IDA Y VUELTA COLUMNA
Al final de una historia
La serie documental más perturbadora que he visto en mucho tiempo es la que trata de la
desaparición de Madeleine McCann
Carteles sobre la desaparición de Madeleine McCann. A. MILLIGAN PA IMAGES / GETTY
Las series de ficción estiran hasta el extremo complicaciones banales de argumento y pistas visiblemente falsas y repiten sin escrúpulo ni apariencia de fatiga los estereotipos más manoseados del género policial, del de asesinos en serie, del de narcotraficantes. Es en algunas series documentales en las que se encuentra ahora el doble estímulo de una narración bien contada y del descubrimiento fehaciente de lo real. Llega un momento en la vida en el que uno decide que ya no va a aguantar una vez más la escena del detective o el agente tan entregado a su investigación que ha descuidado su vida familiar y llama a las tantas de la noche, desde la habitación de un motel, a la esposa, ya muy resentida por su ausencia y fatigada de cuidar ella sola de los niños, que ahora mismo duermen, de modo que el padre sacrificado y heroico no puede hablar con ellos; o esa otra escena de los dos detectives o agentes del FBI, el uno veterano y algo cínico después de tanta experiencia, el otro en el comienzo ilusionado y torpe de su carrera, los dos acodados con dos cervezas en un bar sombrío, las corbatas flojas, una música country de fondo.
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