Lejos y solas
'El ojo del cielo', de Manuel Gutiérrez Aragón, contiene un plural haz de historias de soledad y lejanías que en su conjunto dibujan la lucha por la vida
Puerto de las Machorras (Cantabria). GETTY IMAGES
En la literatura de viajes y las novelas de costumbres realistas abundan los cuadros atentos a dibujar formas de vida propias de etnias arcaicas, como los maragatos leoneses o los pasiegos del Valle del Pas (Cantabria), y especialmente las pasiegas, célebres por su bravura y su osadía en el “comercio”. Aquí sitúa Manuel Gutiérrez Aragón El ojo del cielo, título que procede de una canción de Alan Parsons —“I am the eye in the sky, looking at you…”—, y que alude a la esfera del radar de un cuartel de la OTAN, que, a modo de un panóptico, domina el trasiego cotidiano de Margarita y sus tres hijas: Valen, la mayor, que mantiene una relación con el profesor y periodistas local Ludi Pelayo, una joven resuelta que en gran medida sostiene aquel entramado; Bel, todavía estudiante en el instituto, que pugna por abrirse camino también en el plano erótico-sentimental; y la pequeña Clara, muy recluida y protegida debido a su discapacidad psíquica.
Abandonadas a su suerte por el marido y el padre, un afamado heladero, y obligadas a marcharse a la cabaña de verano en pleno invierno de 2008, tras quedar su casa en poder de una entidad bancaria, el ámbito doméstico y la intrahistoria dominan una narración que va abriéndose al marco exterior a partir de las menudencias cotidianas y de los problemas del día a día.Y así, la acción y la escena dramatizada dominan el relato, en cuyo segundo plano, junto a los personajes representativos del entorno social, destacan el sempiterno estudiante de veterinaria, Macho Sañudo, que además de atender a oscuros negocios, está enfrascado en una gran obra antropológica sobre los habitantes de los valles. Y Abderramán, mucho más que el peón contratado para las faenas, pues se revela un estupendo fabulador para la pequeña Clara (mediante un mecanismo que recuerda al que urdió Juan Marsé en El embrujo de Shanghái).
Ambos son dos personajes que alteran este marco natural o realista que por momentos adquiere tonalidades muy variadas, que van de lo fantástico a lo grotesco. La pluralidad de narradores es otro mecanismo que contribuye a ampliar las lindes de lo real, llevando la historia en algunos de sus tramos a ámbitos más íntimos y por momentos oníricos. El ojo del cielo contiene un plural haz de historias de soledad y lejanías que en su conjunto dibujan la lucha por la vida, llevando al presente ecos de épocas remotas.
El ojo del cielo. Manuel Gutiérrez Aragón. Anagrama, 2018. 176 páginas. 16,90 euros
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