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Violencia misógina impulsa feminismo político en América Latina
- La violencia de género, sea creciente o crecientemente percibida, es el gran factor del nuevo protagonismo que conquistó el feminismo en América Latina, realzado en las manifestaciones del Día Internacional de la Mujer.
Ese movimiento ganó amplitud y “densidad” especialmente en Argentina, Chile y México y tiende a “promover cambios en la dinámica política” de esos países, evaluó Sonia Correa, co-coordinadora del internacional Observatorio de Sexualidad y Política (SPW, en inglés).
Las mujeres chilenas demostraron su capacidad de movilización en los actos multitudinarios del 8 de Marzo, que reunieron dos millones de manifestantes en Santiago, según los organizadores, u 800 000 como admitió el gobierno al rectificar la estimación de la policía, de solo 150 000 personas.
El vigor del feminismo chileno se conoció mundialmente por el canto “El violador eres tú” que el grupo Las Tesis escenificó en noviembre de 2019, en las masivas protestas sociales contra el gobierno del presidente Sebastián Piñera, que forzaron el inicio de un proceso para sustituir la Constitución heredada de la dictadura militar (1973-1990).
Desigualdad y violencia contra las protestas fueron los blancos del Día de las Mujer en Santiago, mientras que el feminicidio y la respuesta inadecuada del gobierno a esa violencia machista dominó la protesta en Ciudad de México y el derecho al aborto fue el reclamo central en la capital de Argentina, donde se espera que finalmente haya una ley para su despenalización este año, tras varios intentos frustrados.
“El feminicidio en México es una realidad peor que en Brasil”, observó Correa, también investigadora de la Asociación Brasileña Interdisciplinaria de Sida, con sede en Río de Janeiro.
Los 1010 feminicidios en México en 2019 aumentaron en 10 por ciento respecto al año precedente, según datos oficiales del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Es un poco menos que las 1314 víctimas brasileñas, pero Brasil tiene 210 millones de habitantes y México 130 millones.
En los dos países más poblados de la región se asesinan algo más de 10 mujeres cada día, pero al parecer la caracterización de feminicidio en México es más compleja, al exigir para su tipificación signos de violencia sexual, amenazas anteriores o comprobada relación afectiva, lo que abonaría un subrregistro del total de mujeres muertas por su condición de género.
Feminicidio como delito
Desde fines del siglo pasado, los países de América Latina comenzaron a tipificar en sus legislaciones el delito del feminicidio –o femicidio-, mediante leyes especiales o reformas en sus códigos penales, como una manera de luchar contra los homicidios machistas.
Su impulso fue el propio incremento de los asesinatos machistas, la presión de las organizaciones de defensa de las mujeres y la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, conocida como Convención de Belem do Pará, por la ciudad brasileña donde se aprobó, en 1994.
América Latina es la única región del mundo en contar con un instrumento de este tipo contra la violencia machista, pero sigue siendo la más peligrosa y la más letal para las mujeres, según reafirmaron las Naciones Unidas a fines de 2019, que precisan que los países centroamericanos son donde más feminicidios existen en relación a su población.
Según La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), 18 países de la región cuentan actualmente con leyes que tipifican el feminicidio y 13 que cuentan con normas de protección integral frente a la violencia contra las mujeres.
La abogada colombiana Carolina Vergel, especializada en los derechos de las mujeres, apunta una luz en la oscuridad del fenómeno del feminicidio.
"Tenemos unas cifras alarmantes porque somos una región que ha tipificado el feminicidio de una manera decidida… En la región no tenemos problemas en aprobar leyes y cambiar el código penal”, dijo.
Lo que “sí es un poco más difícil”, reconoció, es “acompañar eso con políticas”.
Desde fines del siglo pasado, los países de América Latina comenzaron a tipificar en sus legislaciones el delito del feminicidio –o femicidio-, mediante leyes especiales o reformas en sus códigos penales, como una manera de luchar contra los homicidios machistas.
Su impulso fue el propio incremento de los asesinatos machistas, la presión de las organizaciones de defensa de las mujeres y la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, conocida como Convención de Belem do Pará, por la ciudad brasileña donde se aprobó, en 1994.
América Latina es la única región del mundo en contar con un instrumento de este tipo contra la violencia machista, pero sigue siendo la más peligrosa y la más letal para las mujeres, según reafirmaron las Naciones Unidas a fines de 2019, que precisan que los países centroamericanos son donde más feminicidios existen en relación a su población.
Según La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), 18 países de la región cuentan actualmente con leyes que tipifican el feminicidio y 13 que cuentan con normas de protección integral frente a la violencia contra las mujeres.
La abogada colombiana Carolina Vergel, especializada en los derechos de las mujeres, apunta una luz en la oscuridad del fenómeno del feminicidio.
"Tenemos unas cifras alarmantes porque somos una región que ha tipificado el feminicidio de una manera decidida… En la región no tenemos problemas en aprobar leyes y cambiar el código penal”, dijo.
Lo que “sí es un poco más difícil”, reconoció, es “acompañar eso con políticas”.
La lucha contra la violencia de género es movilizadora porque es una “agenda consensual, construida a lo largo de décadas”, destacó Correa a IPS.
