Ilustración de Xavier Sepúlveda
La leyenda de los amantes mariposa de Zhejiang
La leyenda de los Amantes Mariposa es una de las cuatro grandes leyendas populares de China y cuenta con cerca de 1.500 años de historia. Se trata de un relato sobre la fidelidad del amor más allá de la muerte, capaz de conmover a generaciones enteras y que se ha representado en la cultura china tanto en ópera, como en danza, música o cine.
En el poema “Jingxi zhuzhici,” Shi Chengyu, poeta de la dinastía Qing (清, 1644-1911), habla sobre un par de mariposas que ocupan un distinguido lugar dentro del folclore de la cultura china. Nacida en la provincia de Zhejiang, la leyenda de los Amantes Mariposa es una de las cuatro grandes leyendas populares de China. Sus cerca de 1.500 años de historia han ido moldeando el relato sobre la fidelidad del amor, capaz de conmover a generaciones enteras y merecedora de las varias iniciativas que en la actualidad tratan de concederle la denominación de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Cuenta la leyenda que en la dinastía Jin Oriental (东晋, 317-420) vivía en un pueblo de Zhejiang una familia acomodada, conocida entre sus vecinos como los terratenientes Zhu. Los Zhu tenían una hija llamada Zhu Yingtai, diestra en las tareas domésticas y en el bordado, pero cuyo gran anhelo era estudiar como lo hacían los hombres de la época. En la China antigua a las mujeres no les estaba permitido estudiar fuera de la casa paterna. A los quince años, decidió intentar cumplir sus sueños y se disfrazó con atuendos masculinos para poder ir a la escuela.
Vestida de hombre, Yingtai fue a ver a su padre y ni siquiera este fue capaz de reconocer su verdadera identidad por lo que, satisfecha, le hizo saber cuál era su intención. Ante la insistencia de la joven, su padre no pudo negarse y acabó cediendo. Con mucha ilusión, Yingtai emprendió su viaje hacia la escuela. En el camino, el calor asfixiante la obligó a parar en un pabellón para descansar a la sombra. Allí coincidió con Liang Shanbo, un apuesto muchacho que también pretendía comenzar sus estudios. Ambos conversaron con entusiasmo y descubrieron que tenían mucho en común. Inmediatamente los dos jóvenes entablaron una estrecha amistad y decidieron jurarse lealtad, se hermanaron bajo el pabellón y prometieron ayudarse mutuamente para siempre.
Durante tres años, los dos compartieron habitación en la escuela. Liang Shanbo cuidaba de Zhu Yingtai como si fuese su hermano pequeño y esta, para que su amigo no descubriera su verdadera identidad, estuvo años sin quitarse la ropa. A lo largo del tiempo, Shanbo demostró que, además de poseer un intelecto prodigioso, era honorable y respetuoso, con lo cual se ganó la admiración de Yingtai, que acabó enamorándose de él.
Transcurrido un tiempo, la familia de Yingtai le hizo llegar una trágica noticia: debía volver a su hogar, pues su padre había enfermado. Antes de partir, la joven entregó a su profesora un hermoso abanico de jade y le pidió que, llegado el momento, se lo cediera a Shanbo y le contara su intención de casarse con él. Shanbo, entristecido, acompañó a Yingtai en su partida a lo largo de 18 kilómetros. Durante todo el camino, la muchacha trató constantemente de hacer ver a Shanbo su verdadera identidad lanzándole todo tipo de indirectas que su amigo no supo interpretar. Cuando finalmente alcanzaron el puente que separaría sus caminos, Yingtai, desesperada por la actitud de su enamorado, fingió tener una hermana gemela idéntica a ella y le ofreció su mano a Shanbo que, atraído por casarse con una muchacha tan bella como su amigo, prometió visitarla el séptimo día del séptimo mes.
