sábado, 29 de julio de 2017

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Un cambio radical

En estos 20 años la historieta ha abandonado su escenario endogámico y ha avanzado en el reconocimiento social

Viñeta de 'Jamás tendré 20 años', de Jaime Martín, que recreó la biografía de sus abuelos.

Viñeta de 'Jamás tendré 20 años', de Jaime Martín, que recreó la biografía de sus abuelos.



A finales de los años noventa, el mercado del cómic en España había olvidado ya esa burbuja de euforia y reconocimiento que supuso el llamado“boom del cómic adulto”. Las revistas de Toutain, Norma o Nueva Frontera habían dejado paso en los quioscos a los cómics en grapa de Marvel o Forum, que dominaban el mercado junto a la emergente fuerza del manga. El cómic español se refugió en el activo circuito de librerías especializadas nacido en esa década, que actuó de muro de resistencia permitiendo la popularización del cómic más mainstream, pero también de respaldo de una escena de edición independiente donde los fanzines resurgieron con fuerza, actuando de impulso para nuevos modelos editoriales como el de Edicions de Ponent, Inrevés o Sins Entido, que buscaban salir del círculo cerrado donde el cómic era publicado por editoriales que solo publicaban tebeos, para aficionados casi profesionales que compraban las publicaciones en librerías especializadas.
Casi 20 años después, el panorama no puede ser más diferente: el mercado y las formas de consumir el cómic han abandonado ese escenario endogámico y es casi imposible reconocer hoy herencias de la etapa anterior. El popular formato de cuadernillo sigue presente, pero ha sido ampliamente sustituido por el de libro, que ha permitido que la novela gráfica rompa antiguas fronteras y aparezca ahora de forma natural en librerías generalistas. Pero, además, se ha avanzado con claridad en el reconocimiento sociocultural de la historieta: del olvido mediático se ha pasado a una presencia cotidiana en los medios de comunicación, apoyada en el impulso de superación de prejuicios pasados que ha supuesto el Premio Nacional de Cómic. Un auténtico rompehielos que ha puesto en el punto de mira del interés social obras que han actuado a su vez de ejemplo y llamada a una increíble generación de jóvenes autores que, desde la ausencia de prejuicios creativos preconcebidos, ha irrumpido con fuerza en el panorama del cómic español.
Una situación que se ha aliado con un gran cambio del mercado editorial patrio hacia el cómic: las microeditoriales, que aprovechan los avances tecnológicos y los nuevos modelos de venta y distribución, junto con el renovado auge de la autoedición, la edición colaborativa y, también, la bajada de ventas del libro tradicional, han favorecido una nueva visión de las grandes editoriales, que ven ahora en el cómic un nicho de expansión de interés, expresado en la inclusión de colecciones de novela gráfica en su catálogo. Un proceso en el que, también, se han asumido como propios los problemas de la industria del libro, de las tiradas raquíticas a la ausencia de lectores y el reto digital, pero que posiciona al cómic ante una novedosa situación, tan ilusionante como impredecible.
Álvaro Pons (Barcelona, 1966) acaba de publicar ‘La cárcel de papel’(Confluencias), una antología de artículos sobre cómics.

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