EN POCAS PALABRAS
María Pagés: “Necesitamos como nunca la savia buena de las buenas utopías”
María Pagés vuelve a demostrar su capacidad para convertir lo tradicional en contemporáneo en su último espectáculo
María Pagés, vista por Setanta.
María Pagés (Sevilla, 1963) es una de las grandes renovadoras del baile flamenco. Su capacidad para convertir lo tradicional en contemporáneo se observa de nuevo en su último espectáculo, Una oda al tiempo, que acaba de estrenar en los Teatros del Canal de Madrid.
¿Qué o quién la llevó a la danza?Indudablemente, Sevilla. A pesar de que siendo hija de un matemático y de una empresaria catalana nada me predestinaba a ello. Sin embargo, aquí me tienes. El flamenco es el lenguaje que ha construido mi educación sentimental y ética y continúa alimentándolos.
¿Qué libro tiene ahora en su mesilla de noche? Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Es un libro rio cuyos secretos son inagotables. Lo leo y lo releo porque es belleza que habla a los sentidos y a la inteligencia.
¿Alguno que no haya podido terminar? Mujeres que corren con los lobos, de Clarissa Pinkola Estés, que me regaló El Arbi, mi marido cuando estábamos creando Yo, Carmen. No lo acabé porque me ponía a releer los capítulos una y otra vez y no avanzaba. Acabo siendo como un laberinto. Lo tengo aún en la mesita de noche.
En su nueva obra repasa 12 palos de flamenco. ¿Cuál le llega más al alma?En Una Oda al tiempo hay una seguiriya que me pone la piel de gallina. El poema dice: "Caen las rosas secas esta noche.El otoño me pesa. El alma se aprieta como una pena. Los sueños se agrietan. Caen las rosas secas esta noche.El otoño me pesa. Mi cuerpo son alas rotas. Tengo miedo de morir como una nota. Soy el río lento que fluye y se agota.Las flores lloran sus hojas. Mi cuerpo son alas rotas. Los ojos se derraman lentos como las horas y los deseos.Las golondrinas vuelven cansadas. Anuncian injustas alboradas. Los ojos se derraman lentos como las horas y los deseos. En la tarde umbría se hunde una luna. La calle está vacía".
¿Qué coreografía ajena le habría gustado firmar? La consagración de la primavera, de Pina Bausch. Es una sinfonía pura del movimiento del individuo y el grupo; de la singularidad y lo colectivo.
¿Un libro para adentrarse en el arte del flamenco? Memoria del flamenco, de Félix Grande. Una contemporaneidad equilibrada no nace de la ruptura, cuya existencia real es más retórica que epistemológica, sino del dialogo sereno con las luces y las sombras de nuestra memoria cultural. Es complicado ser sin situarse en el tiempo y en el espacio.
¿Y una película? Los Tarantos, de Rovira-Beleta.
¿Qué canción escogería como autorretrato? L’homme de la Mancha, de Jacques Brel. Necesitamos como nunca la savia buena de las buenas utopías.
Si no fuera bailarina, ¿qué le gustaría ser? Me fascinan las matemáticas. Soy hija de un hombre que se comunicaba con el mundo a través de la resolución de enigmas. Se acaba de morir y entiendo sus silencios contemplativos y ahora los míos De estudiante las ecuaciones me hacían sentirme ágil. Las asocio al juego, que además siempre resuelve los enigmas. La humanidad debería jugar más al descubrimiento de sus secretos y a destruir menos.
¿Cuál es su película favorita? Metrópolis de Fritz Lang. Es una coreografía maravillosa y premonitoria.
¿Qué está socialmente sobrevalorado? La inmediatez. La felicidad necesita sus tiempos.
¿Qué encargo no aceptaría jamás? Mi independencia es totalmente contraria al espíritu de cualquier encargo
¿Qué artista flamenco se merecería un Nobel? Paco de Lucía.
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