lunes, 4 de junio de 2018

FUEGO BAJO LA NIEVE || Thuk Je Che Tibet - Inicio

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UNA ENTREVISTA ENTRAÑABLE Y ESCALOFRIANTE A PALDEN GYATSO.

Existe una tradición tibetana que consiste en escribir las vidas de los grandes lamas y personajes que, a lo largo de la historia, han alcanzado un cierto grado de espiritualidad. Estos libros se llaman Namthar y el lector los usa como ejemplo y guía para su vida. Así lo cuenta Palden Gyatso en Fuego bajo la nieve. Memorias de un prisionero tibetano.

Yo no sé si, en un sentido estricto, esta biografía es un Namthar, pero desde luego cumple muchas de sus características: la vida de Palden Gyatso es la lucha de un hombre por ser fiel a sí mismo, aún al precio de pasar treinta y tres años en una cárcel china, donde las torturas físicas y psicológicas eran el pan de cada día.

Cuando consiguió escapar de Tíbet y presentarse ante el Dalai Lama, éste le animó a escribir su experiencia para que el mundo la conociera. Así lo hizo. En 1995 fue el primer tibetano en declarar y contar su caso ante la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Allí se encontraba también una delegación china, que lo negó todo. Desde entonces pocas cosas han cambiado: los chinos siguen llamándole mentiroso y Palden Gyatso sigue arrastrando su bolsa por el mundo y contándole a quien quiera oír que algún día Tíbet será libre.

-¿Por qué le encarcelaron los chinos?

-La primera revuelta contra los chinos en Tíbet fue el 10 de marzo de 1959. Ese día yo estaba participando en una manifestación, por esa razón me acusaron y me llevaron a la cárcel.

-¿Le dijeron el motivo?

-Por ser fiel al Dalai Lama, por subversivo y reaccionario y por ser enemigo de la unidad china. Me torturaron para que acusara a mi maestro Gyen de ser espía indio. No lo hice.

-En los 33 años de encarcelamiento ha sufrido torturas y trabajos forzados. ¿Cómo ha logrado sobrevivir a todo eso?

-No lo sé. No sé como he sobrevivido. Nunca olvidé mis valores espirituales, eso me dio mucha fuerza. También pensaba que todo eso pasaría, que seguiría adelante y que podría explicárselo al resto del mundo.

-¿Qué tipo de torturas sufrió?

-La tortura china es muy famosa en todo el mundo. Me ataron las manos y las piernas con hierros, no podía andar ni moverme. Estuve siete meses con las manos atadas a la espalda sin poder cambiarme de ropa, ni comer, ni orinar solo. Otras veces me colgaban del techo boca abajo, me preguntaban cosas y si no respondía lo que ellos querían me tiraban agua hirviendo al cuerpo. Nos quemaban el culo con fuego, nos pegaban con las botas en las orejas hasta reventarlas.

-¿Por qué lleva siempre esa bolsa con usted?

-La razón por la que llevo los instrumentos conmigo es porque puedo decir mil palabras, pero a la gente le cuesta imaginar. Si enseño los instrumentos, qué son y cómo los utilizaban, a la gente le es mas fácil entender.

Hasta 1980 en Tíbet no existía electricidad. A partir del 81 los chinos empezaron a utilizar descargas eléctricas en los prisioneros. Esos instrumentos ya los he probado en mi cuerpo y han sido usados en otros compañeros prisioneros, así que es un gran testimonio poder enseñarlos.

El 13 de octubre del 1982 fue el peor día para mí. En los interrogatorios y las torturas utilizaron este instrumento eléctrico. Me preguntaban si Tíbet era independiente o era parte de China. También me pedían que denunciara al Dalai Lama y como no lo hacía pusieron el aparato eléctrico en mi boca, ese mismo día perdí varios dientes. Como no respondía lo que ellos querían seguían poniéndome el aparato eléctrico en la boca, en tres meses perdí todos los dientes. Pero eran más graves las torturas que les hacían a las mujeres, jóvenes o mayores, no importaba: si no les caían bien a los chinos, las torturaban con la electricidad en sus órganos sexuales. Conozco a varias tibetanas y a monjas que como consecuencia de eso no pueden controlar su orina.

-¿Cómo ve a las personas que le maltrataron y le torturaron?

-La mayoría de las personas que están recibiendo torturas son pro Tíbet, sienten como tibetanos y tienen sus razones históricas. Tíbet nunca ha sido parte de China, pero los chinos quieren que reconozcamos que sí lo es. Si no reconocíamos que somos chinos, ellos nos pegaban o nos torturaban. Muchos no lo reconocimos aunque nos estuviéramos muriendo. Si tuvieran razón no habría ningún problema en reconocerlo, pero como no es verdad no vamos a hacerlo.

He visto morir a gente delante de mí a la que estaban torturando y pegando. Ver todo esto es muy duro porque yo soy tibetano como ellos; si ellos ponen su dignidad por delante, también yo me tenía que mantener y hacer algo por mi pueblo.

-¿Qué dicen los chinos de sus denuncias?

-Siempre que yo u otras personas hacemos algo en favor de Tíbet, los chinos protestan.

En el año 1995, fue la primera vez que fui a Londres a explicar mi experiencia. El embajador chino de entonces afirmó que lo que yo decía era falso, que en China nunca se torturaba de esa forma. Después, en 1997, escribí el libro donde explico todo claramente. Avisé al embajador chino para decirle que había escrito este libro, que tengo testigos y pruebas, y si en el mundo hay justicia se va a juzgar, y luego hablamos frente a frente. A partir de esto, al embajador lo trasladaron a otro país y lo estoy buscando.

-¿Cómo consiguió salir de la prisión?

-En 33 años he vivido diferentes épocas. Primero estuve quince años en prisión y pensaba que no habría ninguna oportunidad para salir, que moriría allí. Cuando pasó esa condena de diez años me soltaron, pero de nuevo me acusaron y me condenaron a diez años más, cuando cumplí esos años me pusieron ocho más. En total 33 años y de repente un día, el 25 de agosto de 1992, me dijeron que me iban a liberar.

Yo no sabía lo que pasaba. Estuve en Lasa, la capital, durante trece días y mucha gente me decía que marchara, porque me volverían a coger y me ayudaron a escapar de Tíbet. Cuando llegue a la India vino la BBC para entrevistarme. Desde Italia, Amnistía Internacional me escribió una carta, luego me enteré de que a través de ellos se había hecho mucha presión para que pudiera salir. Yo estaba muy contento.

-¿Piensa alguna vez en otra forma de rebelarse que no sea la no violencia?

-Cuando me torturaban y me pegaban, cuando experimentaba tanto sufrimiento pensaba que no lo podría contar. Muchas veces me enfadaba mucho con los chinos. Algunas veces pensaba que no podría aguantar tanto, que me pegarían un golpe fuerte en la cabeza y que moriría. Luego, pensando en mis maestros, veía que enfadarme no era bueno, entonces pensaba en el lado positivo, en las desventajas de enfadarme y en las ventajas de no enfadarme y eso me ayudó mucho.

A los lamas siempre nos han enseñado a no hacer daño a nadie, a no enfadarnos, a no odiar. Algunas veces salía el rencor pero inmediatamente lo controlaba .

-¿Cree que algún día Tíbet será libre?

-Sin duda.

Thuk Je Che Tibet

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