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Pensar en español... y portugués
Culmina la ambiciosa aventura de escribir la Enciclopedia de Filosofía Iberoamericana, un mapa en 34 volúmenes sobre las ideas que unen ambas orillas del Atlántico
RUBÉN CHUMILLAS
Entre Toluca y Ciudad de México hay unos 70 kilómetros, pero el estado de las carreteras y la intensidad de tráfico pueden hacer que el trayecto supere ampliamente la hora. Eso fue lo que ocurrió el 27 de noviembre de 1987. Había concluido en Toluca el IV Congreso Nacional de Filosofía y Fernando Salmerón (1925-1997), filósofo mexicano con especial preferencia por cuestiones morales, se aprestaba a volver a su casa en coche. Se ofreció a llevar a algunos colegas y se apuntaron el también mexicano León Olivé (1950-2017), el argentino Osvaldo Guariglia (1938-2016) y los españoles Javier Muguerza y Reyes Mate. En aquel coche acabó de cuajar la idea de impulsar una obra que recogiera tanto la historia como el presente de la filosofía en los países iberoamericanos.
No era la primera conversación al respecto. Durante la semana que duró el congreso, el asunto había aparecido una y otra vez en las conversaciones. Más como un anhelo que como proyecto realizable. Y, charla que te charlarás, aquello acabó por convertirse en un programa de trabajo al alcance de la mano. O de las manos, porque harían falta muchas para darle materia y forma y para que acabara cuajando en 34 volúmenes que resumen lo que ha sido y lo que es la filosofía en los países iberoamericanos. Y en el resto del mundo, que tampoco está tan lejos.
Un reto era evitar el sectarismo. La obra tenía que ser plural y reflejar las tendencias de todos los países
En diciembre de 1992, cinco años después de aquel viaje, se presentaban los dos primeros volúmenes de la Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía. El primero se titula, nada casualmente, Filosofía iberoamericana en la época del encuentro. Este mismo mes de junio, un cuarto de siglo más tarde, han sido publicados los dos últimos, que recogen la actividad en los diversos países, incluidos Portugal y Brasil. Queda un último tomo a modo de apéndice con información sobre el proyecto global y los más de 500 autores que han participado en la tarea. Lo pendiente, señala la directora del Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, coeditor de la obra junto a la editorial Trotta, es el futuro. Porque parece claro que la voluntad de pensar no se ha agotado, con lo que queda trabajo por hacer.
Mientras, los lectores disponen de 34 volúmenes de los que cuatro están dedicados a la actividad en los países iberoamericanos; otros cuatro analizan los periodos históricos. Los apartados filosóficos (ética, conocimiento, lenguaje, política, metafísica) tienen dos volúmenes cada uno de ellos, mientras que a la filosofía de la ciencia se le han dedicado tres volúmenes, y uno a la filosofía de la historia, de la cultura, de la educación, la estética, la economía y, uno también, claro está, a la reflexión sobre la propia práctica: filosofía de la filosofía.
MÁS ALLÁ DEL GRIEGO Y EL ALEMÁN
La filosofía es, en buena parte, lenguaje. Pero no idioma. Heidegger exageraba cuando sugirió que las lenguas de la filosofía son el griego y el alemán: cualquier historia de la filosofía alemana incluye a Leibniz, que escribía en francés. Las historias de la filosofía francesa no dejan fuera a Descartes, aunque escribiera en latín. Otro caso es el de la filosofía inglesa: Francis Bacon escribía en inglés. Algunos de sus biógrafos sostienen que porque no dominaba la lengua latina. De ahí que contratara un traductor, Thomas Hobbes, para verter las obras al latín. Una historia de la filosofía hecha en España que se precie no puede dejar de lado (la Enciclopedia no lo ha hecho) las aportaciones de Séneca, Maimónides, Averroes o Ramon Llull. El primero escribía en latín; el segundo, en árabe y hebreo; el tercero, en árabe; Llull, en varios idiomas, incluido el catalán.
Una de las consecuencias de la Enciclopedia ha sido un debate sobre lo que pudiera significar “pensar en español”. Cree Reyes Mate que Carlos Pereda tiene buenas razones para señalar que el pensamiento en español, por verse situado en los márgenes del inglés, ha adolecido de un cierto sucursalismo, consecuencia de una tradición débil y dependiente del exterior que ha generado un “ensimismamiento nacionalista” y la reivindicación de una “filosofía castiza”. Frente a esto reivindica la actitud pluricultural de Bartolomé de Las Casas y, en la misma línea de Concha Roldán, defiende que la filosofía iberoamericana no puede dejar de lado los movimientos indigenistas y la defensa de sus lenguas.
