CONVERSACIONES ESTÚPIDAS 3© [15]
By Víctor Norberto Cerasale Morteo®
Hay personas que creen en los papeles… la partida de nacimiento… el contrato matrimonial… los acuerdos escritos… los contratos de compra-venta… los contratos de cualquier cosa… las escrituras… los estatutos… y cuanto más papeles, más posibilidad de trampa, más posibilidad de engaño, ya que todo se vuelve opinable, ya que la segunda intención se torna predecible… dando lugar a la intervención de terceros que hacen del conflicto un negocio, ya que siempre gana aquel que no participa de él, gana aquel que queda del lado de afuera viendo como otros dos, o más, se matan… donde la mediación es un acomodamiento del daño… donde no habrá justicia, aun habiendo jueces… donde aquel que aporte más a la causa, aparecerá como vencedor, aun cuando su iniciativa conlleve la propia trampa, el mismo engaño, o aporte la singularidad de la mejor de las mentiras… donde, el vencido será aquel que procedió FE mediante… confianza mediante… apelando a recursos limitados, destinados a alcanzar un “algo” que le produzca satisfacción de alguna índole… entonces, hay personas que viven midiendo al prójimo… le miden su capacidad de reacción… le miden su confianza… le miden su lealtad… le miden su FE… le miden su entrega… le miden su capacidad de hacer, y su capacidad de producir… y detrás de las medidas, estas personas conservan sus segundas intenciones, sus habilidades para envolver con las palabras, sus habilidades para gesticular e hipnotizar al otro, los giros de las miradas, y un armamento consistente en enrollar y desenrollar historias a la medida de lo que el otro es capaz de escuchar… luego, sigue el atropello, el despojo, la mentira, la traición, y la decepción de la víctima que queda desamparada ante un destino renuente, donde los astros se alinean del lado de los victimarios, donde los astros se dispersan del lado de las víctimas, y donde el zodíaco se quiebra sin que nadie atine a predecir el revuelto del paso que sigue… y el paisaje se contempla una y otra vez… casi sin solución de continuidad… reiterándose las consecuencias y repitiéndose la ecuación… es parte de la conducta humana, dicen… es parte de la condición humana, dicen… la realidad es que el victimario se preciará de un triunfo del que no le quedará más que dineros, que poco a poco se irán transformando en un sabor amargo, porque lo inesperado le envolverá el aura, y más tarde la sorpresa le ganará el karma, y aunque el victimario no lo reconozca, ni tampoco lo acepte, sus circunstancias cargarán con el dolor infringido a la víctima, más grande o más pequeño, pero ese sufrimiento se le pegará indefectiblemente a algún ángulo de su karma… otra realidad de la misma geometría, enseñará a una víctima desahuciada, lamentando su suerte, una suerte donde el universo mismo se encargará de acomodar las cosas, y donde aunque al principio parezca una tragedia, todo se acomodará con los remolinos del tiempo, un fenómeno que devuelve a cada quien lo que le corresponde… a veces el victimario es tomado por sorpresa… a veces la víctima secuestrada por el desamparo inicial, recupera su dignidad antes de lo esperado y de la manera menos pensada…
Aquella gente estaba acostumbrada a embaucar a los desprevenidos… lo hacía con tanta frecuencia que era casi un ejercicio de vida… era un hábito justificado en la ventaja de las conveniencias… siempre se mostraban afables… se tomaban su tiempo… medían las circunstancias y las presencias… estrechaban las manos con aparente lealtad… y hasta se confundían en un abrazo como dejando entrever la existencia de una hermandad etérea… mientras tanto sacaban alguna ventaja menor, pero agazapados, se disponían a tomar por asalto el espíritu ajeno… a ellos, robar el huerto ajeno, les produce una singular satisfacción… desde luego, a la hora del zarpazo no tenían piedad… iban directamente al cuello y obtenían el resultado más cercano a lo esperado… quizás los “ajenos” no eran desprevenidos, sino que procedían en la confianza… construyendo puentes… estableciendo nexos… pero con este tipo de gente no hay vínculo posible, ellos aguardan a la víctima, deformados en sus propias circunstancias… ellos esperan por el momento propicio para dar el golpe… porque en su esencia no anida ni la amistad ni el vínculo, sino la ventaja y el atropello… su modus operandi es siempre el mismo, y las víctimas caen, no por su inocencia, sino por el valor que el conceden a la dignidad humana, propia y ajena…
