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La perra ‘Chancha’
Los que no tenemos el poético talento clasificatorio de Eliot, tenemos una categoría más ridícula de nombres para gatos y perros
Una indigente, junto a dos perros en una calle de Berlín. OLASER / GETTY IMAGES
Hay un ingenioso poema de T. S. Eliot sobre el nombre de los gatos, que divide en tres categorías: el nombre conocido y sencillo que habitualmente utilizan para llamarlo los humanos, como Pedro, Augusto o Alfonso; un nombre más extravagante y rebuscado, que el gato tiene casi como título de su originalidad animalesca, cuyos ejemplos son Munkustrap, Quaxo o Coricopat, o Bombalurina; y finalmente, un nombre secreto, que solo conoce el gato, en el que permanece enfrascado cuando lo vemos inmóvil y meditativo, su nombre inefable, profundo, inescrutable y singular. Por supuesto, los que no tenemos el poético talento clasificatorio de Eliot, tenemos una categoría más ridícula de nombres para los gatos: maga, michi, bigotes, canela, que señalan directamente a alguna de sus cualidades reales o las que les atribuimos.
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