domingo, 25 de junio de 2017

LA LÓGICA DEL CHICHÓN || 'Investigaciones filosóficas', de Ludwig Wittgenstein: ¿Chichones o prominencias? ¿Chiste o broma? | Babelia | EL PAÍS

'Investigaciones filosóficas', de Ludwig Wittgenstein: ¿Chichones o prominencias? ¿Chiste o broma? | Babelia | EL PAÍS

¿Chichones o prominencias? ¿Chiste o broma?

Una nueva edición de 'Investigaciones filosóficas' trata de acercar el clásico de Wittgenstein al lector en castellano. Lamentablemente, la traducción está llena de errores

Ludwig Wittgenstein, visto por Sciammarella.

Ludwig Wittgenstein, visto por Sciammarella.



Investigaciones filosóficas (1953), de Ludwig Wittgenstein, es, para muchos, el libro más importante de filosofía del siglo XX. Atreverse a traducirlo es grande atrevimiento. En este caso ha sido demasiado. Hay ya una traducción castellana, con todos sus defectos respetable, la de Alfonso García Suárez y Ulises Moulines en Crítica, y solo tendría sentido hacer una nueva para mejorar esta, cosa que se podría conseguir, desde luego, como siempre sucede con las traducciones y sus circunstancias, pero este no es este caso. En todas las páginas consultadas en esta traducción hay numerosos y múltiples fallos, de mayor o menor peso, de sentido o de estilo, y en las respectivas de la de Crítica casi ninguno. Me ha costado entender a Wittgenstein en las dos traducciones, pero ésta además me ha molestado. Por la pretenciosidad de sus planteamientos introductorios sobre todo. No hace falta introducir una obra así, para eso ya hay cientos de libros, bastaría una escueta página aclaratoria del texto original sobre el que se traduce, hay que dejarla que luzca por sí sola. Y que el mundo juzgue, al estilo justamente de lo que dijo Wittgenstein de su Tractatus.
Es (relativamente) verdad lo que se dice en la introducción de cambios y mejoras “cualitativas” en la fijación del texto alemán y su traducción al inglés, posteriores a la edición original y traducción de Anscombe de las Investigaciones, edición y traducción que sigue la citada publicación de Crítica. Y que por esto y algo más se haría necesaria una nueva edición en castellano, incluso crítica, llevada a cabo por verdaderos especialistas en Wittgenstein, entre los que el profesor Padilla podría estar, por qué no, él ya se considera tal. Pero una edición, crítica o no, es mucho más que esto y exige mucho más dominio del lenguaje, buen hacer intelectual y rigor que el mostrado aquí. Si los cambios del texto original son tan importantes -y si no lo son, o no lo son tanto, lo mismo- la edición debería ser bilingüe, como la de Crítica. La traducción, que es la base de toda edición, deja enormemente que desear y la gran mayoría de las notas son irrelevantes y no hacen más que molestar la lectura del texto arriba. La puntillosidad crítica de la introducción se manifiesta mera (y un tanto confusa) retórica, a la hora de la verdad se queda en humo. No sé por qué los “agradecimientos” finales, por ejemplo, me recuerdan la dedicatoria al Duque de Béjar de la primera parte del Quijote, solo que por desgracia no son irónicos como ésta. Una edición así no muestra un trabajo intelectual adecuado para trasladar al castellano el pensar y la escritura de un hombre como Wittgenstein, de una honradez ética e intelectual, ascetismo formal, punzante y exacta profundidad, originalidad prácticamente sin par en la historia de la filosofía.
¿Chichones o prominencias? ¿Chiste o broma?
Ruego al lector paciencia, pero hay que demostrar en lo posible lo dicho.
Ya la primera frase de todas suena raro: “Seguidamente publico pensamientos, la meditación de investigaciones filosóficas, a los que he dedicado los últimos dieciséis años”. No se pueden “meditar investigaciones”, qué es eso, y menos publicarlo. En la edición de Crítica se capta el (obvio) sentido: “En lo que sigue publico pensamientos que son el precipitado de investigaciones filosóficas que me han ocupado los últimos dieciséis años”. Efectivamente: precipitado, depósito, sedimento. Inexactitudes, mal uso y feo estilo del castellano, como en este caso, son moneda corriente en esta traducción.