El hombre capturaba pájaros de sus universos de libertad… jamás le había gustado trabajar y aun cuando aducía pertenecer a un frigorífico, la realidad es que sólo estaba en su línea de producción para robar algo de lo producido, llevándolo a su casa como un logro de vida… no era de armas llevar, pero incapaz de hacer por algo por alguien… eso había aprendido desde niño y eso era lo que sabía y dominaba, claro está, ya no era un niño, claro está, siempre encontraba la justificación apropiada posterior al atropello… como sea, encerraba a cientos de pájaros en jaulas pequeñas, para luego venderlos en un mercado de aves, allá en Pompeya, en el sur de Ciudad Autónoma de Buenos Aires, un lugar de dimes y diretes si los hay… sus hijos habían aprendido a robar al igual que él lo hacía, así es que todos conformaban un paisaje de excusas y justificaciones donde no había hechos sino miles de palabras que no decían nada… los pájaros eran apenas una de las tantas excusas… y en esos giros raros de la vida, se había apropiado de una casa y de otros bienes de algún prójimo desprevenido, para inmediatamente escudarse en el trabajo del frigorífico… léase, tenía una explicación para cada cosa y en su léxico, cada cosa tenía su explicación… un día de esos que nunca faltan, le cayó un santo varón buscando un auto para su trabajo, la ilusión del primer auto, la necesidad de tener un vehículo para trabajar… en vez de caminar como un desgraciado, podría disponer de una movilidad propia… la línea de pesca mostró que el hilo tiraba, y que algo había picado, así es que el gentil hombre de los pájaros en sus jaulas, se dispuso a ofrecer sus servicios, sabía de autos tanto como de pájaros, sabía de autos tanto como de chacinados… él tenía un amigo, que a su vez tenía otro amigo, cuyo amigo vendía un auto, con sus años, pero en excelente estado, mediante una agencia, que oficiaba de taller, o bien, un taller que oficiaba de agencia, daba igual… se produjo el encuentro y el auto relucía, recién lustrado, recién lavado, recién pintado… “te llevas una joyita”, dijo… lo que sigue fue una réplica del espanto, el auto impecable por fuera, estaba derruido por dentro, y caminados unos escasos doscientos kilómetros, comenzó a fallar, la falla se hizo costumbre, y la costumbre hizo pedazos el bolsillo de la víctima, que a estas alturas no terminaba de caer en la cuenta del tenor de la trampa a la que había sometido, suegra mediante, mujer mediante, circunstancias mediante… no es cuestión de echar culpas, ya que el relato habla por sí mismo… léase, el auto duró poco… parecía estar maldito… se le arreglaba algo y se desarreglaba otra cosa… una tras otra… sin cesar… sin parar, hasta que en un día de lluvia de esas que no dan tregua, en medio de la tormenta, en medio de la calle, dejó de funcionar, así de simple, no anduvo más… la víctima, entonces, descendió frustrado, lo miró con desdén, le dio un puntapié a una de sus ruedas, y lo condujo como pudo, empujando, hasta el cordón de una vereda… a estas alturas empapado… decepcionado… traicionado… paró un taxi, hizo subir a la mujer (compinche de la estafa) y a las hijas, y se limitó a decir “véndelo”, “no me ocupo más de esto”… después de un tiempo lo compró un mecánico… el auto jamás volvió a funcionar… el victimario cobró la renta de su venta… la víctima siguió el consejo de los ángeles… “nunca devuelvas con la misma moneda”… “limítate a irte y a dejar al victimario envuelto en la confianza de su triunfo”… así fue… el universo, una vez más, acomodó las cosas de cada quien… las circunstancias, no mucho tiempo después, le devolvieron a la víctima, un automóvil usado pero en perfecto estado de conservación, con el que en los años posteriores andaría miles de kilómetros… al victimario, le fueron complicando las circunstancias… pero nadie tomó nota… a nadie le importó… y todo el mundo procedió como si aquí no hubiese pasado nada… sin embargo, sí había pasado, y los testimonios de ello, son muchos… la palabra había caído fulminada… los papeles habían sido fuente de una traición “familiar”, entre tíos y sobrinos, hermanos y primos… la justificación siempre es la misma… “y no te diste cuenta”… “fuiste vos el culpable de no darte cuenta”… poner la culpa en el otro es el mejor mecanismo de defensa de aquellos que no tienen escrúpulos… curiosamente, los años demostrarían que el robo no sólo iba de la mano del tío, sino que era patrimonio de toda una familia, es decir, todos los hermanos, todos los hijos (y las hijas), todos los sobrinos, todos los primos, estaban envueltos en similares costumbres, donde las víctimas formaban un tendal que daban orden a una cola extensa de caídos por la confianza… no te aflijas, la vida cobra todas y cada una de las maldades, le dijo el ángel, y así fue…
