Los mil brazos de Avalokiteśvara y sus leyendas...
Una conocida leyenda budista narra que Avalokiteśvara hizo el voto de nunca descansar hasta haber liberado a todos los seres sensibles del saṃsāra. A pesar de su agotador esfuerzo, se dio cuenta de que todavía quedaban muchos seres desgraciados por salvar. Después de luchar para comprender las necesidades de todos, su cabeza se dividió en once partes. El buda Amitābha, al observar su apremio, le dio once cabezas para oír los lamentos de los sufrientes. Al oír esos clamores y comprenderlos, Avalokiteśvara intentó alcanzar a todos aquellos que necesitaban ayuda, pero encontró que sus brazos se destrozaban. Una vez más, Amitābha vino en su ayuda y lo dotó con mil brazos para que pudiera ayudar a las multitudes sufrientes.
Muchas versiones himalayas incluyen ocho brazos con los cuales Avalokiteśvara hábilmente sostiene el dharma, cada uno de los cuales posee su sus formas particulares.
Avalokiteśvara es una deidad importante para el budismo tibetano y es considerado en las enseñanzas vajrayāna como un buda. En cambio, para las enseñanzas mahāyāna es visto más bien como un bodhisattva de elevado nivel. Se considera al Dalái Lama como la manifestación primaria en la tierra de Chenrezig por la secta Gelugpa y muchas otras del budismo tibetano. La secta Karma Kagyu, en cambio, considera al Karmapa como la manifestación primaria de Chenrezig. Se dice que Padmasambhava profetizó que Avalokiteśvara se manifestará a sí mismo en los linajes Tulku de los Dalai Lamas y de los Karmapas. Otra fuente tibetana explica que buda Amitābha dio a uno de sus principales discípulos, Avalokiteśvara, la tarea de hacerse cargo del cuidado del Tíbet. Ésta es la razón por la cual se maniesta no solo bajo la forma de maestros espirituales del Tíbet sino también bajo la forma de reyes (como Trisong Detsen) o ministros.
Otras manifestaciones populares en el Tíbet incluyen Sahasra-bhuja (una forma con mil brazos) y Ekādaśamukha (una forma con once rostros).
En el budismo tibetano, Tārā la Blanca actúa como la consorte y vigorizante de Avalokiteśvara/Chenrezig. Según la creencia popular, Tārā vino a la existencia de una simple lágrima derramada por Chenrezig. Cuando la lágrima cayó al suelo se formó un lago, y un loto que se abrió en el lago reveló a Tārā. En otra versión de esta leyenda, Tārā emergió del corazón de Chenrezig. En otra, es el fluir de la compasión de Chenrezig lo que se manifesta en Tārā como ser.
La Mente Iluminada, al estar más allá del espacio y el tiempo, puede manifestarse en un infinito número de formas. Una de las más conocidas y más importantes es la de Avalokiteshvara, el Bodhisattva de la Compasión. La palabra íshvara significa 'el señor' y avalókita se traduce usualmente como 'el que mira hacia abajo'. Entonces, podemos decir que su nombre significa 'El señor que mira los sufrimientos del universo con compasión infinita'.
Junto con la Sabiduría, la Compasión es la cualidad más destacada de la Mente Iluminada. De hecho, son cualidades inseparables, como las dos caras de una moneda. Dado que un Bodhisattva representa el aspecto activo en el mundo de la Mente Iluminada, podemos decir que la Compasión es el aspecto más prominente del Bodhisattva.
Imaginemos que estamos mirando un cielo azul, infinito en todas las direcciones. Entonces, aparece en el cielo un loto blanco, bello y perfecto. De pie, en medio del loto, hay una figura muy extraña que inmediatamente nos llama la atención. Estamos fascinados por esta figura cuya cara tiene una expresión de paz y compasión infinita. De hecho, miramos más cuidadosamente y vemos que en realidad tiene varias caras, cada una mirando en una dirección distinta. Experimentamos un sentimiento de paz muy profunda y todas nuestras preocupaciones y miedos se disuelven. Parece que la figura está rodeada por una nube blanca, pero cuando nos acercamos vemos que es un gran número de brazos. Descubrimos que se trata de la figura del Bodhisattva Avalokiteshvara, con once caras y mil brazos.....
La leyenda del origen de esta forma del Bodhisattva es muy bella. Hace muchísimo tiempo, el Bodhisattva Avalokiteshvara hizo un voto de salvar del sufrimiento a toda la gente del mundo y conducirla a la Iluminación. Además, juró que si titubeaba por un instante, cortaría su cuerpo en mil pedacitos.