En el mismo prólogo Wittgenstein habla más adelante de que las ideas de las Investigaciones solo se pueden entender correctamente mediante el contraste con, y desde el trasfondo de, su modo anterior (“pretérito”, dice esta traducción de manera engolada y no exacta, porque no matiza la especie de comparación temporal del original: pretérito es simplemente pasado, no tanto anterior) de pensar en el Tractatus. Se dice, además, que los nuevos pensamientos “solo podían contribuir a su correcta iluminación mediante el contraste y con el trasfondo de mi pretérito modo de pensar”. Como si las nuevas ideas o pensamientos contribuyeran absurdamente ellos mismos a su propia clarificación, aunque mediante otra cosa. Lo que Wittgenstein realmente dice es: “sólo podían recibir su correcta iluminación”, como traducen en Crítica. Ellos son el objeto a clarificar no el sujeto (auto) clarificador, clarificado por otros.
Cito a continuación algunos parágrafos importantes de la primera parte.
De las diez líneas del 108, la mitad son idénticas a la traducción de Crítica, excepto la primera y la última frase, y ambas están mal, el resto bien. Fallo en la primera: la proposición o el lenguaje no es la unidad formal “que me representa”, sino la que yo me represento o representé o “imaginé”, como traduce Crítica y la inglesa. En la última: hay que dar la vuelta a nuestra consideración de las cosas, pero no “para que nuestra necesidad real sea la piedra angular”, sino que hay que dar la vuelta a las cosas en torno o sobre nuestra necesidad real como gozne: que el punto de referencia, el eje sobre el o en torno al que gire todo sea ella, lo que nos interesa examinar. No se da la vuelta en y sobre el vacío para convertir algo en el gozne sobre el que ya debía haber girado todo en principio. En este caso el um alemán funciona como preposición y no como conjunción final. En inglés: the inquiry must be turned around, but on the pivot of our real need.
Ludwig Wittgenstein.
Ludwig Wittgenstein.
109. Wittgenstein habla de que para solucionar los problemas filosóficos (que no son empíricos, sino meramente lingüísticos, debidos al mal uso del lenguaje) hay que entender nuestro lenguaje en contra de un impulso, propensión, inclinación, incluso instinto, a malentenderlo; traducir esto por “en contra de un ímpetu a malentenderlo” sólo es menos desacertado que elegir en vez de ímpetu la “impulsión” a la que se refiere la nota 102, en que se intenta justificar esta traducción de ímpetu como sinónimo de impulso, que lo es, pero en el castellano normal ímpetu habla más bien de algo violento, vehemente, acelerado, coyuntural, no de un hábito acendrado. (Urge en inglés.) Es otro ejemplo de poca idea del uso del castellano, como la traducción de la famosa frase con la que acaba este apartado: que la filosofía es la lucha contra el embrujo de nuestro entendimiento por los medios, o por medio de nuestro lenguaje. Traducir esto por “mediante los procesos de nuestro lenguaje” no está mal, pero tampoco está bien, no se sabe qué dice, cómo es eso, y no justifica en ningún caso una nueva traducción: sobran esos “procesos” ambiguos, que no se sabe ni qué son ni de dónde salen, con “mediante” bastaba. También la edición de Crítica traduce mejor en ambos casos: “inclinación” y “por medio de” respectivamente.
110. “Y ahora, lo imponente recae sobre esas ilusiones”. ¡Pobres ilusiones! Aunque sean las causantes de la superstición de que al lenguaje se le considere algo especial, excepcional, extraordinario, desacostumbrado (einzigartig), y sólo en ese sentido algo único, como traduce esta edición (asimilándose al de einzig). ¡Pobres ilusiones gramaticales, sí, si lo imponente recae sobre ellas! Lo que recae sobre ellas es el pathos, es decir, la atención, hasta la vehemencia retórica del ánimo si se quiere, el énfasis como traduce Crítica: hay que fijar la atención y el sentido en ellas para evitar sus desmanes (sus bromas pesadas).