Un día, los pájaros encontraron sus jaulas abiertas… un día los pájaros recuperaron su canto… un día los pájaros regresaron a sus árboles… un día los pájaros apelaron a sus memorias para construir sus nidos… un día los pájaros encontraron a sus parejas… un día los pájaros tuvieron sus descendencias… un día, el victimario vio como su alma quedaba atrapada en una jaula… donde permanece desde entonces… nadie atiende sus clamores… se ha quedado sin cuerpo y se quema en su propia hoguera, con forma de jaula, claro… todo se devuelve a la medida de lo que haces… siempre… allá no hay autos, no se necesitan, pero si no tienes alas, eres incapaz de moverte… y la inmovilidad consume el espíritu… ahora lo sabe… lo que siembras allá, es lo que recoges acá… o viceversa… lo que siembras acá, es lo que recoges allá… ¿viste?, no daba igual… no era lo mismo… ¿aprendiste?... no… la soberbia es una jaula en sí misma…
Claro está, los contratos son papeles donde intervienen, según se trate, escribanos, abogados, jueces… un contrato matrimonial es un papel… semejante a un papel caza moscas… alguien tiene una intención… otro alguien tiene otra intención… alguien enseña amor… otro tiene necesidad… parecen ser cercanos, pero en verdad no lo son… dado que las intenciones no se ven, todo reluce, todo parece bonito, todo parece festivo, todo parece bueno… por aquellos años, allá por los setenta, el matrimonio era una institución, para algunos, claro está, para otros era una oportunidad de tomar distancia, para otros era una ocasión de alejarse de otra cosa… ciertas mujeres huían de sus padres… otras mujeres buscaban un proveedor… alguien que las mantenga… alguien que las tenga como princesas sin reino… ciertos varones pensaban en el sueño de la vagina propia… otros varones buscaban acomodar sus vidas… algunos eran verdaderos prodigios de encuentros… algunos encontraban una fuente de acompañamiento… otros hallaban un puente hacia mejores tiempos… como siempre, había un juez de paz en el medio, y había que estampar la firma, rubricar la voluntad, decir que sí delante de testigos… todo parecía estar bien… claro está, en aquellos años uno compraba la historia que se contaba, que siempre se vendía bonita, y nadie se animaba a abrir la caja, por las dudas… claro está, en aquellos años las sonrisas ocultaban a las intenciones, y una compraba la cáscara, lo que se veía por fuera, desconociendo lo que había dentro… en la confianza, ¿viste?... en la confianza todo suena lindo… el tiempo indica que las parejas suelen ser desparejas… algunos dicen que las almas se complementan, lo cual no es verdad, donde hay una media naranja, del otro lado suele haber un medio pomelo, o bien, donde hay una media mandarina, del otro lado suele haber un limón… tal vez, las circunstancias encajan los espíritus durante algún tiempo, pero ese tiempo nunca se prolonga, porque siempre aparece la circunstancia mediante la cual se muestra la hilacha… todo dura un rato, hasta que la careta se cae, y emerge el verdadero rostro… cuando eso sucede, primero tiene lugar la sorpresa… inmediatamente aparecen una sucesión de sorpresas… y después de un tiempo, que puede hacerse largo, van cayendo una a una las fichas de la decepción… la decepción se nutre de conductas impensadas, “decepcionantes”, que se acumulan sin solución de continuidad… una sucesión de mentiras de las que no tomas consciencia, hasta que un día, un simple error descubre la trampa… y ante la trampa, ya no hay puente posible, porque se ha quebrado el más preciado de los bienes del alma, la confianza… jarrón roto mediante, uno observa las conductas, ya con otros ojos… esperando la siguiente trampa, la siguiente mentira, el siguiente engaño… cuando todo queda al descubierto, ya no hay como tapar la historia ya que la misma se descubre por sí sola, justamente, “por sí misma”, sin necesidad de agregar nada… allí te das cuenta que quizás no seas el padre… allí te das cuenta que te han venido carne podrida… y allí caes en la cuenta, también, que el paisaje se componía de hermanos, primos, tíos, sobrinos, y sobre todo una madre, criados en la trampa… claro está, los años atrapan la duda en el espíritu, y es necesario meditar el qué hacer, el cómo proceder, el cómo liberarse, el cómo desprenderse… el divorcio es el menor de los problemas, porque luego surgen peores problemas… él decidió tomarse su tiempo… esperar… aguardar el momento que se “sintiese” más prudente… el instinto tiene puertas invisibles… la razón tiene puertas con cerrojos… y la maduración de la prudencia demoró los tiempos humanos… y los años se fueron escurriendo entre mentiras y observaciones… donde no hay confianza genuina, el contexto se oxida, primero, luego se destruye, poco a poco, se desintegra, se diluye, y desde luego, aquello que alguna vez encajó, deja de hacerlo… como te digo, los años se fueron escurriendo a sabiendas de las mentiras… las justificaciones… las explicaciones… los