Entró así en una meditación muy profunda de compasión, a través de la cual, aspiró a dirigir a todos los seres hacia la Iluminación por medios sutiles. Cuando salió de esta meditación, descubrió que sólo había ayudado a una parte muy pequeña de la gente y se sintió tan desalentado que pensó en dejar sus esfuerzos. En ese instante, su cabeza y su cuerpo comenzaron a desmoronarse en pedazos y, en su agonía, llamó al Buda Amitâbha para que le ayudara. Amitâbha lo reconstruyó con un nuevo cuerpo, con mil brazos y diez cabezas. Encima de aquellas cabezas le colocó su propia cabeza.
Podemos reflexionar sobre el significado de esta leyenda y luego regresaremos a ella. Como budistas nuestra aspiración es transformarnos de seres humanos ordinarios en seres iluminados, es decir, transformar nuestra mente en una Mente Iluminada, en beneficio de todos los seres sensibles. Pero cada vez que lo intentamos, inmediatamente encontramos una dificultad. Somos seres muy egoístas y por eso (casi) todo lo que hacemos es egoísta. Qué podemos hacer?..
En la leyenda de Avalokiteshvara, podríamos decir que, en el inicio, su motivación fue un poco egoísta. Él quería, como un solo ser viviente, salvar a todos los seres del sufrimiento y guiarlos a la Iluminación, pero bien pronto descubrió sus límites. Sin embargo, su aspiración era genuina. Entonces, llamó a un poder más allá de sí mismo que lo transformó en una forma más adecuada.
Si nosotros imaginamos que nos convertimos en un Bodhisattva, puede suceder que estemos cayendo en un arranque de ego y quizá pronto nos sintamos desalentados y dejemos de esforzarnos. Pero si nos consideramos como un miembro de una Sangha que está actuando de manera efectiva en el mundo, que está aliviando el sufrimiento en varias maneras, que está creciendo poco a poco, podemos ser más realistas y, a la vez, más eficaces en nuestra práctica altruista.
Cada quien actúa en la manera apropiada a su situación, a sus intereses, sus talentos y sus capacidades.
Hemos querido reflejar varias leyendas.
Una conocida leyenda budista narra que Avalokiteśvara hizo el voto de nunca descansar hasta haber liberado a todos los seres sensibles del saṃsāra. A pesar de su agotador esfuerzo, se dio cuenta de que todavía quedaban muchos seres desgraciados por salvar. Después de luchar para comprender las necesidades de todos, su cabeza se dividió en once partes. El buda Amitābha, al observar su apremio, le dio once cabezas para oír los lamentos de los sufrientes. Al oír esos clamores y comprenderlos, Avalokiteśvara intentó alcanzar a todos aquellos que necesitaban ayuda, pero encontró que sus brazos se destrozaban. Una vez más, Amitābha vino en su ayuda y lo dotó con mil brazos para que pudiera ayudar a las multitudes sufrientes.
Muchas versiones himalayas incluyen ocho brazos con los cuales Avalokiteśvara hábilmente sostiene el dharma, cada uno de los cuales posee su sus formas particulares.
Avalokiteśvara es una deidad importante para el budismo tibetano y es considerado en las enseñanzas vajrayāna como un buda. En cambio, para las enseñanzas mahāyāna es visto más bien como un bodhisattva de elevado nivel. Se considera al Dalái Lama como la manifestación primaria en la tierra de Chenrezig por la secta Gelugpa y muchas otras del budismo tibetano. La secta Karma Kagyu, en cambio, considera al Karmapa como la manifestación primaria de Chenrezig. Se dice que Padmasambhava profetizó que Avalokiteśvara se manifestará a sí mismo en los linajes Tulku de los Dalai Lamas y de los Karmapas. Otra fuente tibetana explica que buda Amitābha dio a uno de sus principales discípulos, Avalokiteśvara, la tarea de hacerse cargo del cuidado del Tíbet. Ésta es la razón por la cual se maniesta no solo bajo la forma de maestros espirituales del Tíbet sino también bajo la forma de reyes (como Trisong Detsen) o ministros.
Otras manifestaciones populares en el Tíbet incluyen Sahasra-bhuja (una forma con mil brazos) y Ekādaśamukha (una forma con once rostros).