En el parágrafo 111 las dos ediciones hablan de “chiste gramatical”. ¡Hombre, no, no es un chiste, se trata de bromas de la gramática que hay que tomar en serio! Es verdad que el Witz alemán y el joke inglés pueden significar ambas cosas, porque, como en español, ambas palabras son casi sinónimas, pero hay matices, también en alemán y en inglés y en el mismo sentido que en castellano. Se trata aquí de algo más serio que un chiste, malo o bueno; lo de chiste no pega, el chiste se cuenta, remite a intención, ocurrencia, decir explícito; la broma remite a algo más sustante, en este caso más bien a una situación pesada y molesta, efectivamente, según el DRAE, enraizada y habitual, además: la de esas tretas o engañifas, burlas al sentido común, imágenes metafísicas vacías, agazapadas en la profundidad del lenguaje, a la que ha de descender la filosofía para desenmascararlas. Desde este punto de vista, el lenguaje no cuenta chistes (malos), gasta bromas (pesadas). Y es que estas bromas wittgensteinianas son demasiado serias como para hacer chiste de ellas.
115. Famosísima frase e idea de Wittgenstein: una imagen (o figura, si se considera, como parece probable por el contexto, que Wittgenstein se refiere específicamente al Bild lógico del Tractatus, el lenguaje como figura lógica de los hechos, y no a un Bild metafísico cualquiera de los muchos que pueblan nuestro lenguaje tradicional, inanalizado; de todos modos este Bild en sentido específico, figura, no sería sino un ejemplo más de las innumerables imágenes, en general, que pueblan nuestro lenguaje) nos mantenía presos y no podíamos salir de ella porque se asentaba en nuestro lenguaje y este parecía no hacer otra cosa que repetírnosla implacablemente. Aquí se traduce: “… Y no podíamos salir pues residía en nuestro lenguaje, y este nos pareció que nos la repite inexorablemente” . ¿Y este nos pareció que nos la repite inexorablemente? ¿Qué es eso? ¡Qué horror, horrible castellano! Demasiado conocida y famosa frase, aunque no fuera más que por eso, para traducirla así.
119. En este parágrafo aparece otra famosísima y repetida frase de Wittgenstein que se refiere a que el síntoma de que filosofamos, el resultado y el valor de ello, aparte de descubrir algún simple sinsentido, son los chichones que nos hacemos, que se hace nuestro entendimiento, al arremeter contra los límites del lenguaje. Estos “chichones” son aquí “prominencias”: “las prominencias que el entendimiento se ha hecho al chocar con los límites del lenguaje”. ¿Cómo y dónde y respecto a qué se produce una prominencia por un choque? ¿Qué es una prominencia en el pobre entendimiento maltrecho, por muy metafórica que la situación sea? Ridículo, al menos bollos o abolladuras, o hinchazones, por favor, que prominencias, además, parece remitir a cuernos, y al entendimiento le basta, para embestir, con la frente, nunca mejor dicho: con lo que hay dentro de ella, no fuera. La edición de Crítica sí habla de chichones. Bumps la inglesa. Y no es simplemente “chocar con” (como también traduce Crítica), “arremeter contra” traduce mejor el espíritu crítico y fuerte de Wittgenstein, cuya ausencia clama aquí por todas partes. (La inglesa: running up against.) Esta traducción parece en esta ocasión, como en la anterior, como en otras muchas, una traducción automática o enlatada del doctor Google u otro doctor cualquiera, efectivamente. Hace falta más fuste, seguridad, experiencia, raza y personalidad intelectual para traducir a un grande. No quiero decir que el doctor Padilla no la posea, sino que no la muestra. Es que, además, esos heroicos metafóricos chichones analíticos wittgensteinianos son también muy conocidos y famosos.
