Fenghuang, la ciudad del fénix
Fenghuang (凤凰) se caracteriza por la belleza del río Tuo, que bordea las dos orillas repletas de “casas colgantes” o diaojiao lou (吊脚楼), características de la etina miao. Estas viviendas únicas, a menudo hechas de madera y con saledizos levantados hacia arriba, tienen un estilo antiguo y elegante donde los pasillos de las casas quedan suspendidos sobre el río, sostenidos por unos pilotes de madera.
Fenghuang (凤凰) se encuentra en el suroeste de la Prefectura Autónoma tujia y miao de Xiangxi, en la provincia de Hunan. Su nombre, que significa “fénix”, proviene de la montaña que se alza tras la ciudad y que se asemeja a un ave mítica con las alas abiertas que va a emprender el vuelo. La ciudad natal del célebre escritor Shen Congwen (沈从文, 1902-1988) debe su reputación, en parte, a la novela de dicho literato, La ciudad fronteriza (边城), que evoca justamente su hermoso lugar de procedencia.
La historia de Fenghuang tiene unas características singulares. Sobre el año 770 a.C. este lugar ya era habitado por las etnias miao y tujia. Sin embargo, a diferencia de otros lugares que surgieron del crecimiento demográfico y del desarrollo de las comunicaciones y del comercio, la ciudad del fénix –en plena naturaleza, anidada entre la montaña y el río, y con un sistema de transporte poco desarrollado–, “existe por otra razón” (El lugar donde crecí, de Shen Congwen). En 1704, el emperador Kangxi de la dinastía Qing instauró, en el actual emplazamiento de la ciudad, un cuartel militar con el fin de reforzar el control sobre los miao, ya que el líder de estos aún gozaba de poder y los conflictos con la corte Qing eran frecuentes. Por ello, hasta quinientas fortificaciones y doscientos campamentos militares rodeaban la inexpugnable villa. Durante dos siglos, los militares de la corte Qing y los de los miao libraron combates constantemente. No fue hasta finales del siglo XIX y comienzos del XX cuando estos conflictos llegaron a su fin. La mayor parte de los bastiones fueron destruidos y los campamentos militares transformados en casas.
Bajo la pluma de Shen Congwen se revela la belleza poética de este lugar, comparable a las pinturas de la dinastía Song: “un río fluye desde la alta montaña, reúne el curso de las aguas llegadas de diez mil montes, y su lecho está bordeado por cedros en ambas orillas. Los campesinos riegan los campos de la alta montaña transportando el agua de este río con las norias de bambú”. Los visitantes que llegan a Fenghuang por primera vez quedan, sin duda, impresionados por la belleza feroz del río Tuo. Tan en calma, tan vivo, bordea las dos orillas repletas de “casas colgantes” o diaojiao lou (吊脚楼), características de los miao. Estas viviendas únicas, a menudo hechas de madera y con saledizos levantados hacia arriba, tienen un estilo antiguo y elegante. Los pasillos de las casas quedan suspendidos sobre el río, sostenidos por unos pilotes de madera. Estas construcciones están a menudo compuestas por dos alturas. Los pasos resuenan sobre su suelo de madera. Adosadas a las montañas, las “casas colgantes” suelen tener vistas al río. Cuando una crecida inunda los bajos de las viviendas, sus moradores son evacuados por medio de una escalera que conecta los aleros de los edificios con la montaña o las murallas, llevando consigo provisiones. Vuelven cuando el caudal del río decrece. Cuando su nivel baja, se pueden ver diez piedras alineadas sobre el río Tuo, a la altura de la puerta norte de la antigua ciudad. Estas piedras hacen la función de puente uniendo las dos orillas del río. Entre cada una de ellas hay una separación de un paso y los niños saltan de una a otra, de ahí el sobrenombre de “piedras de salto”.
Los habitantes de Fenghuang no son solo conocidos por su coraje y franqueza, también lo son por su honestidad y sencillez. Fenghuang, la ciudad natal, pacífica y afortunada, cómo escribe Shen Congwen, “las costumbres simples y los rituales tradicionales se aplican a todo… En la primavera, oficiales vestidos de amarillo leen poemas sobre la agricultura. Cuando se acerca el fin de año, los habitantes visten con prendas rojas, ponen la figura de un dios en la estancia principal de la casa; tocan con energía los tambores, un chamán ataviado con prendas rojas como la sangre sopla en su instrumento con forma de cuerno de buey –esculpido en plata–, ataviado de un cuchillo de bronce, mientras danzan para divertir al dios”.
Sin embargo, las costumbres típicas de Fenghuang están cambiando. Ante el creciente número de visitantes, la antigua ciudad adoptó en abril de 2013 una nueva política: en vez de cobrar a los turistas únicamente por los emplazamientos más famosos, a partir de entonces empezó a cobrar una entrada para acceder a la villa histórica.
Como toda vieja ciudad que se convierte en destino turístico, Fenghuang se ha enfrentado a ciertas dificultades: la llegada de viajeros foráneos altera la vida cotidiana de los locales. Seducidos por los intereses comerciales vinculados al ocio, algunos habitantes han transformado sus casas en hoteles y tiendas, otros han alquilado o vendido sus viviendas para mudarse a inmuebles más modernos de la nueva zona urbana. El resultado ha provocado que los habitantes locales sean cada vez más escasos y que han sido se les haya remplazado por comerciantes y turistas.
Al caer la noche, la ciudad del fénix se ilumina por una multitud de luces de neón. Al lado del río la música suena en los bares. El nuevo rostro de Fenghuang, obviamente, no disgusta a los turistas. Hay que esperar al día siguiente, cuando el brillo del sol se levante de nuevo sobre el río Tuo, para que Fenghuang encuentre su calma y la sobriedad de su sencillo rostro.
Publicado originalmente en: Revista Instituto Confucio.Número 39. Volumen V. Noviembre de 2016.
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