Hubo luchas feministas ya en las décadas de los 70 y 80 en Brasil, cuando se recalcaba la consigna “quien ama no mata” en protestas contra los asesinatos machistas de mujeres, que la Justicia absolvía como “actos en defensa del honor”, con transferencia de la culpa a la víctima difamada como “depravada” e “inmoral”, recordó.
“Nadie dice hoy que ‘a la mujer le gusta ser golpeada’, un viejo dicho brasileño, es algo en que se avanzó”, aunque lentamente, reconoció Correa al analizar los cambios de este siglo en Brasil, que se asemejan a los de otros países de la región.
La violación, por ejemplo, solo se incluyó como crimen grave en el Código Penal en 2005, antes era un simple delito contra las costumbres, castigado como otras agresiones sexuales con penas ligeras.
En el Comisarías de mujeres empezaron a instalarse en los años 90 y aún son muy pocas, mientras que la primera ley contra la violencia machista en el ámbito doméstico y familiar, conocida como la Ley María da Penha, recién se aprobó en 2006.
La ley que tipifica el feminicidio en Brasil solo se aprobó en 2015, con penas agravadas respecto a otros homicidios. Esa novedad genera dudas sobre el aumento real de esos asesinatos motivados por la condición de mujer, registrado en los últimos años.
Los 1046 feminicidios en 2017 subieron a 1225 y 1314 en los años siguientes, según datos del Monitor de la Violencia, un servicio del portal de noticias G1, miembro del grupo Globo, en colaboración con el Foro Brasileño de Seguridad Pública (FBSP) y el Núcleo de Estudios de Violencia de la Universidad de São Paulo.
Eso va en contra de la tendencia en el total de homicidios, que del record de 59 128 en 2017 bajó a 51 558 y 41 635 en 2018 y 2019. Es decir, mientras los asesinatos en general cayeron 29,6 por ciento, los feminicidios aumentaron 25,6 por ciento de 2017 a 2019.
Hay dos hipótesis para explicar ese aumento de “mujeres que mueren a causa de la violencia doméstica o por cuestión de género”, apuntó Isabela Sobral, investigadora del FBSP.
“La primera es una mejora en los registros. Como la ley del feminicidio es reciente, muchos creen que no se trata necesariamente de un aumento de ese crimen, sino de que la policía lleva su tiempo para comprender lo que distingue el feminicidio”, explicó a IPS desde São Paulo.
La reducción de 18 por ciento en el total de homicidios de mujeres entre 2017 y 2019, de 4.558 a 3.739 en cifras absolutas, según el Monitor de la Violencia, parece corroborar esa explicación.
La parte registrada como feminicidio en ese total fue de 22,9 por ciento en 2017. En 2019 subió a 35,1 por ciento.
“La alternativa es que de hecho los feminicidios están aumentando así como el conjunto de las violencias contra la mujer. Esa hipótesis gana fuerza si observamos otros indicadores, aumentaron las violaciones, así como las lesiones corporales dolosas, en un contexto de más violencia doméstica en los últimos años”, acotó.
Además los asesinatos de mujeres cayeron menos que los de la población en general, solo 18 por ciento contra 29,6 por ciento, eso “indica que no hubo solo mejora de los registros”, sino evolución real distinta, concluyó la investigadora.
Otro dato corrobora esa hipótesis: de 2007 a 2017 la tasa de homicidios de mujeres en su residencia subió 38 por ciento y fuera del hogar solo 28 por ciento, según el Atlas de la Violencia 2019, publicado por el estatal Instituto de Investigación Económica Aplicada junto con el FBSP.
En el primer caso es mayor la posibilidad de tratarse de feminicidio.
Asesinada a decenas de cuchillazos, en su propio hogar y delante de los hijos, por el ex compañero de quien se había separado tras sufrir muchas agresiones, es el relato típico de los feminicidios que repercuten en las pantallas y diarios de Brasil, ampliando la percepción de mayor frecuencia actual de la violencia contra las mujeres.
La asimetría en las relaciones de poder dentro del hogar alimenta esas agresiones que llegan a ser fatales, señalan los estudiosos de la violencia doméstica. Dos tercios de los feminicidios ocurren en la residencia de la víctima y 88 por ciento de los asesinos identificados son sus compañeros o ex compañeros.
La desigualdad de poder que caracterizan las relaciones de género y la sexualidad están en la base de esas asimetrías que determinan el orden social, político y económico, afectando la democracia y agravando la desigualdad, sentenció Correa.
En su evaluación, “el dominio del cuerpo del otro” sintetiza la violencia que muestra su grado de perversidad en algunos datos del FBSP (2017+2018) de violaciones de personas vulnerables, o sea las menores de 14 años. Esos casos corresponden a una mayoría de 63,8 por ciento del total de violados.
Los niñas de hasta 13 años de edad suman 53,6 por ciento de las violadas del sexo femenino, mientras los niños de esa tierna edad corresponden a 58,2 por ciento del total de varones. La mayor proporción de víctimas son niñas de 10-13 años y niños de 5-9 años, 28,6 y 27,2 por ciento de cada sexo, respectivamente.
Las mujeres negras constituyen otro grupo sacrificado. Ellas son 61 por ciento de las víctimas de feminicidio, nueve puntos porcentuales más que la parte negra de la población brasileña.
E: EG
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