sábado, 8 de julio de 2017

UN GOLPE DE VIDA || Un feliz desbordamiento | Babelia | EL PAÍS

Un feliz desbordamiento | Babelia | EL PAÍS

LIBROS

Un feliz desbordamiento

El río del periodismo y el río de la vida juntan sus aguas en el nuevo libro de Juan Cruz

Juan Cruz, en una visita a Bilbao el mes pasado.

Juan Cruz, en una visita a Bilbao el mes pasado. 



Según leía Un golpe de vida (Alfaguara), el último libro de Juan Cruz, iba dejándome ganar por la impresión de un río que, al desbordarse, todo a su paso lo anega y lo acomete, pero a cambio también lo fertiliza. Como en las crecidas del Nilo, se trata de un enconado y a la vez feliz desbordamiento.
En principio, el escritor-periodista se disponía a escribir sobre el periodismo y sus vicisitudes. El tono es sereno, contenido, acorde con el lugar retirado en el que escribe, un castillo del siglo XV con cierto ambiente monacal. Pero he aquí que, entre medias, la vida le sale al paso: dos seres queridos enferman de repente. Por eso el libro se titula Un golpe de vida. Y ya sabemos todos hasta qué punto son fuertes los golpes de la vida. Entonces, esos dos cauces, el río del periodismo y el río de la vida, juntan sus aguas y el libro se desborda en crecida, excede sus límites y arrastra a su paso todo cuanto encuentra.
Bueno, digamos que aquí hay una imprecisión de lo más sugerente. ¿Cómo que este libro trata del periodismo y de la vida? ¿Es que acaso el periodismo no es también vida? ¿No es vida la tarea que nos apasiona y a la que entregamos nuestras mejores energías? Por supuesto, y de qué manera, de modo que este libro, esta historia que se nos cuenta aquí, es ante todo pura vida, vida sin más, y si todos los libros de Juan Cruz están escritos con pasión, este por momentos está escrito con furia. También con dulzura.
La furia viene del periodismo y de la política; la dulzura, de la infancia, de la familia, de los amigos periodistas que ya no están, de los recuerdos de otros tiempos en que el periodismo era más noble, más limpio y elevado. He dicho la palabra “política”, y es que “Un golpe de vida” es también un libro político. Porque, claro, cómo contar la crisis del periodismo sin aludir también a la crisis económica, social y política que padecemos. Y de todo ello, de ese rastrear y buscar la raíz de los infortunios del periodismo, le sale a Juan Cruz un libro airado, beligerante y en cierto modo apocalíptico.
Si todos los libros de Juan Cruz están escritos con pasión, este por momentos está escrito con furia. También con dulzura
De hecho, por momento es una advertencia, y pueden oírse al fondo las trompetas del Juicio Final. ¡Cuidado!, se nos dice, que este camino por el que vamos puede llevarnos al abismo. A ese pesimismo, y al agrio sabor del desencanto, hay que sumar la melancolía, que por un lado es connatural al autor, pero que aquí viene agravada porque este libro es una despedida del periodismo, que es casi tanto como decir que de la vida. Y por eso habla, ¡y con cuánta emoción!, de Vázquez Montalbán, de Leguineche, de Feliciano Fidalgo: de los que se fueron del periodismo o están a punto ya de abandonarlo, tal como le ocurre o está a punto de ocurrirle también a él ahora. Adiós, muchachos, compañeros de mi vida. He aquí un libro triste como el tango más triste.
Melancolía también de la niñez (es decir, el padre, la madre, el mar, las revistas y los tebeos, la radio, el descubrimiento deslumbrante de las palabras…), cómo no, porque en todos los libros de Juan Cruz, los recuerdos infantiles son accesorios que vienen de fábrica. Decía Camus que todo escritor debe saber de dónde brota el manantial de su escritura. Yo creo que en Juan Cruz no hay duda: su manantial brota de la infancia.
Hay una imagen preciosa en Un golpe de vida, y de una gran potencia expresiva. La madre de Juan guardaba todas las publicaciones de su hijo en una carpeta, que para que no se perdiese la puso a buen recaudo en el sótano de la casa. ¿Y qué pasó? Que se la comieron los ratones. Y en este libro da la impresión de que los ratones se lo están comiendo todo, y acabarán por devorarlo todo. Contra los ratones, no hay remedio que valga.
