IN MEMORIAM OPINIÓN
Adiós a Robert Saladrigas, un lector sin límites
El narrador y crítico literario, fallecido este lunes, carecía de prejuicios, elegía solo que le parecía bueno y alcanzaba siempre a convencernos de que lo era
Robert Saladrigas, en 2004, año en que ganó el Premio Josep Pla de novela en catalán con la obra 'La llibreta groga' . VICENS GIMENEZ
No solo cuando fallece un gran autor está de luto la literatura. También lo está cuando muere un gran lector. Robert Saladrigas era lo uno y lo otro, y tal vez ambas condiciones no sean sino haz y envés de una misma moneda. Nos ha dejado prematuramente, y todo lector se siente hoy huérfano. El cáncer ha acabado con su vida a los 78 años, una vida dedicada a las letras, a cultivarlas, evaluarlas y explicarlas. Brillante novelista de la literatura catalana contemporánea, brillante crítico literario de La Vanguardia durante casi cuatro décadas.
Vocación temprana. A los quince comienza a elegir y ordenar palabras en cuadernos, comienza a escribir. A los dieciocho se presenta al Nadal, sin miedo a Delibes, a Martín Gaite, a Ferlosio, a Matute. Seguro estaba de su escritura porque estaba seguro de sus lecturas. Gana con Entre juliol i setembre (1967) el premio Joaquim Ruyra en 1966 y vende 80.000 ejemplares. Con El sol de la tarda(1992) se hace con el prestigioso Premio Sant Jordi y con el Joan Creixells. Siempre formará ya parte de la historia de la ficción catalana contemporánea, por la enjundia de su narrativa y por el merecido reconocimiento que obtuvo.
Quisiera hoy, sin embargo, decantar esta página triste hacia su vocación de crítico. Un escritor que lo fue porque leyó sin límite y sin prejuicio, como está de Dios. Jamás le importó si se trataba de un clásico del mainstream de la narrativa contemporánea o de una joven promesa, si era un autor central y clásico o un autor periférico e incierto. Elegía lo que le parecía bueno y alcanzaba siempre a convencernos de que en verdad lo era. Su vocación de escritor subyacía a su vocación de crítico, esto es, había sido cocinero antes que fraile. Conocía las técnicas, tenía bagaje de lecturas, era zorro viejo, aconsejaba bien. Y fue crítico de narrativa traducida, algo que puede parecer menos arriesgado pero que lo empuja a uno a padecer no solo por su criterio sino por si la traducción es pertinente, por si la novedad que viene de fuera es fruto del objeto del deseo editorial o realmente debe ser objeto del deseo del lector.
Ejerció la crítica pero no ejerció de crítico, pues su voluntad fue siempre aconsejar y no en encumbrarse. No hace muchos años, en una imprescindible fiesta editorial, recuerdo su tristeza al saber que un buen crítico acababa de decidir dejar de serlo. Insistió en convencerlo de que no renunciara. No lo consiguió. Saladrigas velaba por la subsistencia del ecosistema literario en todas sus facetas, y por encima de todo celebraba el talente del buen lector.
Muchos dicen que necesitamos lectores. Algunos decimos que necesitamos buenos lectores. Todos diremos que te necesitamos, Robert. Y no estás. Pero sí tu legado, tus lecciones de lectura, tus críticas reunidas en De un lector que cuenta. Impresiones sobre la narrativa extranjera contemporánea. De Thomas Mann a Jonathan Franzen y En tierras de ficción. Recorrido por la narrativa contemporánea. De Edgar Allan Poe a Evan Dara. Recuerdos a Marcel, a Philip, a Cesare, a Julio y a Thomas Mann, explícales cómo son sus textos, y, por favor, no dejes nunca tu oficio de vivir de las letras y ten la bondad de hacernos de scout, avísanos de un nuevo descubrimiento nórdico, eslavo o japonés, recuérdanos que los clásicos, como decía Calvino, lo son porque nunca terminan de decir lo que tienen que decir.
Steiner, Eco, Bloom, críticos suspendidos en el feliz vacío teórico. Pierre Lepape, Michiko Kakutani, Rafael Conte, Marcel Reich-Ranicki, Claudio Magris, Robert Saladrigas, críticos atrapados en la feliz rutina quincenal. A pie de calle. Enseñándonos a leer, a los lectores ingenuos y sobre todo a los lectores avezados. La Vanguardia y todos los diarios del mundo hemos perdido un maestro. Descansa, mestre, pero no dejes de leer(nos).
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