argumentos vacíos… y sobre todo, las notables excusas que aparecían día tras día, dando lugar a escenarios teatrales impensados… a fines de los años noventa, todo estaba roto… no había puentes… no había escolleras… no había playas… ni siquiera islas donde recalar… el naufragio era inminente… y un día, la señora no tuvo mejor idea que justificarse a sí misma en el huerto ajeno, mientras robaba tomates y berenjenas, mientras saqueaba lechugas y repollos, mientras se llevaba la espinaca y la acelga, aduciendo derechos de propiedad, recordando el contrato firmado allá por el setenta y tres, y todos los derechos de propiedad donde aparecía su nombre y su apellido, sobre todo su apellido y hasta el número de documento… todo estaba a su nombre… así es que el huerto ajeno también era de ella, según sus visiones, así es que disponía del derecho de propiedad de lo producido… es lindo quedarse con el esfuerzo ajeno… es lindo apropiarse de la voluntad del otro, así es que los tomates miraban azorados como eran arrancados uno a uno de sus respectivas plantas, mientras las berenjenas transpiraban su despojo, mientras las lechugas perdían sus hojas, mientras los repollos eran arrancados con odio, mientras la espinaca se veía quitada de su suelo, mientras la acelga se sentía despojada de su huerto… sorprendidos, los tres añosos ciruelos lloraban resinas… por algo se había secado el pomelo, y por algo había muerto el naranjo… algo extraño había secado a los veinte durazneros… algo raro había sucedido con el damasco… mientras que el manzano estaba lejos, y aunque relucía, no daba manzanas, estaba como herido de sentimientos… aquella noche, en la soledad de un campo en “soledad”, llovieron insultos acompañados de nuevas y mejores mentiras… los insultos, llenos de violencia y rencor, condujeron a una lluvia de cachetazos… y detrás de los cachetazos, cayó un manto de silencio que clausuró cualquier indicio que quedase de los puentes… esos puentes que alguna vez habían existido, pero que ya no lo hacían… no hizo falta agregar nada más… ella gritaba, entre insultos y golpes, que quería el divorcio… él ni siquiera reaccionó, se limitó a decir: “¿queres el divorcio?, págalo vos”… el silencio se sostuvo por los días por venir… el silencio se sostuvo en el tiempo donde el cuenco roto era un despojo de la memoria quebrada… él tomó unas pocas cosas y simplemente se fue, con lo puesto, a dormir en una plaza, a vivir de prestado… le habían robado el huerto… se le habían quedado con los dineros… se le habían quedado con el esfuerzo de una vida… se le habían quedado con las propiedades… se le habían quedado con la inocencia… se le habían quedado con la confianza… eso sí, esgrimían el contrato a quien lo quisiera ver, contando historias que no se correspondían con la verdadera “historia”… la vagina se enjuagaba en la comodidad de quien la acomodaba en el lecho de la trampa… ¿de quién serían los hijos?... bue, eso daba para otra historia, que a estas alturas, ya ni siquiera era cuestionable, después de todo, él había ayudado a criarlos, así es que sonaban como propios, más aun, algunos se parecían, aunque otros no lo hacían… lo que hubiese sucedido años atrás, ya era en sí mismo un hecho consumado… cerrar la puerta liberó esa alma de un pasado trágico de mentiras y traiciones… quien se queda con todo, se queda también con el hueco de sus propias mentiras y de sus propias traiciones… y en el hueco de las mentiras, y los odios, y los rencores, y las traiciones, hay un huerto no trabajado, no labrado, sin surcos, donde crecen los yuyos y se difunden las alimañas… donde eso sucede, donde eso ocurre, el sufrimiento envuelve al espíritu que movilizó los engaños, y lo carcome, de a poco, lo va devorando lentamente… por lo tanto, no hay necesidad de revanchas, tampoco de venganzas, ni siquiera de discusiones inútiles… el universo acomoda las circunstancias… y en ese punto, no hay contrato que valga… el único contrato que tiene validez es el tuyo propio con Dios, ¿no quieres a Dios?, entonces con quien sea… el universo mismo… la eternidad tiene sus vueltas, y con ella no se jode, porque en ella todo permanece imborrable… por siempre… mal que te pese… la sobrina había repetido la historia del tío… la hija había repetido la historia de la madre… nadie había aprendido nada, pero es que no podían aprender nada de fuentes secas… cuando no tienes dónde beber, estás seco… puedes robar el huerto ajeno, sí, pero no tienes dónde beber… estás seco… no hay agua, no hay surcos, no hay huerto… el engaño es un éxito, pero no hay huerto… donde no hay huerto, el alma no se alimenta, el espíritu tampoco, y la consciencia no es más que un retrete…
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