En el periodo de
Tiananmen surgió en
China un movimiento de jóvenes cineastas que acabaron agrupados bajo el nombre de Nuevo Movimiento Documental. Tras un largo periodo en el que mostrar la sociedad cotidiana había sido tabú, se lanzaron a las calles, cámara en mano, en busca de una realidad inmediata. Oficialmente poco queda de ello, si bien son muchos los directores chinos que en la actualidad trabajan de manera clandestina, al margen de la legalidad.
Wang Bing presenta una vía intermedia, al rodar de una manera marginal respecto al Estado y ser una figura célebre en el extranjero, el documentalista chino más prestigioso de la historia del cine.
En 2004 su crónica monumental de nueve horas,
Al oeste de los raíles, extendió su nombre por el mundo de los festivales, y también de los museos. Participante en la última Documenta, el
Museo Reina Sofía y la
Filmoteca Española se han aliado para ofrecer su retrospectiva más amplia hasta la fecha, aunque durante la conversación se muestra algo escéptico de la relación que un cineasta como él, dedicado a la contemplación de lo real sin apenas filtros, puede establecer con el ámbito del arte. No obstante, admite que sus películas hechas a partir de encargos museísticos poseen elementos distintos a las otras suyas. “El público de las galerías es muy heterogéneo y apenas presta atención a las películas. Cuando trabajo para un espacio artístico trato de minimizar lo narrativo. Y también está la duración. Ahí puedo proponer películas de muchas horas, aunque la razón de que sean tan largas es que en los espacios artísticos las películas suelen ser presentadas en bucle, una forma muy aburrida para consumirlas”.
Crude Oil son 14 horas de una jornada en una plataforma petrolífera en el desierto de Gobi, mientras que
Dead Souls abarca 15, durante las cuales entrevista a supervivientes de los campos de trabajos chinos, un tema recurrente en sus películas.
Entre ellas, La zanja, su único largometraje de ficción hasta la fecha. En una época como la nuestra, en la que lo habitual es negar el carácter especular de cualquier cine documental, es interesante escuchar a quien ha estado a ambos lados. “Documental y ficción tienen estrategias completamente diferentes; con la ficción tienes que crear de la nada”. Sin embargo, y no obstante el espíritu contemplativo de sus documentales, uno advierte que Al oeste de los raíles es una crónica del cambio de siglo, con una estructura clásica diáfana. “En primer lugar, yo tengo formación de cineasta de ficciones. Es lo que estudié en la escuela de cine. Y me apetece hacer películas narrativas. Pero la experiencia de La zanja me quitó las ganas para bastante tiempo. Ficción significa colaborar con mucha gente y en China es difícil poder hacerlo, sin apenas apoyo. Gran parte del guion no fue rodado porque hubo problemas como el clima, y también políticos. Éramos 60 personas pero a la vez un equipo muy improductivo”. Una alusión a la eficacia que no resulta extraña en un director que rueda solo y maximizando el tiempo, con una pequeña cámara digital con la que se cuela en cualquier lugar, tratando de llamar muy poco la atención.
Wang Bing es el documentalista chino más prestigioso del cine, aunque su postura es marginal respecto al Estado
En una de sus últimas películas, Mrs. Fang, describe la agonía de una enferma de alzhéimer durante sus últimos 10 días de vida, con imágenes tan intensas como esa de casi siete minutos en la que, en primer plano, muestra cómo la vida va abandonando el cuerpo de la mujer. Un asunto, la atención a marginales, heterodoxos y disidentes, en el que se ha especializado y que cabe suponer no cuenta con el respaldo de las autoridades. “Filmo en soledad y mis películas tampoco se ven apenas en el país. No existen para el Gobierno. De la presencia de Dead Souls en Cannes 2018 nada se dijo en China. Y cuando comenzaron a circular cientos de miles de DVD entre los habitantes de la zona de Shenyang, tras el éxito internacional de Al oeste de los raíles, el Gobierno de la provincia prohibió su duplicación”.
Sus películas no hacen crítica de una manera explícita, se limitan a ofrecer los hechos de una forma directa, dejando que sean los acontecimientos los que se desarrollen delante de la cámara; tampoco sugiere qué hacer a las figuras que va encontrando. “Siempre he respetado el orden cronológico en el que las imágenes han sido grabadas, también la sincronía original entre imagen y sonido, y respecto a la edición del sonido me limito a equilibrar niveles”, opciones enfrentadas a la habitual manipulación de lo real llevada a cabo incluso por muchos defensores del cine-directo. “Algunas de mis películas tienen estructuras cercanas a lo narrativo, pero no hay una premeditación de los hechos, sino que esa estructura la voy formando en mi cabeza según ruedo, según la realidad va apareciendo. Ahí, voy seleccionando unos momentos en detrimento de otros. De otra manera, el rodaje sería inviable”.
Wang Bing. Vidas despojadas, vidas resistentes. Museo Reina Sofía y Filmoteca Española. Madrid. Hasta el 14 de noviembre.
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