120. “Cuando hablo de lenguaje tengo que hablar del lenguaje ordinario”. No, no es eso, lo que Wittgenstein dice es: cuando hablo de lenguaje tengo que hablar el lenguaje cotidiano, es decir, hablar en el lenguaje de cada día: el, no del. En el siguiente párrafo no se trata de un lenguaje “más o menos” preparatorio o provisional frente al lenguaje total, entero, íntegro, que nos vemos obligados a utilizar ya para expresar nuestras consideraciones concretas sobre el lenguaje y que hace que éstas no puedan ser sino superficiales o externas. Creo que Wittgenstein en vez de hablar de “más o menos” quiere decir “por ejemplo”, o “digamos”, es decir, que en este caso etwa no es una adjetivación comparativa que afecte a los dos adjetivos, sino una locución adverbial que afecta al verbo o a toda la oración. (En este caso en la edición de Crítica aparece la misma traducción que en ésta, o viceversa. La inglesa mejor: some sort of.)
A pesar de encomiarla, este traductor no consulta o no entiende la última edición inglesa; le hubiera evitado más del noventa por ciento de los fallos
122. No me parece acertado traducir (curioso además que el traductor en este desafortunado caso recurra a la que considera sobrepasada traducción de Anscombe), en este parágrafo crucial Übersichtlichkeit por perspicuidad en vez de por sinopsis, ni siquiera lo hace la más reciente traducción y edición de la Investigaciones, la de Hacker y Schulte, supuesto punto de referencia de esta traducción, ni una edición tan “asncombista”, diríamos, como la de Crítica. Ésta: “visión sinóptica”. Aquella: surveyability. Es obvio que Wittgenstein habla más de representación englobante que penetrante, al hablar de ver conexiones, asociaciones, contextos, de la importancia de encontrar o inventar conexiones o casos intermedios. Es verdad que tanto la etimología latina de perspicio como la Übersichtlichkeit alemana permitiría en último extremo, mínimamente, la traducción por perspicuidad, pero en caso muy excepcional, porque lo normal no es eso, y desde luego el uso corriente tanto del inglés como del castellano de esa palabra se refiere más a claridad, transparencia, evidencia, precisión, lucidez que al sentido de übersehen: abarcar con la vista, dominar con la vista, ver desde arriba; visión conjunta, de conjunto, overview, sinopsis. Ambas cosas se requieren en filosofía para comprender las cosas, desde luego, pero la primera es un tanto arbitraria, azarosa, mística y abstrusa; la importancia básica, radical la tiene la visión sinóptica del uso gramatical de las palabras, que es un trabajo concreto, laborioso, paciente con ellas: eso es el espíritu fundamental o lo fundamentalmente importante para Wittgenstein, más dado a recopilar pacientemente casos del uso de una palabra para comprender su significado que a penetraciones directas o intuitivas suyas. La claridad llega, si llega, no por una mirada penetrante, por muy atenta que sea, no al azar de una iluminación, dijéramos, sino tras un arduo barrido de juegos de lenguaje; y la precisión es un mero ideal del análisis.
133. “Lo que hace que la filosofía apacigüe”. ¿Apacigüe qué? “Se apacigue”, en tal caso. “Aquel que lleva la filosofía al descanso”. The one that gives philosophie peace.
250. “¿Por qué no puede un perro simular dolor? ¿Es demasiado fiel?” El caso es que el traductor remite en nota a la palabra alemana que utiliza Wittgenstein, ehrlich, que significa “sincero” y que aquí se traduce, sin embargo, no se sabe bien por qué, por “fiel” . O sí se sabe, quizá porque se dice que los perros son fieles y no sinceros (u honrados, como traduce Crítica) (honest, la inglesa). Pero Wittgenstein ni dice ni quiere decir eso, no es lo mismo fiel que sincero, y con esta mala traducción se pierde además toda la gracia y la ironía wittgensteiniana, que también sabía alemán: ¿es que es demasiado honesto, sincero, honrado, como para simular dolor? ¿Qué tiene que ver fidelidad con simulación? Sinceridad, sí tiene que ver y mucho, solo que a contrario, que es de lo que se trata Sí, se trata de un perro sincero (honrado, honesto) no de un perro fiel. Ni una cosa ni otra puede ser un perro, desde luego, pero la primera tiene mucha más gracia, sorna y pertinencia en este caso.
