lo habían tratado. Durante su estadía, un grupo de muchachas y muchachos le mostramos a Sabato distintas facetas de Tucumán en medio de larguísimas charlas que invariablemente terminaban a la madrugada en alguna de nuestras casas. Sabato nos llevaba algunos años y actuaba como "decano" del grupo, pero alejado de toda solemnidad. Nos enseñaba muchas cosas; entre otras, a jugar y a divertirnos con las ideas. Así aprendimos entretenimientos de ingenio que Sabato había conocido a través de sus amigos surrealistas durante su residencia en el París de entre guerras.
Ese mismo año inicié LA GACETA Literaria y Ernesto, quien era ya un hombre prestigioso en el mundo de las letras, fue uno de los colaboradores fundacionales (en este número reunimos algunos de sus textos iniciales). Su firma y sus gestiones fueron esenciales para el despegue de una sección dirigida por un "chiquilín" (yo tenía en ese entonces 22 años). Gracias a él llegaron a esas precoces páginas autores como Silvina Ocampo, Adolfo Bioy Casares, Carlos Mastronardi o Vicente Barbieri. Y a partir de ese grupo de colaboradores, y de otros que pronto se sumaron, tomó forma un proyecto que hoy ya tiene más de seis décadas de vida.
A lo largo del tiempo nos vimos muchas veces. Solía visitarlo en su casa de Santos Lugares, la misma en la que vivió por más de 60 años, donde compartíamos largas charlas. En alguna oportunidad le conté la historia de un antecesor mío (y de todos los accionistas de este diario). Se trataba de Patrick Island, un oficial irlandés del ejército inglés que había sido apuñalado por un negro, en una calle de Buenos Aires, mientras participaba en las invasiones inglesas de 1807. El dueño de la casa al frente de cuya puerta había quedado tendido Island, lo llevó hasta una cama en la que sería curado por su hija. Island se quedó en Buenos Aires, se convirtió en Patricio Isla, se casó con la mujer que lo había atendido, participó en las guerras de la Independencia bajo las órdenes de Lavalle y lo siguió en las luchas civiles hasta la retirada al norte. En esa retirada, Patrick se retrasó en Tucumán junto a dos de sus hijos. Uno de ellos le llevó una carta a un viejo amigo tucumano y, cuando volvió a buscar a su hermano y a su padre, vio cómo los fusilaban contra una de las paredes de la iglesia San Francisco. Así, el hijo del irlandés se quedó en Tucumán, repitió la historia de su padre casándose con la hija del dueño de la casa que lo había alojado, engendró a mi bisabuela e hizo posible que yo existiera.
En 1961 me encontré con mi antecesor Patrick Island convertido en Patrick Elmtrees, uno de los personajes de Sobre héroes y tumbas. "El Destino no se manifiesta en abstracto sino que a veces es un cuchillo de un esclavo y otras veces es la sonrisa de una mujer soltera" leía en esa gran novela, el mejor libro de Sabato.
La última vez que nos encontramos fue en Tucumán, en octubre del año 2000. Había venido a Tucumán, con Eduardo Falú, para ofrecer un espectáculo abierto al público en la Plaza Independencia: "El romance de la muerte de Juan Lavalle", un recital poético folklórico que recreaba la retirada en la que había perdido la vida Patrick. Poco antes, los periodistas habían tratado de entrevistar a Sabato en el hotel en que se hospedaba, pero infructuosamente pues Ernesto, quizá agobiado por el calor, se negó a hablar con ellos. Previsor, el cronista de LA GACETA llevaba una carta mía en la que, entre muchos recuerdos personales, invitaba al escritor a visitar el diario. Ernesto aceptó y, aunque estaba sobre la hora de comienzo del acto público, llegó a mi oficina de LA GACETA, seguido por un nutrido acompañamiento, que integraban Falú, los organizadores de la presentación, una legión de periodistas que lo filmaban y fotografiaban compulsivamente y una cantidad de personas que no se sabía bien quienes eran, pero que entraron en tropel a mi despacho transformándolo en el camarote de Groucho Marx. Logré sentarme junto a Ernesto en un rincón, pero separado de mi secretaria por una pared humana, de manera que ella no lograba hacer llegar al sediento visitante -que había estado varios minutos atrapado en el ascensor de LA GACETA por un problema técnico- el vaso de agua que pedía.
En medio de ese tumulto chaplinesco pudimos fugarnos con Ernesto a ese Tucumán de fines de la década del 40 que ambos añorábamos y recrear los inicios de mi aventura juvenil. "Lo que más me costó -me dijo esa noche de dulce melancolía y quemante infierno- fue convencerla a Victoria Ocampo". Lo cierto es que la convenció y me convenció a mí de que LA GACETA Literaria era viable. El Destino, en 1949, se manifestó a través de un hombre brillante y generoso. Sin Ernesto, seguramente, estas páginas no existirían.
© LA GACETA


'Lo que más me costó -me dijo esa noche de dulce melancolía y quemante infierno- fue convencerla a Victoria Ocampo'. Lo cierto es que la convenció.


Nos vimos muchas veces. Solía visitarlo en su casa de Santos Lugares, la misma en la que vivió por más de 60 años, donde compartíamos largas charlas.


