martes, 21 de enero de 2020

Contiendas entre las Cien escuelas de pensamiento - ConfucioMag

Contiendas entre las Cien escuelas de pensamiento - ConfucioMag



Cien escuelas de pensamiento.

Ilustración de Xavier Sepúlveda.



Contiendas entre las Cien escuelas de pensamiento

Durante los periodos de Primaveras y Otoños y de los Reinos Combatientes (770 – 221 a. C.), los debates, las críticas y los desafíos que involucraban a los puntos de vista de dos o más escuelas de pensamiento recibían el nombre de “contiendas”. Eran tiempos en los que más de un centenar de diferentes doctrinas se prestaban a que sus representantes discutieran, estudiaran y reflexionaran sobre las diversas formas existentes de ver e interpretar la vida. Aún hoy, hablar de las contiendas entre las Cien escuelas de pensamiento es una forma de resumir y enaltecer la grandiosa etapa de actividad intelectual vivida en aquellos tiempos.

Un reportaje deRen Zirui
任姿睿
Las llamadas “contiendas entre las Cien escuelas de pensamiento” brotaron en una particular época caracterizada por un fenómeno definido entonces como el “declive de los ritos y de la música” y la “vulgarización del conocimiento académico”. Fue este un periodo en el que la sociedad china experimentó una serie de dramáticos cambios. El Emperador vió menguado su poder a favor de los príncipes feudales y la educación, que hasta entonces había estado reservada de forma exclusiva a las jerarquías gobernantes, comenzó a echar raíces entre el pueblo llano. Dicha situación suscitó el surgimiento de la denominada “clase social intelectual”. Estos nuevos intelectuales adquirieron la oportunidad de servirse del conocimiento y de sus propias habilidades para ganarse posiciones y estatus dignos de los estratos más altos de la sociedad, por lo que fueron muchos los que comenzaron a dedicarse a los estudios, deseosos de cambiar su forma de vida gracias al conocimiento. Las necesidades de aprendizaje que se originaron por ello fueron las precursoras del extraordinario progreso experimentado por la educación popular, que comenzó a estar al alcance de todas las clases sociales.
Cien escuelas de pensamiento.
Ilustración de Xavier Sepúlveda.
Como resultado de ello, por una parte, emergieron multitud de diversas doctrinas y, por otra, los representantes de cada uno de los estratos sociales desarrollaron formas de entender la vida y puntos de vista de lo más variopintos, motivo por el cual la opinión general pasó a estar caracterizada por una absoluta pluralidad. Por ejemplo, la escuela moísta, procedente de la clase campesina, abogaba por la austeridad y la sencillez en las ceremonias dedicadas a los difuntos. En cambio, los estudiosos del confucianismo eran férreos defensores de los Ritos de Zhou y, dado que creían en la imperiosa necesidad de preservar la integridad de los ritos y las ceremonias, promovían la celebración de solemnes y majestuosos funerales. Ambas escuelas defendían puntos de vista prácticamente opuestos pero esto no era un impedimento para la libertad de pensamiento de cada cual y su propagación, y aunque esta época se caracterizaba por sus puntos de vista convergentes, su objetivo así como su punto de partida, no era otro que la educación del pueblo y la de alcanzar una buena administración del país.
Cien escuelas de pensamiento.
Ilustración de Xavier Sepúlveda.
Es cierto que en tal época subsistían una serie de corrientes de pensamiento famosas cuya propagación e influencia sobresalían sobre las demás, como bien puedan ser el confucianismo, legalismo, taoísmo o moísmo. Pero, a diferencia de lo ocurrido en épocas posteriores, en las que se respaldaba el “rechazo a la heterogeneidad de ideas y el reconocimiento del confucianismo como única forma de pensamiento válido”, por entonces la actitud imperante se basaba en “la convivencia, la tolerancia y el aprendizaje mutuo entre ideas”, por lo que ninguna de las grandes doctrinas llegó a imponerse sobre las demás. Gracias a ello, los círculos académicos del periodo anterior a la dinastía Qin (221-206 a.C.) se caracterizaban por estar envueltos en una atmósfera de absoluta libertad.
Cien escuelas de pensamiento.
Ilustración de Xavier Sepúlveda.
Debemos hacer aquí una especial referencia a los conceptos que promulgó Confucio de la “bondad del ser humano”, “el pueblo como raíz” y la “sociedad orientada a las personas” de una enorme influencia en la historia y cultura chinas. Mencio, el sucesor de Confucio, consideraba que entre “lo dado de nacimiento” existía dicha “bondad del ser humano”, que las personas poseen una capacidad innata para “seguir el buen camino”, que para ser un buen gobernante es necesario llevar a cabo una “sociedad orientada a las personas”, tomando “el pueblo como raíz”. Tan sólo de este modo se puede conseguir que el país goce de un prolongado gobierno de paz. Los seguidores del confucianismo consideraban que la filosofía de la guerra y el legalismo eran doctrinas orientadas al mal, pues incitaban al pueblo a participar en la guerra y a dejarse envilecer por los juegos del poder, y corrompían así el corazón de la persona corriente. Por su parte, el legalismo abogaba por una postura completamente opuesta. Sus exponentes defendían la teoría de la “maldad humana” y la necesidad de un “gobierno basado en la ley”, pues juzgaban que el hombre es malvado por naturaleza y, como consecuencia de ello, se han de imponer restricciones que garanticen una moral correcta.
La feliz confluencia de las ideas de los antiguos filósofos que dieron lugar a las contiendas entre las cien escuelas de pensamiento constituye una espléndida página en la historia de la antigua china.
Tales límites precisan la materialización de leyes estrictas que, por consiguiente, son las únicas capaces de garantizar la estabilidad a largo plazo de un país. A su juicio las doctrinas confucianas carecían de sentido y, con ellas, sus defensores tan solo conseguían engañarse a sí mismos. El taoísmo mantenía una postura diferente al resto. Partía del punto de vista de que el confucianismo y el legalismo compartían el objetivo de embaucar al pueblo para acrecentar su fama y poder. Según los taoístas, los seres humanos no son más que seres humanos y, dado que la naturaleza es, al mismo tiempo, buena y mala; el bien y el mal son, en realidad, indivisibles. Ellos abogaban por “las leyes naturales”, responsables de que todo evolucione por su propio cauce y a su propio ritmo, sin necesidad de que interceda en dicho proceso ningún elemento externo. No obstante, el resto de teorías coetáneas consideraban inútil esta concepción pues, si la naturaleza siempre sigue su curso, ¿por qué todos ellos seguían participando de forma constante en contiendas para discutir sus ideas?

