Marcas de vida
‘Feliz final’, de Isaac Rosa, es una novela de usos y costumbres sociales y sentimentales sobre las dificultades de una ruptura amorosa
Una pareja se besa. FERDINANDO SCIANNA MAGNUM PHOTO
Al margen de la inversión del orden cronológico de la historia —que se cuenta en riguroso orden regresivo, empezando por el final y llegando hasta el principio—, y del despliegue del discurso narrativo a partir de una bien medida —y variada en su duración y frecuencia— alternancia de las voces de Antonio y Ángela, los dos protagonistas de la ruptura amorosa que cuenta esta novela —y que en una breve tirada llega a la distribución columnaria de ambos discursos en una misma página, algo que ya hizo Ramón Pérez de Ayala en Tigre Juan (1926), otra novela de amor y honor—, Feliz final no deja de ser una novela de usos y costumbres sociales y sentimentales, estrechamente pegada a la realidad en que se enmarca la historia, y que ésta reproduce fielmente.
Los protagonistas son dos personajes medios y representativos de su tipo social: Ángela es profesora y Antonio es un escritor que acusa la reciente crisis en sus colaboraciones y trabajos diversos, que sueña con acertar con escribir un libro de impacto, como, por ejemplo, sobre la vivencia del divorcio entre los padres de su edad. Como tantos otros, ambos inician un ideal proyecto de vida en común que va maleándose con el paso del tiempo y sus contratiempos y dificultades (incluidas las estrecheces económicas), y enturbiándose con otros sentimientos que afloran a la par que cambian las condiciones de vida o aparecen factores nuevos. Deliberadamente hablo desde la abstracción porque la concreción de todos estos elementos es fácilmente imaginable: desde el ajetreo o la rutina de la vida cotidiana, las escenas familiares, las celebraciones y encuentros con amigos casi clonados o la repetición desesperada e inútil de un viaje que pretende resucitar aquel tiempo tan feliz con película al fondo.
En la lectura de Feliz final no me han interesado tanto los personajes y su conflicto, ni las situaciones y el anecdotario que sirven para ilustrarlo, porque está muy al alcance y lo hemos visto, oído o leído a menudo por múltiples medios. Ahora bien, de esa inmersión en la atonía realista la lectura se salva por la habilidad y el ingenio verbal de Isaac Rosa —o de su narrador Antonio—, capaz de forjar símiles y metáforas que alcanzan el núcleo de la herida, o marbetes muy gráficos y expresivos para nombrar o definir una situación (algunos con su plus de ironía o sarcasmo), una etapa de la trayectoria en común, o los sentimientos y afectos: marcas de vida, densa diplomacia de entreguerras, estribillo patético, amarse de una forma ortopédica, la ventana de oportunidad, el semestre de la humillación, reajustar expectativas…
Dada la naturaleza pugilística del relato, el tercer grado al que mutuamente se somete la pareja, toda esta materia verbal funciona muy bien como acicate y réplica.
Feliz final. Isaac Rosa. Seix Barral, 2018. 340 páginas. 18,50 euros.
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