En el budismo tibetano, Tārā la Blanca actúa como la consorte y vigorizante de Avalokiteśvara/Chenrezig. Según la creencia popular, Tārā vino a la existencia de una simple lágrima derramada por Chenrezig. Cuando la lágrima cayó al suelo se formó un lago, y un loto que se abrió en el lago reveló a Tārā. En otra versión de esta leyenda, Tārā emergió del corazón de Chenrezig. En otra, es el fluir de la compasión de Chenrezig lo que se manifesta en Tārā como ser.
La Mente Iluminada, al estar más allá del espacio y el tiempo, puede manifestarse en un infinito número de formas. Una de las más conocidas y más importantes es la de Avalokiteshvara, el Bodhisattva de la Compasión. La palabra íshvara significa 'el señor' y avalókita se traduce usualmente como 'el que mira hacia abajo'. Entonces, podemos decir que su nombre significa 'El señor que mira los sufrimientos del universo con compasión infinita'.
Junto con la Sabiduría, la Compasión es la cualidad más destacada de la Mente Iluminada. De hecho, son cualidades inseparables, como las dos caras de una moneda. Dado que un Bodhisattva representa el aspecto activo en el mundo de la Mente Iluminada, podemos decir que la Compasión es el aspecto más prominente del Bodhisattva.
Imaginemos que estamos mirando un cielo azul, infinito en todas las direcciones. Entonces, aparece en el cielo un loto blanco, bello y perfecto. De pie, en medio del loto, hay una figura muy extraña que inmediatamente nos llama la atención. Estamos fascinados por esta figura cuya cara tiene una expresión de paz y compasión infinita. De hecho, miramos más cuidadosamente y vemos que en realidad tiene varias caras, cada una mirando en una dirección distinta. Experimentamos un sentimiento de paz muy profunda y todas nuestras preocupaciones y miedos se disuelven. Parece que la figura está rodeada por una nube blanca, pero cuando nos acercamos vemos que es un gran número de brazos. Descubrimos que se trata de la figura del Bodhisattva Avalokiteshvara, con once caras y mil brazos.....
La leyenda del origen de esta forma del Bodhisattva es muy bella. Hace muchísimo tiempo, el Bodhisattva Avalokiteshvara hizo un voto de salvar del sufrimiento a toda la gente del mundo y conducirla a la Iluminación. Además, juró que si titubeaba por un instante, cortaría su cuerpo en mil pedacitos.
Entró así en una meditación muy profunda de compasión, a través de la cual, aspiró a dirigir a todos los seres hacia la Iluminación por medios sutiles. Cuando salió de esta meditación, descubrió que sólo había ayudado a una parte muy pequeña de la gente y se sintió tan desalentado que pensó en dejar sus esfuerzos. En ese instante, su cabeza y su cuerpo comenzaron a desmoronarse en pedazos y, en su agonía, llamó al Buda Amitâbha para que le ayudara. Amitâbha lo reconstruyó con un nuevo cuerpo, con mil brazos y diez cabezas. Encima de aquellas cabezas le colocó su propia cabeza.
Podemos reflexionar sobre el significado de esta leyenda y luego regresaremos a ella. Como budistas nuestra aspiración es transformarnos de seres humanos ordinarios en seres iluminados, es decir, transformar nuestra mente en una Mente Iluminada, en beneficio de todos los seres sensibles. Pero cada vez que lo intentamos, inmediatamente encontramos una dificultad. Somos seres muy egoístas y por eso (casi) todo lo que hacemos es egoísta. Qué podemos hacer?..
En la leyenda de Avalokiteshvara, podríamos decir que, en el inicio, su motivación fue un poco egoísta. Él quería, como un solo ser viviente, salvar a todos los seres del sufrimiento y guiarlos a la Iluminación, pero bien pronto descubrió sus límites. Sin embargo, su aspiración era genuina. Entonces, llamó a un poder más allá de sí mismo que lo transformó en una forma más adecuada.
Si nosotros imaginamos que nos convertimos en un Bodhisattva, puede suceder que estemos cayendo en un arranque de ego y quizá pronto nos sintamos desalentados y dejemos de esforzarnos. Pero si nos consideramos como un miembro de una Sangha que está actuando de manera efectiva en el mundo, que está aliviando el sufrimiento en varias maneras, que está creciendo poco a poco, podemos ser más realistas y, a la vez, más eficaces en nuestra práctica altruista.
Cada quien actúa en la manera apropiada a su situación, a sus intereses, sus talentos y sus capacidades.
Hemos querido reflejar varias leyendas.
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