Pero, a pesar de este pesimismo casi apocalíptico, y de la melancolía, y de la furia y de la amargura, este es también un libro jubiloso, de celebración de lo vivido, y de lo vivido con plenitud, porque lo que al autor no puede “dejar atrás es la alegría de haber escrito”. “La felicidad del periodismo, el amor de las palabras, aquel momento excepcional de un periódico en el que fui feliz”. ¿Cómo no iba a ser además un libro alegre si todo en él es una fiesta de palabras?
¿Y qué es lo que le pasa al periodismo, por cierto? Esta es la parte más candente del relato, y es sumamente interesante, y es conveniente leerlo con cuidado para tratar de intuir lo que está ocurriendo a nuestro alrededor. ¿Qué le pasa al periodismo? ¿En qué hechos se sustenta la convicción de una crisis acaso irreversible?
Lo diré telegráficamente. A menudo las ocurrencias, los rumores, las verdades alternativas, sustituyen a las noticias. El insulto y la burla, alentados y enriquecidos por las redes sociales, están pasando a ser en el periodismo escrito y hablado un recurso retórico habitual. Se ha perdido el sentido de pertenencia a una redacción, a un medio, a un estilo, a un oficio. Y lo mismo les ocurre acaso a los lectores. Se está rompiendo esa complicidad, ese pacto de fidelidad y confianza que siempre ha habido entre periódico y lector. Y añádase a esto el culto a la rapidez, a lo inmediato. Diríase que el mérito no está en enterarse mejor sino en enterarse antes. Y lo más rápido y breve es casi siempre lo más contaminado de trivialidad y de mentira. Y finalmente, y esto es lo más grave, la confusión perversa entre opinión e información.
Este es también un libro jubiloso, de celebración de lo vivido,  y de lo vivido con plenitud
Si Juan Cruz escribe todo esto con furia, con menos furia lo leo yo. Todo conspira contra la lentitud y los placeres demorados, contra el viejo arte de la contemplación, contra el diálogo, contra el pensamiento, contra todo cuanto necesita y exige un ritmo gustoso y pausado. Y es que la crisis del periodismo es también la crisis de la literatura, de la filosofía, del conocimiento… Y ahí está, para demostrarlo en todo su esplendor, el fenómeno Twitter, que en buena parte no es sino el acarreo diario de la banalidad, y a menudo del odio, del chantaje, del mal gusto y de la estupidez. Y aquí es donde “Un golpe de vida”, este río entre narrativo y ensayístico, se desborda del todo, con un ímpetu y un coraje que a mí me parecen ejemplares.
También es un libro político, como no puede ser de otra manera. Y también aquí se cuenta la historia de un desencanto. El desencanto del 15-M, cuyos nobles y valientes afanes han venido a acabar en Podemos, y en lo que algunos mandatarios de Podemos tienen de malas artes, de trapacería, de anacronismo, de tono doctrinario y excluyente. Es aquí donde el libro alcanza su momento más apocalíptico, porque quizá estamos incurriendo en viejos vicios, algunos de ellos peligrosamente parecidos a los de los años anteriores a la Guerra Civil. Quizá estamos engendrando monstruos, como ocurrió con todas aquellas revoluciones que de la esperanza pasaron al horror, del sueño a la pesadilla, como pasó en Cuba o en Nicaragua, cuyas historias reciente cuenta aquí el actor en un tono amargo y doloroso, que tiene un no sé qué de fracaso personal, como creo que nos ocurre a todos los que participamos en aquella aventura que en sus inicios nos pareció tan fascinante.
Si, este es un libro triste, airado y hermoso, un libro hondamente comprometido con su tiempo, y comprometido también con las palabras, aquellas que descubrió de niño y a las que se entregó con gusto, con vocación, con sensualidad de amante, con confianza, y a las que nunca jamás traicionará. Un libro hermoso e inquietante, no solo para leerlo y disfrutarlo, sino también para pensarlo y discutirlo.
Y, para acabar, una luz de esperanza. No creo que el buen periodismo vaya a morir, porque aun en el caso de que muera, allí estará Juan Cruz para contarnos esa muerte, de modo que incluso después de la muerte, el periodismo reaparecerá de sus cenizas.
Gracias, amigo y maestro.


Texto leído por Luis Landero durante la presentación del libro de Juan Cruz Un golpe de vida(Alfaguara) en el Círculo de Bellas Artes de Madrid el 25 de mayo de 2017.

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