LECTURA
Ecli 4, 11-19
Lectura del libro del Eclesiástico.
La sabiduría encumbra a sus hijos y cuida de aquellos que la buscan. El que la ama, ama la vida, y los que la buscan ardientemente serán colmados de gozo. El que la posee heredará la gloria, y dondequiera que vaya, el Señor lo bendecirá. Los que la sirven rinden culto al Santo y los que la aman son amados por el Señor. El que la escucha juzgará a las naciones y el que le presta atención habitará seguro. El que confía en ella la recibirá en herencia y sus descendientes también la poseerán. Al comienzo, ella lo conducirá por un camino sinuoso, le infundirá temor y estremecimiento y lo hará sufrir con su disciplina, hasta que tenga confianza en él y lo haya probado con sus exigencias. Después, volverá a él por el camino recto, lo alegrará y le revelará sus secretos. Si él se desvía, ella lo abandonará y lo dejará librado a su propia caída.
el dispensador dice: la vida concedida es una gracia divina que porta dones y talentos hacia la eternidad... proviene de la música de las esferas que acompaña y custodia el mundo de las ideas y transforma a aquella idea en una expresión temporal de sí misma, traduciéndola en un lapso respirable llamado "vida". Así, se puede ser príncipe de la luz en la propia alma o bien portar las tinieblas de sí mismo. Depende de las perspectivas con que se cultive la vida, y sus variables esenciales. Pueden serlo de estirpe pero habitualmente lo son individuales y así la sabiduría se exalta como una lámpara para luego apagarse lentamente hasta consumirse entre recuerdos olvidados... sucediendo lo propio con el afecto, que puede escalar hasta la química del amor o bien degradarse hasta la omisión y la culpa... y en la ley de los equilibrios, puede haber consecuencias de justicia que se corresponden con las humildades o bien pueden traducirse conductas en injusticias comunes a las soberbias. Dado que las descendencias no compran ni asocian sus destinos, pueden o no herederar cualidades o defectos, por sintonía, por armonía, o bien por resonancia química... pero así como la vida es una revelación para cada quién, eso mismo lo distingue del anterior y lo aleja, para bien o para mal, del predecesor y su modelo, habilitando a sumar huella o perder sombras. Como todo, si lo que se porta no es genuino, el tiempo se encargará de diluirlo hasta transformarlo en nada, diluyéndolo hasta evaporarlo. En la senda, si no hay paz y comunión con uno mismo, con la consciencia (espíritu santo) y con el ángel de la guarda (propio), la huella será deformada por el viento y consumida por el Sol... en tal sentido, no se puede hablar de amor escupiendo en la cara (o en el alma) del compañero, del amigo, o del prójimo... como tampoco se puede hablar de justicia apropiándose del esfuerzo ajeno y diezmando la voluntad de los otros y/o invadiendo sus dignidades... y del mismo modo, no se puede hablar de sabiduría asociando a ésta con la inteligencia, muchos escalones por debajo, o con las ciencias que perdidas de la filosofía han abandonado sus concepciones éticas para ser sólo resultados de conveniencias e intereses... La sabiduría está por sobre y por fuera de la vida misma. Sin Dios, el hombre es un ente que aún con ojos, no ve... aún con oídos, no escucha... aún con corazón, no siente. Si el Dios que se pronuncia no se corresponde con el que se lleva en el propio espíritu, la paradoja quiebra el verbo y la gracia de la vida, simplemente se niega. Febrero 23, 2011.-
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