jueves, 27 de julio de 2017

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Un pequeño rincón literario

Este blog atañe a los amantes de la literatura que, en algún momento de su vida, han sentido la pasión de escribir un libro y, al concluirlo, han descubierto que ningún editor se atreve a publicarlo. A ellos, y a todos los que aprecian el valor de la cultura, va dirigido este espacio, con la intención de exponer conflictos y proponer soluciones para resolverlos.




Ciertos lectores fundamentalistas presentan a quienes no leen como seres con medio cerebro desquiciado y el otro en proceso de descomposición. ¿Por qué la lectura no es una opción de ocio con éxito entre los jóvenes, y no tan jóvenes?

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Manu de Ordoñana

Donostia-San Sebastián

España



Preferiría no leer

Categoría (Cultura y democraciaEl libro y la lecturaGeneral) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 27-07-2017

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Instructivo, atrevido, sincero, irónico y divertido, pero sobre todo afilado con las verdades absolutas. Así se muestra, en este ensayo, Víctor Moreno: navarro de Alesués-Villafranca, Doctor en Filología Hispánica, escritor, crítico y profesor de instituto que, además, es colaborador asiduo en radio, prensa y revistas de literatura.
Para muestra el título, Preferiría no leer (Pamiela, 2105), y un extracto del índice:
Primera parte: Saber leer no basta para hacerse lector
Una cita de Unamuno.
¿Por qué no quieren leer los adolescentes?
Las preguntas de nunca acabar.
¿Es necesario evaluar todo lo que se lee?
El contagio de la lectura.
Segunda parte: Valores “desagradables” de la lectura
El valor “desagradable” de la soledad.
El valor “desagradable” del silencio.
El valor “desagradable” de la autonomía.
El título de este ensayo es desafiante y su autor, un provocador o, en palabras de la revista Clij, un francotirador instalado en la escuelaY añade: Incruento, desde luego. De oficio maestro, sus únicas armas son las palabras y con ellas lucha por dignificar y hacer mejor esa escuela, la nuestra, aburrida y productivista, a la que se va a trabajar y a no perder el tiempo.
Desde la primera página, el lector comprueba que se encuentra ante un texto cuyo autor intimida por su atrevimiento y su sinceridad: Ciertos fundamentalistas lectores presentan a quienes no leen como seres con medio cerebro desquiciado y el otro en proceso de descomposición. Su forma elocuente de escribir, su tono incisivo y el despliegue de información que nos muestra a través de citas y referencias a diferentes autores, escuelas filosóficas y teorías lingüísticas, nos da una idea de que estamos ante alguien que sabe de lo que habla, no en vano ha publicado estos otros libros, algunos de ellos con sugerentes títulos: Dale que dale a la lengua, La manía de leer, Va de poesía, Leer con los cinco sentidos, Diccionario de escritura, Cómo sé que valgo como escritor etc.
¿De qué trata este libro?
Es una reflexión acerca de por qué muchos jóvenes, y no tan jóvenes, han optado por no leer por placer o, en otras palabras, por qué la lectura no es una opción de ocio con éxito. Este es un tema que trae de cabeza a la comunidad educativa, como ya hemos mostrado en varios artículos de este blog y Víctor Moreno, como parte de ella, aporta su granito de arena con este ensayo. A través de una perspectiva muy personal ―fruto de su trabajo como profesor de secundaria y de sus lecturas y también de sus prejuicios y de sus saberes―, va desmenuzando la situación de la realidad lectora de hoy en día. Y lo hace en dos partes.
En la primera, indaga en la búsqueda de lo necesario para hacerse lector. Afirma que no es suficiente con saber leer de forma competente puesto que existen muchas personas con nivel de competencia lectora más que óptimo, sobresaliente y, sin embargo, no leen de forma habitual porque no tienen, por diversas causas particulares, la lectura como hobby o afición principal para llenar su ocio. Y a renglón seguido pone como ejemplo a sus compañeros de profesión: Entre profesores de lengua y literatura he conocido a muchos que no se caracterizaban por ser lectores, ni compulsivos, ni de ninguna otra marca registrada. Estaban en su derecho esclavo de hacer lo que quisieran con su tiempo libre.
También, y relacionado con la metodología de la enseñanza en cuanto a lectura se refiere, critica el empeño del profesorado por evaluar todo lo que los adolescentes leen. Afirma que hay que dejarles leer sin cortapisas puesto que la lectura se hace, no se dice. El acto de leer es personal e intransferible. Y como es un acto particular quien extrajera de él dogmas universales, válidos para el mundo, sería un iluso o, por lo menos, un aprendiz de prestidigitador. Recalca que el profesor más que evaluar debe guiar al alumno.
Constantemente se vale de jugosas citas como estas: Cuanto menos se lee, más daño hace lo que se lee (Unamuno)No saber leer es peor que fumar (Mercedes Cabrera) para poner en tela de juicio toda la retahíla de daños colaterales que tiene la no-lectura, y son tan variados que podrían dar pie para una tesina.
En cuanto a la segunda parte, la dedica a hablar de los valores “desagradables” que conlleva el acto lector, y son así porque la propia sociedad los desprecia o no los tiene en consideración. Aquí se refiere a la soledad, el silencio, la autonomía, la lentitud y la inutilidad.
Víctor Moreno asegura que la lectura no es rentable socialmente. Y ya se sabe lo que pasa en esta sociedad si algo no cotiza en bolsa. Además, es un acto solitario para el que hay que guardar silencio; soledad y mutismo, un tándem poco productivo en un mundo ruidoso y cada vez menos reflexivo. La lectura es también un acto consciente y derivado de la propia voluntad, por lo que, si se exige como obligación, tiene las de perder. Otros valores que requiere son tranquilidad y paciencia, de lo que podemos deducir que para ser un buen lector hay que dedicarle tiempo. Pero hoy en día parece que la meta es conseguir todo de forma inmediata y antes que nadie; la impaciencia nos carcome y no nos deja tomarnos el tiempo necesario para hacer bien las cosas.
Quizás un modo de vencer a todos esos valores desagradables está en el epílogo que nos plantea este autor navarro. Nos habla de la lectura dialógica; al dialogar sobre lo que leemos, al compartir nuestras lecturas, vemos la soledad, el silencio, la paciencia…. de otra forma, con un sentido diferente. Somos conscientes de lo “desagradable” de esos valores mientras ejecutamos la acción, pero después nos damos cuenta de que nos ayudan a sacar el mejor partido al libro que tenemos entre manos. En palabras del autor, son un medio de colarse al mundo de los demás y dejar que los otros entren en el propio.
¿A quién interesa este libro?
Es imprescindible para todos aquellos que conforman el sistema educativo y sobre todo para esas personas que se dedican a incentivar la lectura. No ofrece la receta definitiva pero sí un buen comienzo para hablar de cómo hacer mejor las cosas y sobre todo para concienciarnos de las que estamos haciendo mal.

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