Exótico inframundo
Carlos Irijalba cuestiona constantemente qué es lo real y trabaja pensando en la necesidad de los objetos y lo que hay en ellos de superfluo e imprescindible
'Pahoehoe' (2018), de Carlos Irijalba.
Hay una frase que pulula por la exposición de Carlos Irijalba (Pamplona, 1979) que miro de reojo y con recelo. “El ADN de un castor no termina de expresarse en la punta de sus bigotes, sino en el borde de su dique”. Es del teórico y ecologista Timothy Morton, ese filósofo inglés de aspecto rockero que se inventó lo de dark ecology para pensar la visión que tenemos de la ecología, el antropocentrismo y el arte.
El espacio social no es solo humano, viene a decir. No existe diferencia entre ser humano y naturaleza, entre el adentro y el afuera. No hay ni centro ni límite, y ser maduro significa tolerar niveles cada vez más altos de ambigüedad. No tarda en llegar esa ambigüedad paseando por esta muestra titulada Endotic, el neologismo preferido de George Perec para describir ese día a día que no es ni ordinario ni extraordinario, ni banal ni exótico.
También Carlos Irijalba cuestiona constantemente qué es lo real y trabaja pensando en la necesidad de los objetos y lo que hay en ellos de superfluo e imprescindible. Esa es la base de un obra que siempre se apoya en la geología hablando de estratos, sedimentos y escalas temporales.
A primera vista parece un trabajo encerrado en sí mismo, como el silencio mudo, pero luego rebota como una goma elástica. Sus últimos trabajos son aún más sofisticados, si cabe, con esa idea de contradicción intrínseca en todas sus obras. Para muestra, Strange stranger: tuberías que exploran los patrones biomiméticos visibles en los procesos industriales que replican estructuras inscritas en nuestro rastro evolutivo.
Dicho así, cuesta, lo sé. Piénsenlo desde otro prisma: ¿y si el colector de un coche, esa pieza que conduce el humo desde sus tripas hacia el escape, debe su diseño industrial a un orden orgánico que todos tenemos instalado en las tripas?
Endotic. Carlos Irijalba. Galería Moisés Pérez de Albéniz. Madrid. Hasta el 14 de noviembre.
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