La lengua no lo es todo, pero es mucho. Manuel Cruz, filósofo metido a diputado, señala el valor de los matices, que se pierden a veces en la traducción. La industria cultural presiona imponiendo el uso del inglés. “La nuestra ha sido, tradicionalmente, una cultura receptiva a la que se ha traducido mucho y no siempre de forma justificada. Por ejemplo, hay muchas monografías traducidas que hubieran podido escribir profesores de aquí con igual mérito”, señala. No siempre, añade, ocurre así. Los franceses “apenas traducen. Es cierto que pueden presumir de una tradición potente, pero no en todos los campos. En filosofía analítica no destacan y tampoco hay traducciones sistemáticas. En Italia, en cambio, se traduce también mucho”.
Los promotores eran conscientes de que se trataba de una obra a largo plazo. Y el tiempo es un gran enemigo. Los 30 años transcurridos han pasado para todos, incluidos los participantes en los primeros comités editoriales y académicos. Eran 13, de los que 8 han fallecido. Los últimos, dos de los fundadores de la Enciclopedia: León Olivé, el pasado mes de febrero, y Osvaldo Guariglia, en mayo de 2016. Ambos llegaron a participar, junto a Reyes Mate, en la redacción del prólogo que cierra el proyecto y, aunque lo firman, no les alcanzó la vida para verlo impreso.
Un reto intelectual era evitar el sectarismo. La Enciclopedia tenía que ser plural y reflejar las diversas tendencias e intereses de todos los países iberoamericanos. Y al mismo tiempo, para decirlo en palabras del mexicano aunque nacido en Barcelona Luis Villoro (1922-2014), evitar “la imitación de culturas ajenas y el ensimismamiento de los propios mitos y tradiciones”. Reyes Mate lo resume evocando a Ortega: “Que la alternativa no fuera elegir entre una filosofía de Marburgo y una filosofía del Manzanares”.
El primer volumen, uno de los cuatro centrados en la actividad iberoamericana en sentido estricto, era ya una declaración de intenciones. Se abría con un texto de Laureano Robles sobre el pensamiento filosófico en España, se revisaban figuras históricas comunes (Bartolomé de Las Casas, Bernardino de Sahagún, Francisco de Vitoria) y se incluían tres artículos infrecuentes: uno dedicado al pensamiento náhuatl (azteca), en el que se describía su visión del mundo, con reflexiones sobre la divinidad, el hombre, el mundo, el ser, partiendo de los textos y de la iconografía que han sobrevivido. El segundo se centraba en los mayas, aun destacando que su pensamiento estaba más cerca de lo que hoy llamamos religión que de la filosofía en un sentido fuerte. El tercero es un estudio sobre el mundo cultural de los incas, con atención especial al encuentro o, si se prefiere, al encontronazo con los que se veían a sí mismos como colonizadores.
Esa voluntad de pluralidad no se quedó ahí. El volumen 31 está dedicado a las filosofías no occidentales, y en el último de los publicados hay aportaciones procedentes de Brasil y Portugal, países que caen también bajo la etiqueta de iberoamericanos.
No obstante, la Enciclopedia ha evitado el ensimismamiento contra el que prevenía Villoro. Para ello, se creó un comité editorial que impulsara las tareas y vigilase la calidad de las aportaciones. Las primeras reuniones formales, recuerda Reyes Mate, se produjeron en Madrid en marzo de 1988. Asistieron León Olivé, Osvaldo Guariglia, Reyes Mate, Miguel Ángel Quintanilla y Javier Muguerza. Quintanilla insiste en la importancia que tuvo Muguerza: “Fue él quien más alentó al proyecto y quien ya percibió que acabaría reflejando también la idea de una comunidad filosófica iberoamericana con rasgos específicos más allá de la lengua y las lenguas”.
Al principio el modelo fue objeto de discusión: ¿era mejor una enciclopedia o un diccionario? Mirando hacia atrás había dos posibles vías: el monumental Diccionario de filosofía de José Ferrater Mora y el Diccionario de filosofía contemporánea que había dirigido el propio Quintanilla. Se impuso la idea de la enciclopedia y, según Reyes Mate, que ha trabajado en ella desde el primer día hasta el último, el resultado final se parece mucho al proyecto inicial, tanto en los contenidos como en los tratamientos.
