Siete libros de esta semana
Gerardo Diego, Carlo Emilio Gadda y José Ovejero, entre los autores destacados
Riesgos de la vanidad Es sabido que la literatura no surge del vacío, sino que comparte características con los discursos que promueve la sociedad. Y hoy nos hallamos instalados en el descrédito. A la crítica cada día se le restringe más su prerrogativa, avasallada por la publicidad. Esto deja el campo libre a los autores, que se mueven en la promoción como agentes de ventas. No le queda otra al novelista, si se quiere mantener en el mercado. De manera que, más que obras literarias, el autor elabora productos sobre asuntos que nos conciernen, pero sin importar si ofrece una creación digna de crédito. Es suficiente la reputación del autor. Viene a cuento lo anterior tras la lectura de la última obra de José Ovejero, 'La seducción', una novela que, si admite alguna estimación como juego, apenas logra sobreponerse para alcanzar un calibre más valioso. Incluso el título resulta desenfocado. Seducción es un término atractivo, prestigioso, pero aquí se habla más bien de manipulación y vanidad. Hasta el punto de que el mismo manipulado, Ariel Hernández, escritor de éxito en crisis, egocéntrico, cínico, ya en el preámbulo de la decadencia física, es el narrador de la historia, articulada a raíz de la brutal paliza que unos desconocidos propinan a David, un joven para quien Ariel es una suerte de mentor. David quedará lisiado tras la paliza e implicará a Ariel en una venganza violenta, a la que el escritor no sabrá oponerse para no defraudar su admiración y, de paso, salir de la rémora de las horas bajas. La violencia como terapia de la inspiración. Por FRANCISCO SOLANOGALAXIA GUTENBERGIr a noticia
Riesgos de la vanidad Es sabido que la literatura no surge del vacío, sino que comparte características con los discursos que promueve la sociedad. Y hoy nos hallamos instalados en el descrédito. A la crítica cada día se le restringe más su prerrogativa, avasallada por la publicidad. Esto deja el campo libre a los autores, que se mueven en la promoción como agentes de ventas. No le queda otra al novelista, si se quiere mantener en el mercado. De manera que, más que obras literarias, el autor elabora productos sobre asuntos que nos conciernen, pero sin importar si ofrece una creación digna de crédito. Es suficiente la reputación del autor. Viene a cuento lo anterior tras la lectura de la última obra de José Ovejero, 'La seducción', una novela que, si admite alguna estimación como juego, apenas logra sobreponerse para alcanzar un calibre más valioso. Incluso el título resulta desenfocado. Seducción es un término atractivo, prestigioso, pero aquí se habla más bien de manipulación y vanidad. Hasta el punto de que el mismo manipulado, Ariel Hernández, escritor de éxito en crisis, egocéntrico, cínico, ya en el preámbulo de la decadencia física, es el narrador de la historia, articulada a raíz de la brutal paliza que unos desconocidos propinan a David, un joven para quien Ariel es una suerte de mentor. David quedará lisiado tras la paliza e implicará a Ariel en una venganza violenta, a la que el escritor no sabrá oponerse para no defraudar su admiración y, de paso, salir de la rémora de las horas bajas. La violencia como terapia de la inspiración. Por FRANCISCO SOLANOGALAXIA GUTENBERGIr a noticia
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