544. “Cuando la nostalgia se expresa de mi interior”. Horror. Cuando la nostalgia habla desde mí, o “cuando la nostalgia me hace exclamar”, como traduce Crítica o la inglesa. Cuatro líneas más abajo: “Y aquí ves cómo los conceptos fluyen entrelazados”. No. Wittgenstein parece hablar de que los conceptos confluyen, fluyen los unos en los otros, como traduce Crítica. No está ya entrelazados y fluyen así. Inglés: shade into one another. Y al final del parágrafo: no “Cuál es el sentido de una proposición matemática?”, sino “¿Qué es el sentido de…?” No es lo mismo. “Qué” (was) no es un deíctico, pregunta algo más general y esencial. What (no which).
545. “Si el sentimiento le da a la palabra su significado, entonces ‘significado’ quiere decir aquí: aquello de lo que depende” ¿De lo que depende qué? ¿La palabra, el sentimiento? ¿El asunto en general: aquello de lo que depende el juego de sentimiento y palabra en busca de significado? Podría ser, pero es más fácil: “… entonces ‘significado’ quiere decir aquí: aquello que importa”, sin más: lo importante, lo que interesa, aquello de lo que se trata. That which matters.
¿Chichones o prominencias? ¿Chiste o broma?
Y sigue: “¿Pero por qué depende del sentimiento?” Lo mismo: ¿Qué? ¿el significado? ¿no dependía antes todo de él? ¿por qué depende del sentimiento lo que ya depende de él, es decir, el significado, si, además, del significado dependía antes todo, a pesar de que fuera el sentimiento el que se lo proporcionara a la palabra? ¿Qué es esto? Demasiado alambicado o demasiado absurdo, en cualquier caso no se entiende. Lo que Wittgenstein dice ahora es: ¿Pero por qué importa, o por qué lo que importa es, el sentimiento? But what is the feeling what matters? Es decir, parece que sabemos por qué importa el significado, porque es el resumen final del juego de sentimiento y expresión, y lo que se puede y se debe analizar por tanto, pero ¿por qué entonces importa también, o sigue importando, el sentimiento?
547. La traducción de éste parágrafo entero es idéntica a la de Crítica. Ya es difícil coincidir exactamente en cinco líneas y en todas sus palabras, podría suceder lo mismo en ocasiones en las que se confunde, como muchas de las que estamos viendo. (Creo que nunca, por cierto, he visto que esta traducción mejore la de Crítica, sí he visto, y muchas veces, que, como en este caso, coincida exactamente con ella, hasta en puntos y comas y demás signos de puntuación.) Sin embargo, la nueva traducción inglesa, la cuarta edición revisada por P.M.S. Hacker y Joachim Schulte (Wiley-Blackwell, 2009), a pesar de encomiarla, este traductor no la consulta o no la entiende, le hubiera evitado más del noventa por ciento de los fallos, está muy bien, mucho mejor que la original de Anscombe (1953), desde luego.
En fin, en la segunda parte, página 281 (&223), por ejemplo, se confunde la logische Bedingung, condición lógica (de posibilidad) de la vivencia, con una supuesta “dependencia lógica” de no se sabe qué. En la misma página, siguiente parágrafo ( 224) se confunde decir con hablar (sagen con sprechen): no es lo mismo manifestar algo con palabras (se dice algo) que emitir palabras sin más (no se habla algo), y en el contexto de la frase resulta chirriante . Crítica traduce bien en ambos casos. En inglés también: logical condition y talk.
En fin, en fin, en esta traducción no hay barbaridades (probablemente solo despistes irresponsables, no pueden ser otra cosa, y si sí lo fueran esa cosa no podría calificarse más que como una impericia intelectualmente vergonzosa), pero está llena de barbarismos, faltas de encaje, de incorporación del espíritu y de la letra de la escritura de Wittgenstein al castellano, faltas de respeto por ellos y por él, un trabajo realmente deficiente. Pena de trabajo, seguramente ingente, pero inútil. Sigue pendiente la edición definitiva al castellano de las Investigaciones filosóficas que probablemente este haya querido ser. ¿Broma o chiste esta traducción? En este caso da igual, ambas cosas: chiste pesado y broma mala, diríamos a su estilo.
Investigaciones filosóficas. Ludwig Wittgenstein. Traducción, introducción y notas de Jesús Padilla Gálvez. Trotta, 2017. 327 páginas. 22 euros

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