Jing Dezhen, capital de la porcelana china
Jing Dezhen (provincia de Jiangxi) es conocida como la Capital de la Porcelana China. La ciudad se relaciona estrechamente con su sector industrial, hasta el punto de que las farolas de la calle y las esculturas de los jardines están elaborados con este material.
Si no nos hubiese avisado el guía local, nunca habríamos descubierto que el pavimento que adornaba el sendero estaba formado por muchas piezas pequeñas de porcelana. Sus múltiples colores presentados en forma de flores, se extendían hacia lo lejos integrándose en el paisaje de esta maravillosa ciudad. El hecho de que Jing Dezhen (provincia de Jiangxi) también sea conocida como la Capital de Porcelana China hace que la ciudad se relacione estrechamente con este sector industrial, hasta el punto de que las farolas de los dos lados de la calle y las esculturas colocadas en los jardines son productos elaborados con este material, detalles que no se nos escapan durante nuestra visita.
Jing Dezhen, sin duda alguna, es el mundo y el océano de la porcelana china, y asimismo el paraíso de los artesanos, quienes han mantenido este oficio de generación en generación. Incluso hoy en día casi todas las familias locales están vinculadas con los productos cerámicos.
Es fácil darse cuenta de que cada producto acabado es un reflejo fiel de la inteligencia de los artistas chinos. En los estudios podemos observar a los pintores adornando vasos y platos con pinceles de distintos tamaños, mientras que en la sala de exposición los productos brillantes de porcelana china—peces, pájaros y flores—, parece estar vivos. En el mercadillo que se abre cada sábado solemos encontrar muchas piezas de diseño particulares y, casi sin querer, nos encaprichamos con ellos. Además, los artesanos también elaboran instrumentos musicales, cuyos sonidos suenan claros y agradables.
Un florero azul y blanco nos hace reflexionar sobre su pasado. Existen además exposiciones folclóricas montadas en unos hornos antiguos donde experimentados artesanos nos presentan los métodos tradicionales aplicados en la producción de la porcelana china.
Uno de los ellos modela un pedazo de barro puesto en una tabla de madera que gira para darle la forma de un tazón o de una calabaza de peregrino. Unos turistas también quieren probarlo y resulta que, por muy sencilla que parezca, esta técnica requiere cierta paciencia, dedicación y sobre todo muchísima práctica. Nos enteramos, después de hablar con unos artesanos que tendrían unos cincuenta o sesenta años, de que ellos empezaron a estudiar este arte desde jóvenes. Debido al constante contacto con el barro, las manos se hacen bastas pero los productos cada vez se finalizan de mejor manera. El proceso de fabricación de estas piezas de porcelana china necesita de un total de 72 procedimientos, cada uno de los cuales requiere del trabajo profesional de excelentes maestros que han dedicado toda su vida para alcanzar la perfección.
Un dicho bien arraigado en este mundo cerámico nos revela el papel fundamental que desempeña el horno en toda la fase de producción: “Cada tres años nace un gran erudito mientras que sólo cada diez años nace un maestro del horno”. Llamado también huǒtóu (o “jefe de fuego”), el maestro tiene que poner atención al control de la temperatura. En la zona de exhibición se conserva el horno de Zhen, antigua pieza restaurada en leña, más grande y más completa que se conserva en activo y con la mayor producción en el mundo. Pero ¿cómo hacen los maestros para controlar el fuego? Aparte de observar su comportamiento a través de la ventanilla, suelen recurrir a un truco un tanto rudimentario pero igualmente válido: arrojar saliva hacia el fuego para determinar la temperatura y el grado de calentamiento de los productos conforme a la forma de caída que presenta esta sustancia al evaporarse.
Nada más salir del horno, nos ha llamado mucho la atención un gran volumen de madera de pino apilada, bien conocida entre la gente local como la “pirámide de Jing Dezhen”. Teniendo en cuenta que la cerámica es fruto del fuego y el barro, se dice que un horno consume miles de kilos de leña cada vez. En el pasado, toda la ciudad estaba llena de chimeneas cuyo humo ocultaba el sol y el cielo.
Sin embargo, lo que descubrimos en una fábrica moderna de cerámica revela que ya la ciudad ha dejado atrás la época de dominar el fuego salvaje. Es ahora cuando los técnicos controlan la temperatura del horno mediante ordenadores y programas informáticos, sustituyendo a los maestros tradicionales. En vez de trabajar con las manos en el arte de modelado, se ha introducido la línea de producción automática. Y además, el horno electrónico o de gas natural predomina en la fabricación en lugar de los de leña, sin hacer falta arrojar saliva ni talar pinos, y por supuesto, sin producir humos molestos.
La porcelana china aún está considerada como una de las máximas expresiones de la cultura china y Jing Dezhen sigue siendo el origen de muchos regalos nacionales y productos cerámicos de calidad. En la línea de producción los barros modelados de color blanco hacen cola para entrar en el horno y por el otro lado salen los productos acabados con colores brillantes, hasta que más tarde llegan a todas partes del mundo.
Publicado originalmente en: Revista Instituto Confucio.Número 7. Volumen IV. Julio de 2011.Leer este reportaje en la edición impresa
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