viernes, 18 de marzo de 2016

LA MARCA ► ¡Ay, los agravios de infancia! | Cultura | EL PAÍS

¡Ay, los agravios de infancia! | Cultura | EL PAÍS

 PELÍCULA DE LA SEMANA | EL REGALO

¡Ay, los agravios de infancia!

'El regalo’ está rodada con cuatro dólares y en cinco interiores. La película posee un desenlace turbador y excelente




Joel Edgerton, en un fotograma de la película 'El regalo'.





Cuenta la vieja sabiduría que somos lo que nos ha ocurrido en la infancia o en la adolescencia, en esas épocas iniciáticas en las que te puede ocurrir lo excelente, lo bueno, lo malo y lo peor. Y no hay fortaleza mental en muchos casos para que la presunta madurez te libre de esos traumas, abusos, humillaciones, la sensación de estar solo ante el peligro cuando acosos o incertidumbre aparentemente triviales se ceban con niños que conocerán prematuramente el insomnio, la angustia, el miedo, la amenaza real. Por ello, el escalofrío que se implanta en cualquier ser racional cuando se suicida un niño.
En la estremecedora y magnifica La habitación (la mejor película que he visto en mucho tiempo, junto a Carol) presentaban a un niño que no pierde la pureza aunque haya conocido el infierno, capaz de adaptarse y saborear la luz después de haber vivido desde su nacimiento en la oscuridad, el abuso, el encierro, la constatación de que el mundo solo es su madre, un ogro violador que aparece de vez en cuando y que el universo se reduce a una habitación con barrotes.
Y con todos mis prejuicios hacia el cine que se proclama indie (me he tragado tanto truño con estilo minimalista y pretensiones trascendentes...), resulta que los proyectos supuestamente pequeños son los que me llegan últimamente más adentro.
El regalo la escribe, la dirige y la protagoniza Joel Edgerton, cuyo careto me suena aunque no haya interpretado ningún personaje que me resulte memorable. Está rodada con cuatro dólares, en cinco interiores, con intérpretes que deben de ser colegas y consecuentemente a ínfimo precio (me costó reconocer a Rebecca Hall, dama sexy y dicreta, pero aquí virginal con el pelo corto y teñido de negro) y no le hacen falta medios espectaculares para crear intriga, para que el espectador jamás se ausente, para que tengas tantas dudas como los protagonistas para saber qué les está ocurriendo, las sospechas de que alguien miente o mienten todos, que no existe nada evidente, que todo es retorcido y amenazante, que lo aparentemente transparente puede esconder comportamientos abyectos, que si la vida te ha ido bien puede fortalecer tu imagen ejemplar como ciudadano, profesional, marido, aunque siempre hayas sido un hijoputa, que las máscaras funcionan en sociedad o íntimamente, a condición de ser un embaucador con estilo, pero que todas las coartadas pueden derrumbarse con el paso del tiempo, ante situaciones límite.
En este tipo de historias, en las que sabes quiénes son los culpables y los inocentes, o la mezcla de ambas cosas, es fundamental que exista atmósfera, un clima inquietante, sensación de peligro, de que nada es lo que parece, de que sin provocarte y sin golpes de efecto sientas un desasosiego parecido al que sufren los personajes.
Aquí es un matrimonio de yuppies (estoy tan desfasado que ya no sé cómo se denominan las castas, pero por lo que me han contado estos no son hipsters), solo un ejecutivo con infinitas ganas de trepar a costa de lo que sea y su diseñadora, deprimida y encantadora esposa. Vamos a imaginar que aparece en su traslado a California un compañero de niñez del esposo con pinta de perdedor, afectivo y extraño y que a los instalados les empiezan a ocurrir cosas muy raras. Y por supuesto, existen un pasado y deudas que saldar.
Es una película que funciona, que mantiene la tensión. A ratos me recuerda a De repente un extraño o a la escalofriante La semilla del diablo. No llega ni de lejos a su calidad, pero te tiene pendiente todo el rato de lo que puede ocurrir, de lo que ocurrió en el pasado. Posee un desenlace turbador y excelente que se presta a variadas interpretaciones. Que te deja intranquilo.

el dispensador dice:
yerra de almas,
no se notan las marcas,
ellas están,
dando vueltas en algún rincón sin calma,
a veces son flechas,
a veces lanzas,
pero casi siempre son palabras,
que pesan como cachetadas,
muchos desprecios,
heridas que pasan,
la niñez se corre,
mientras la vida pasa,
y cuando regresas la mirada,
ahí están las marcas,
sigues adelante,
la consigna señala,
no puedes detenerte,
porque se viene el mañana,
buscas tu espacio,
pero no encuentras nada,
muchos apurados,
viven desgracias,
demasiadas urgencias,
atropellando lo humano,
no te sometas,
aunque seas despojado,
todo lo que se te quita,
vuelve por duplicado,
no se trata de bienes,
ni de bienestares innecesarios,
se trata de vivir... sin que pese el pasado.
MARZO 18, 2016.-

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