Lc 7, 11-17
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba. Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: "No llores". Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: "Joven, Yo te lo ordeno, levántate". El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre. Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: "Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo". El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina.
el dispensador dice: ...y la señora, apoyada contra una de las paredes del pasillo del hospital, dijo: "sabía que Dios me concedería esta gracia... lo supe cuando sentí el perfume sin que hubiese una sola flor a mi alrededor... apenas le pedí que dejara que mi hijo enfermo de cáncer me sobreviva tal corresponde a los ciclos de la vida... que le permitiese crecer y madurar su propio destino, ateniéndose a la gracia de sus tiempos"... y lloró tanto como pudo, sabiendo que Dios le había otorgado una oportunidad irrepetible, propia, trasladable a su descendencia directa, a aquello que había nacido de sus entrañas... sin embargo, en ese mismo día, en esa misma circunstancia, en ese mismo momento, el propio hijo enfermo dijo a su madre entre llantos cruzados: mamá, supe que seguiría viviendo cuando rezando, sin ver a nada ni a nadie, sin que hubiese una sola flor, me envolvió ese raro perfume que no te puedo describir, parecían jazmines pero no lo eran, parecían rozas pero tampoco eran, no sé no te lo puedo explicar... ambos, madre e hijo cruzaron sus miradas y simplemente lloraron de cara al mañana necesario, a la eternidad concedida." Cada vez que el milagro se acerca a las personas en gracia, los perfumes envuelven a las almas y las sostienen en el vapor de la paradoja que alterará sus vidas para siempre, modificando los destinos escritos en el libro de la vida, produciendo un nuevo doblez en aquellos antes pensados. Miles de milagros descienden diariamente hacia la Tierra concediendo gracias que serán milagros del verbo... hechos personales que cambiarán circunstancias de dolor por otras de continuidad en la gracia de ser, de seguir siendo, por un "algo" que estará siempre más allá del todo, del conjunto y sólo podrá ser comprendido y dimensionado por aquellos que han participado directamente de la fragancia eterna invadiéndolos, sumergiéndose en sus espíritus. Los milagros, además de gracias, son enseñanzas... si las dejas pasar, simplemente pierdes la vida... aún viviéndola. Ruega por los perfumes celestiales. Septiembre 13, 2011.-
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