Cuando Yingtai llegó a su casa, descubrió que su padre se había recuperado. Este la había comprometido con un noble llamado Ma Wencai y Yingtai, apenada, no pudo sino acatar sus órdenes. Por su parte, Shanbo se concentró tanto en sus estudios que olvidó su promesa. No fue hasta cierto tiempo después, cuando recibió el abanico de Yingtai, que descubrió la realidad. Alterado, salió de la escuela y se dirigió al pueblo de los Zhu. Una vez allí, no encontró al chico con el que había vivido numerosas aventuras en el pasado, sino a una preciosa muchacha ataviada con un delicado vestido de terciopelo rojo y mangas turquesas, que sujetaba con sutil delicadeza un precioso abanico. La mirada de la hermosa joven escondía una profunda tristeza que le oprimía el corazón y que la llevó de repente a romper a llorar desconsoladamente mientras se lamentaba: “¿Por qué has tardado tanto? ¡Mi padre ya le ha entregado mi mano a la familia Ma!” Shanbo recibió la noticia como un puñal en el corazón, se maldijo a sí mismo por su error y, acto seguido, ambos se fundieron en un cálido abrazo. Al igual que años atrás se habían jurado amistad, en esta ocasión, entre sollozos, juraron que nadie sería capaz de destruir el amor que se profesaban, permanecerían juntos para la eternidad. Sin embargo, sus lamentos acabaron llamando la atención del padre de Yingtai que se acercó encolerizado, los separó violentamente y expulsó a Shanbo de su hogar.
El muchacho se sumió en una profunda depresión. Tras varias semanas sin dormir, una enfermedad le arrebató la vida. El día de su boda, Yingtai no pudo resistirse a las órdenes de su padre y subió al palanquín nupcial que la llevaría hasta su nuevo hogar. Cuando estaban en la mitad del camino, se originó un violento vendaval que obligó a la comitiva a detenerse. La sirvienta de Yingtai la avisó entonces de que justo delante tenían una tumba en cuyo epitafio parecía estar escrito el nombre de Liang Shanbo. Temiéndose lo peor, Yingtai aprovechó la confusión de quienes la acompañaban y forcejeó para bajar del palanquín y acercarse a la tumba.
Cuando pudo leer el epitafio del sepulcro, notó cómo las escasas ganas de vivir que le quedaban se le escapaban con las lágrimas que empezaban a empañarle la mirada y se dejó caer sobre el suelo, rendida, susurrando el nombre de aquel al que había jurado amor eterno. De repente, comenzó a tronar y el cielo descargó un enorme torrente de agua que hizo que todos los asistentes corrieran a refugiarse mientras miraban atónitos y desde la distancia cómo sobre la tumba se abría un agujero y cómo la novia se precipitaba hacia su interior. Cuando esta hubo desaparecido, la lluvia amainó, el cielo se despejó y los rayos del sol proyectaron un bonito arco iris sobre el campo mojado. De repente, dos mariposas gigantes emergieron de la tumba y comenzaron a alzarse hacia el cielo. Alegres, revoloteaban la una alrededor de la otra. En sus interiores moraban las almas de Liang Shanbo y Zhu Yingtai, los amantes mariposa que se perdieron volando por el horizonte, donde nunca más volvieron a separarse.
El origen de la leyenda de los Amantes Mariposa se remonta a la dinastía Jin. Desde entonces, a través de la transmisión oral, fue desarrollándose hasta llegar a la versión que hoy conocemos, narrada en su totalidad en el Diario del Templo Yizhongwang por Li Maocheng en la dinastía Song (宋, 960-1279). Es por su carácter universal que la leyenda ha podido sobrevivir al paso del tiempo. También por ello se ha convertido en una prolífera fuente de inspiración que ha dado pie a una abundante colección de obras teatrales, óperas, películas, etc. Destacan entre ellas la representación de la leyenda en la ópera Yue, una de las variantes más famosas de ópera china, típica de Zhejiang y característica por su tono elegante y suave, muy adecuado para la representación de relatos; y el concierto para violín de los Amantes Mariposa que, compuesto por Chen Gang y He Zhanhao, se ha convertido en una de las piezas musicales más conocidas de China. Ambas adaptaciones artísticas ayudarán a que la leyenda de los Amantes Mariposa siga propagándose en el tiempo y permanezca ligada a la cultura popular de la provincia de Zhejiang para la posteridad.
Publicado originalmente en: Revista Instituto Confucio.Número 45. Volumen VI. Noviembre de 2017.
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