Mujeres de cuerpos tutelados que heredan la mitad
En los países africanos del mundo árabo-musulmán, ellas quieren poder acceder a pruebas de paternidad, poner nombre a sus hijos y recibir lo mismo que sus hermanos
Esauira
La deportista marroquí Soukaina Zakour, con la medalla de oro en el 21 Campeonato Africano de Atletismo celebrado estos días en Nigeria. PIUS UTOMI EKPEI AFP
“Quienes organizaron las manifestaciones del 8 de marzo en Túnez fueron las mujeres que militan por el derecho a la herencia igualitaria. Las normas sucesorias del Islam –por el que las hijas heredan la mitad que sus hermanos varones– han sido sacralizadas por los hombres, para su conveniencia. El derecho está supuestamente en el Corán y, por ello, se menciona como un problema religioso algo que es meramente político. Lo privado es político. Y aquí hay un problema económico”, explica la socióloga tunecina Khadija Cherif. Lanza la piedra de este tema que fue largamente postergado y hoy reclaman a viva voz las mujeres musulmanas en la mesa redonda sobre “avances indiscutibles y discriminaciones persistentes” en el Foro de Derechos Humanos El imperativo de la igualdad, que reunió a mujeres africanas y europeas de diferentes ámbitos, hace unas semanas, en Esauira (Marruecos).
El apremiante problema del derecho sucesorio es apenas una de las inequidades que persisten en sociedades cuyos paisajes humanos hace tiempo que dejaron de configurarse como cuando fueron creadas esas leyes. “Lo cultural religioso impide avanzar. Debemos separar la religión de la vida civil”, apunta Cherif. Hoy las mujeres trabajan y a veces no se casan, o se divorcian y sostienen solas a sus hijos, por lo que el presupuesto original de que solo los hombres se ocuparían de mantener los hogares musulmanes es un punto de partida perimido.
En los dos días de discusiones impulsadas por el Consejo Nacional de Derechos Humanos de Marruecos, como actividad paralela al Festival de Gnawa y Músicas del Mundo de Esauira, se abordaron algunas otras especificidades de la lucha feminista en las sociedades del Norte de África, mientras, en Casablanca, el ministerio de Asuntos Religiosos impedía la celebración de un coloquio sobre libertades individuales, que organizaba un colectivo laico. Esto, a los pocos meses de que la referente Asmaa Lmrabet renunciara a seguir participando en un consejo consultivo real, también por diferencias sobre el asunto de la discriminación en la herencia.
En Esauira, sin embargo, Malika Benradi, Khadija Cherif y Fatoumata Diawara, entre otras mujeres bravas, sí pudieron debatir acerca de las paradojas cotidianas atravesadas por la cultura de la región, algunas de las cuales atañen al Código de Familia marroquí y o al Código Tunecino de Estatuto Personal. A saber:
Si el sexismo es universal, ¿el feminismo es local? Hay cosas que no tienen fronteras: “En cuestiones del derecho sexual y reproductivo hay muchas coincidencias. El mundo árabe no se sustrae a eso, a esa intención de control del cuerpo de la mujer. En nuestro caso, en Túnez, ya en los años veinte hubo sublevaciones contra el velo. Ahora, cuando oigo que se preguntan por qué no hay un feminismo local, pienso que eso es una manera de frenar nuestro avance como mujeres, porque compartimos algo universal. Y si hay problemas específicos tampoco se expresan de la misma forma ente países del mundo musulmán”, asegura Cherif, fundadora de la Asociación tunecina de Mujeres Democráticas.
Libertades que hay que arrancar. “La voz de la mujer ha estado confiscada y hemos tenido que arrancar la palabra que no nos era dada”, advierte Cherif. Desde finales del siglo pasado las redes que vinculan a mujeres de Túnez, Argelia y Marruecos debaten cómo sacar la mujer de la exclusividad en el ámbito doméstico. Entre las situaciones de desigualdad que afectan a derechos fundamentales de las niñas, como es la educación, se menciona la necesidad de velar por el buen transporte público en las zonas rurales ya que hay chicas a las que los padres no dejan ir a pie al colegio por el peligro que supone la travesía.
De la imposibilidad de reclamar la filiación. Para una mujer no casada en Marruecos, tener un hijo sola significa que el niño será un bastardo para siempre. A la vez, como no está reconocido el derecho a una interrupción legal del embarazo, tener a un hijo estigmatizado es la única (no) salida en estas sociedades del norte de África. De ahí que la jurista Malika Benradi lleve años levantando la voz contra la imposibilidad de reclamar la prueba de paternidad a un hombre por parte de una mujer soltera: “si el hijo es concebido dentro del periodo del compromiso, el hombre puede dudar de su paternidad y pedir una prueba de ADN; pero si el niño es concebido fuera del matrimonio, la mujer no tiene derecho a pedir la prueba de filiación”. Esta es solo una de las reformas del Código de Familia que reclaman las feministas marroquíes. Otra es la que concierne al concepto del error: “el hombre marroquí descubierto en una relación extramatrimonial puede argüir que no sabía que eso iba contra la ley; la mujer no puede defenderse diciendo que fue un error”, según Benradi.
Dominar la reproducción, administrar los cuerpos. La cantante maliense Fatoumata Diawara muestra la otra cara de la maternidad: “Las niñas son obligadas a casarse a los 12 años. Te empujan a ser sumisa y a tener hijos para los hombres”. Diawara pone en su propio cuerpo algunos daños colaterales de ser mujer: “Cuando yo estoy de gira, oculto que tengo la regla. No quiero que ellos me vean más frágil o crean que me tienen que proteger. El hombre interpreta la menstruación como una debilidad femenina, y sin embargo es su fortaleza: ella es la que pare”.
¿Qué hay de la poligamia? Días atrás, el corresponsal de EFE en Rabat hacía una buena recopilación de los últimos vestigios de poligamia entre los ministros marroquíes, dando cuenta del pequeño escozor que este asunto suele generar en los ambientes urbanos y de poder político. Es verdad que la burguesía marroquí, en general, ya no la practica, pero hay otros países de la región en los que sigue siendo moneda corriente. De nuevo, Fatoumata Diawara habla por su propia experiencia de dolor: “Los hombres quieren tener hijos varones. Y cuando su primera esposa da a luz solo a niñas, se buscan una segunda y así. Lo he sufrido en carne propia. Cuando mi madre estaba embarazada de su tercera hija, lloraba sobre mi hombro porque mi padre no le hacía caso. Mi padre tuvo cuatro esposas. Tuvo más de 20 hijos y soy la hermana que se ocupa de toda la familia. Yo estoy musculosa. Quizá inconscientemente quería ser un chico (ríe)”.
La tutela que no tiene fin. Del hombre sobre la mujer, pero también del Estado sobre los ciudadanos. Benradi comenta otra de las discriminaciones del Código de Familia marroquí, en este caso, sobre los y las marroquíes residentes en Europa: “a la hora de casarse, aunque la boda sea por lo civil, es imprescindible contar con testigos hombres musulmanes”.
La próxima edición del foro, en junio de 2019, estará destinada a los desafíos de la educación.
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