Ernesto (...) fue uno de los colaboradores fundacionales. Su firma y sus gestiones fueron esenciales para el despegue de una sección dirigida por un 'chiquilín'.
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4/El censo del Infierno

Lunes 2 de Mayo de 2011 | La mirada es uno de los temas centrales de la obra de Sábato
| la mirada es uno de los temas centrales de la obra de Sabato

Por Carmen Perilli
Para LA GACETA - Tucumán


La narrativa de Ernesto Sabato vincula el fracaso de la razón al triunfo de fuerzas oscuras encarnadas en satánicos ciegos. La mirada es uno de los temas esenciales desde El túnel (1948). Lo familiar esconde lo siniestro que limita al hombre. A pesar de sus orígenes científicos, el autor escoge una visión apocalíptica, deudora de la tradición judeocristiana y del posromanticismo. Sabato se piensa como el escritor nacional, aunque dialoga constantemente con la tradición europea y su realismo se vincula con Roberto Arlt. El lector que se identificaba con su obra, hoy puede sentirse abrumado por el fárrago de palabras e ideas, el tremendismo maniqueo y las alegorías acartonadas. Sobre héroes y tumbas (1961) es una novela urbana, entre dos viajes: al Norte y el Pasado, con Lavalle; y al sur y el futuro, con Martín, en busca de una utopía que se derrumba en Abaddón, el exterminador (1974).

Su escritura abjura del pudor borgeano e insiste en relatos abigarrados de adjetivación "furiosa". El exceso no ahoga la representación vívida del clima de ideas de una época. Aprovecha el melodrama y los cruces entre formas culturales diversas. Como en las telenovelas encontramos: incesto, sexo, excremento, necrofilia, reconocimiento, tragedia, violencia. La Historia Argentina está del lado de Alejandra, la princesa-dragón, mujer fatal postromántica, la propietaria de héroes y tumbas. Martín, escucha, en la voz del abuelo Pancho, la épica trunca de Juan Lavalle que enhebra familia, nación y novela. El hijo de campesinos, rodeado de inmigrantes, pertenece a un mundo de "gente pequeña" y a pesar de su necesidad de saber no consigue llegar a la verdad. Los personajes escritores son: Bruno, el testigo y Vidal, "el Príncipe de las Tinieblas", autor del Informe sobre ciegos, enigmático texto que denuncia el complot siniestro en los sótanos de una Babilonia tumultuosa.

En Abaddón... se reiteran temas y personajes y el autor se construye como protagonista. La historia de Marcelo Carranza, el joven idealista, torturado y asesinado se vincula al contexto de los 70. Aparece la responsabilidad intelectual como problemática pero, como señala Daniel Castillo, "la visión tópica del mal evacuaría la responsabilidad del sujeto". El libro pone en escena los rituales del mercado literario, incluyendo la historia literaria del escritor que expresa "no debés escribir una sola línea que no sea sobre la obsesión que te acosa, que te persigue desde las más oscuras regiones, a veces durante años". Al final la utopía no existe y sólo queda la ciudad fantasma "levantada sobre el desierto: volvía a ser otro desierto de casi nueve millones que no sentían nada detrás, que ni siquiera disponían de ese simulacro de la eternidad que en otras naciones eran los monumentos de piedra de su pasado. Nada".
La lectura de la historia argentina se alimenta de las ideas de Sarmiento, reaparece la construcción de la identidad como lucha entre civilización y barbarie. La modernización fracasada conduce al imperio de las fuerzas oscuras.

Sabato, un hombre polémico, ha participado de numerosos debates y su trayectoria está marcada por contradicciones. En 1976, después de una entrevista con Videla, prodigó elogios al dictador, denunció la campaña anti-argentina y sostuvo que los grandes escritores estaban dentro del país. De modo paradojal presidió la Conadep y escribió el prólogo del Nunca Más. En este caso, le tocó realizar el primer inventario del genocidio. Casi proféticamente, en El escritor y sus fantasmas (1971), había aseverado: "La literatura no puede pretender la verdad total sin ese censo del Infierno. El orden vendrá después".
© LA GACETA

Carmen Perilli - Doctora en Letras, profesora de Literatura Hispanoamericana de la UNT
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El censo del Infierno - La Gaceta



el dispensador dice: hay un tren llamado destino, tiene numerosas estaciones, algunas bellas, otras no tanto, algunas pueden aparecer como espantosas pero este tren tiene la singularidad de ir siempre hacia adelante, siguiendo el sentido de las energias del moehbius, ofreciendo oportunidades perfectamente individualizadas, siempre abiertas para ser tomadas según las circunstancias, vestidas o no de gracias, diseñadas como dones, paciencia, reflexión, criterio, convicción, curiosidad, observación, capacidad de búsqueda... esgrimidas como talentos para transcurrir el tiempo concedido, exactamente, sin un minuto de regalo, sin tiempo de descuento, sin excusas. Puedes descender del tren del destino y permanecer en la estación, pero, sin embargo estarás viajando, siempre, aún cuando consideres que has descendido. Viajar, andar, huellear, sombrear, bajo la consigna de no regresar la mirada jamás porque el ayer ya pasó y el "ahora" sucederá muy rápido, tanto que nuevamente será ayer a efectos de permitir siempre aquel mentado "mañana necesario", propio de la vida en los tiempos respirables. Aunque algunos crean que sí, la gracia de la vida no guarda precio, sólo la obligación de transitarla, liberado de cargas y mochilas, desprendido de densidades imprudentes, honrando el sentido de la palabra, para finalmente honrar la vida haciendo culto al tiempo concedido. Sólo eso, haciendo culto a los afectos que será lo único que se permite llevar de regreso al infinito intangible. Chau Ernesto... cuando vaya hacia allá, te aviso, me debes unos mates. Mayo 02, 2011.-

"... nunca permitas que tu tren se vaya, no te dejes tentar por las opciones fáciles del destino, y si se da el caso que el tren se va, nunca lo corras... simplemente sigue caminando por las vías, andando, siempre andando, ya que lo importante es ir hacia el mañana que se te concedió... ah!, nunca atiendas el canto de las sirenas ya que si lo haces, las oportunidades se esfumarán ante tus ojos...".

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