La luz de la Ilustración
Per Olov Enquist muestra en 'La visita del médico de cámara' cómo la luz de la Ilustración solo iluminó oscuridades
Ilustración de Johann Friedrich Struensee.HAJOTHU
El 5 de abril de 1768 Johann Friedrich Struensee fue contratado como médico de cámara del rey danés Cristián VII; cuatro años después era ejecutado”. La visita del médico de cámara se remonta algo más atrás en el tiempo y narra algunos hechos posteriores, pero la mayor parte de lo relatado en esta novela se desarrolla en los cuatro años de la “revolución danesa” de Struensee, un ilustrado de origen alemán que aprovechó la enfermedad mental del joven rey danés para adquirir plenos poderes: los 632 decretos que firmó durante ese periodo garantizaron la libertad de expresión de la prensa así como la de culto, fortalecieron el Estado en detrimento de la nobleza, avanzaron en la mejora de las condiciones sanitarias de los sectores más bajos de la sociedad y en dirección a la abolición de la servidumbre, constituyéndose en una de las primeras puestas en escena de unas ideas que algunos años después acabarían inextricablemente asociadas a la Revolución Francesa. La “época de Struensee” no terminaría de forma muy distinta, naturalmente: un golpe palaciego separó al médico del rey al tiempo que la reina era enviada al exilio; en 1789 ya no quedaba nada de las reformas que Struensee había llevado a cabo durante su breve periodo en el poder, excepto las ideas, que no pudieron ser segadas ni siquiera con la separación pública de la cabeza del ilustrado del resto de su (según se dice) muy armónico cuerpo.
De Cristián VII, rey de Dinamarca y Noruega y duque de Schleswig y Holstein, sabemos que nació en enero de 1749 y murió en marzo de 1808, que su madre murió cuando tenía dos años y que prácticamente no tuvo contacto con su padre, que una educación brutal y a menudo contradictoria lo sumió en la inseguridad desde pequeño, que posiblemente haya sido esquizofrénico, que sólo una vez copuló con la reina y que era un onanista compulsivo, que se carteó con Voltaire y afirmó que éste era quien “le había enseñado a pensar”; también, que nunca se ocupó de los asuntos del Estado, que delegó en sus ministros y más tarde en el heredero: de Struensee y de la reina Caroline Matilde sabemos incluso menos, aunque el primero escribió en la cárcel una confesión que posiblemente le haya sido arrancada mediante la coerción y la tortura. De Per Olov Enquist sabemos algo más, por fortuna: que el escritor y periodista sueco nació en septiembre de 1934, que en su juventud destacó en salto de altura, que residió en Los Ángeles y en París y que publicó su primera novela, Kristallögat o El ojo de cristal, en 1961. La visita del médico de cámara (Destino, 2003) fue escrita en 1999 y es recuperada por Nórdica tras La noche de las tríbadas (2006), La biblioteca del capitán Nemo (2015) y La partida de los músicos (2016). La novela insufla vida a los personajes históricos mediante la recreación de sus diálogos y la narración de sus convicciones y sus dudas por parte de un narrador capaz de penetrar en sus pensamientos; su capacidad no es puesta nunca en cuestión, como tampoco lo es la pretensión de verdad de un texto que, en ese sentido, participa del género de la novela histórica más convencional. Algo en todo ello recuerda a las novelas de Pierre Lemaitre, por ejemplo; pero Enquist es bastante mejor que el francés y su novela consigue (pese a su didactismo, a cierta torpeza en la narración de los encuentros sexuales de los personajes y a algunas repeticiones inexplicables) mostrar cómo la “luz de la Ilustración” sólo iluminó oscuridades.
La visita del médico de cámara. Per Olov Enquist.Traducción de Martín Lexell y Cristina Cerezo. Nórdica, 2018. 390 páginas, 21,60 euros
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