Academia Jixia

Al hablar de dichas contiendas es inevitable hacer mención a la Academia Jixia por ser una fiel encarnación de la esencia y del espíritu de las mismas. Su fundación dio comienzo en tiempos del duque Huan de Tian Qi (400 – 357 a. C.) en Linzi, capital del antiguo estado de Qi y actual ciudad de Zibo (provincia de Shandong). Los miembros de esta institución se dedicaban a enunciar sus ideas, discutirlas, asimilar y aprender conceptos y aspectos de las opiniones de los demás, independientemente de cuál fuera su origen, nacionalidad, edad o afinidad ideológica. Por entonces, el gobierno de Qi brindaba a dichos académicos el tratamiento más preferencial posible. A poco que gozaran de un talento y unas habilidades auténticas, no tenían que preocuparse por la adquisición de comida o vestimenta, pues se les proporcionaba todo tipo de productos de primera necesidad. De la misma forma, se les invitaba a manifestar con libertad su opinión sobre la situación de la época e, incluso, gozaban de la oportunidad de valerse de sus conocimientos para abrirse un hueco en la carrera del funcionariado. Los registros existentes dan cuenta de que, durante su época dorada, la academia Jixia dio cobijo a exponentes de casi todas las escuelas de pensamiento. Es más, prácticamente la totalidad de los eruditos más conocidos en la actualidad, como Mencio o Shendao entre otros, acudieron en algún momento a la academia a exponer sus planteamientos filosóficos. Por su parte, Xun Zi llegó a asumir hasta en tres ocasiones el cargo de jijiu, cuya función era equivalente a la del director de una escuela.
Cien escuelas de pensamiento.
Ilustración de Xavier Sepúlveda.
Los antiguos eruditos, a través de diferentes formas de discusiones “contenciosas”, aprendían unos de otros y se enriquecían mutuamente. Es lo que ocurrió, por ejemplo, con Xun Zi (aprox. 313 – 238 a. C.) que, a pesar de ser el máximo exponente y líder del confucianismo más tardío, poseía una ideología muy marcada por el pensamiento legalista. A fin de cuentas, estuvo muy expuesto a la influencia de los preceptos del legalismo durante todo el tiempo que pasó desarrollando la doctrina confuciana en la Academia Jixia. De hecho, si bien la concepción de la “maldad humana” había sido concebida por los legalistas, fue Xun Zi quien perfeccionó verdaderamente el concepto, motivo por el que se solía afirmar sobre él que era confuciano por fuera y legalista por dentro.
La actitud imperante se basaba en “la convivencia, la tolerancia y el aprendizaje mutuo entre ideas”, por lo que ninguna de las grandes doctrinas llegó a imponerse sobre las demás.
La feliz confluencia de las ideas de los antiguos filósofos que dieron lugar a las contiendas entre las Cien escuelas de pensamiento constituye una espléndida página en la historia de la antigua China. Cada teoría del pensamiento giraba en torno a “la salvación del mundo” y “el gobierno para conseguir paz y prosperidad” a través de confrontar ideas y aprendiendo unos de otros. No sólo enriqueció las ciencias tradicionales de China, sino que además produjo un profundo y perdurable impacto en toda la cultura de la antigüedad. Esto incluye ideas para administrar el país, sobre filosofía, arte y otros muchos aspectos. Todas las corrientes de pensamiento contenidas, su espíritu humanista y su estándar moral están presentes en la actualidad y constituyen la fuente de pensamiento de la innovación, desarrollo y propagación de la cultura tradicional.

pdfPublicado originalmente en: Revista Instituto Confucio.Número 57. Volumen VI. Noviembre de 2019.
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