Lo que ha aflorado en torno a la Enciclopedia es la conciencia de comunidad iberoamericana
Lo que ha aflorado en torno a la Enciclopedia, como ya previera Muguerza, es la conciencia de comunidad iberoamericana. “Al principio”, explica Quintanilla, “no éramos conscientes de lo que estábamos haciendo. Pensábamos en dar cuenta de la filosofía que se había hecho y se hace en los países iberoamericanos, pero el trabajo y el tiempo nos han mostrado la importancia de la idea misma de comunidad y la Enciclopedia ha ayudado a consolidarla”, de manera que, en su opinión, puede hablarse de un antes y un después. “Antes teníamos referencias y, de algún modo, pensábamos en enlazar con la herencia republicana, la que quedó en el interior y la que marchó al exilio. Ahora somos conscientes de que tenemos una personalidad propia. Nos conocemos y colaboramos”. Antes, abunda Reyes Mate, “ni nos conocíamos, ni nos apreciábamos”. Y Concha Roldán concluye: “Ha cambiado el tipo de relación. Ya no nos ven ni nos vemos como la nación conquistadora”.
La Red Iberoamericana de Filosofía “seguirá impulsando el espíritu de la Enciclopedia” y ha promovido un manifiesto a favor de la filosofía y de su papel en la enseñanza. El próximo año se celebrará un nuevo congreso en México (tras los de España, Perú, Colombia y Chile) y en la primera semana de julio está previsto un encuentro en Salamanca centrado en la lógica y la filosofía de la ciencia, donde se rendirá homenaje a Olivé. Roldán sostiene que la suma de publicaciones y los encuentros y congresos permiten afirmar que la filosofía que se hace en la comunidad iberoamericana tiene rasgos propios, más allá de la lengua de uso común. “Creo que es perceptible una preocupación centrada en torno a la pobreza, a la vulnerabilidad, a la democracia. En general, predominan entre nosotros los estudios relacionados con la ética y la filosofía política”.
Otro factor importante, señala Mate, ha sido romper con la idea de que el pensamiento se vehiculaba en Iberoamérica en general y en España en particular a través de la literatura, dada la inexistencia de una actividad propiamente filosófica. Una idea expresada por Unamuno y Antonio Machado.
UNA TRADICIÓN IBÉRICA
La traducción es una tradición ibérica. Occidente recibió a los clásicos griegos gracias a la Escuela de Traductores de Toledo, vía por la que llegaron a la Europa renacentista Aristóteles y Platón. Parte de esta recuperación se debió a autores como Averroes. Su obra más conocida es La refutación de la refutación. Hay una versión española titulada La incoherencia de la incoherencia. Averroes analiza las relaciones entre fe y razón y decide que no hay ningún problema: en materia filosófica se impone la razón; en cuestiones religiosas, el Corán. Esta tesis de la doble verdad es conocida como averroísmo. La obra más difundida de Maimónides es la Guía de perplejos. La influencia de Llull ha llegado al presente a través de Leibniz. En su Ars Magna Universalis, Llull proponía un lenguaje universal regido por la lógica combinatoria. El filósofo en lengua castellana más traducido hasta hoy es José Ortega y Gasset, y especialmenteLa rebelión de las masas (1929).
Ahora queda decidir qué hacer en adelante. Un futuro que será, seguramente, electrónico. La editorial Trotta tiene ya digitalizada toda la obra, la cuestión es cómo se haga su actualización.
El diccionario de Ferrater Mora dispone de un proyecto claro: no contempla la edición en papel, sino ofrecer acceso a través de la Red, explica Joan Vergés, director de la cátedra que, en la Universitat de Girona, lleva el nombre del filósofo catalán y ha asumido las tareas de actualización de la obra. “Hemos llegado a un acuerdo con Priscilla Cohn, viuda y heredera de Ferrater, para que la próxima puesta al día se difunda sólo a través de la Red, de modo que pueda llegar a bibliotecas, universidades e instituciones”. No obstante, al tratarse de un obra de autor, hemos pactado también que la actualización será de un 10% aproximadamente de las 32.000 entradas que tiene. Se incluirán autores como Agamben, que en 1999, cuando se hizo la última actualización, no era tan conocido como ahora, y también voces relacionadas con ámbitos que han tenido un importante desarrollo como, por ejemplo, la filosofía de la mente o la bioética”. Se pondrán también al día las bibliografías, pese a que este apartado tiene hoy una importancia muy diferente debido a la existencia de Internet. La Enciclopedia está ahora, señala Roldán, en un proceso de reflexión al respecto, asumiendo que “los investigadores jóvenes, cada vez más, cuelgan sus trabajos directamente en la Red”.
Pero eso es el futuro. Un futuro que puede ser encarado gracias a que hay disponible un mapa del pensamiento iberoamericano: la Enciclopedia.
Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía. Editorial Trotta y Consejo Superior de Investigaciones Científicas. 34 volúmenes, que se pueden adquirir por separado (entre 12 y 40 euros) o conjuntamente (657,40 euros).
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