La cultura de la seda en la china antigua
La sericultura y el hilado y tejido de la seda tuvo su origen en China hace miles de años. Por sus ricos colores y estampados, la seda desempeñó un importante papel en las solemnidades y ceremonias antiguas y originó también una rica tradición folclórica.
Era un día de julio del año 1405 correspondiente al tercero en el poder del emperador Yongle (永乐). En el estuario del río Yangtsé ondeaban numerosas banderas que cubrían el cielo mientras una cuantiosa y poderosa flota, formada por más de 240 barcos y una tripulación total de 27.400 hombres, navegaba hacia el vasto mar de aguas neblinosas cuyo horizonte se extendía tan lejos como podía alcanzar la vista. Además de porcelana y té, la carga de estos barcos se componía de seda, un bien estimado por los occidentales como un producto de incomparable valor. Esta es la descripción, registrada para la posterioridad en los anales de la historia, de las expediciones al oeste del océano Pacífico de Zheng He (郑和, 1371-1433), el famoso almirante y explorador de inicios de la dinastía Ming (明, 1368-1644). Fue a partir de este momento cuando se abrió la Ruta Marítima de la Seda, una vía de intercambio entre China y el mundo occidental, y dio comienzo la era de las grandes navegaciones en la historia de la humanidad.
Tal y como demuestran los hallazgos arqueológicos, China fue el primer país en desarrollar la sericultura y el hilado y tejido de la seda. En 1977, en Hemudu (河姆渡), un yacimiento arqueológico de 7.000 años de antigüedad en la ciudad de Yuyao (余姚), en la provincia de Zhejiang (浙江), se halló una talla con forma de gusano de seda que representa un testimonio de la temprana dedicación de los antiguos pobladores de China a las actividades relacionadas con la sericultura. Entre las inscripciones en huesos y caparazones de tortuga descubiertas en las ruinas de Yin (殷墟), capital de la dinastía Shang (商, hacia 1600-1046 a.C.), figuran numerosas referencias a los gusanos de seda, el Morus alba o árbol de la morera y la seda. Ello refuerza la tesis que la crianza de gusanos de seda y el tejido de la misma representaban ya parte importante de las vidas de las gentes de aquella época.
Hasta llegar a los años de los Reinos Combatientes (战国时代, 475-221 A.C.) el desarrollo en China del ahora conocido como telar de Jacquard, los diversos tejidos de seda, una seda fina y resistente, gasas de seda, brocado, sarga de seda, damasco y otros tipos de telas fue duradero y fructífero. En las dinastías Tang y Song (唐宋, 618-907 y 960-1279 respectivamente), el bordado realizado en telar con sedas e hilo de oro, el estampado y teñido de tejidos, así como otras artesanías derivadas de la seda alcanzaron una cierta madurez. La aparición del brocado representó especialmente un hito en la historia de la artesanía de la seda en China. Hasta el día de hoy los conocidos como tres grandes brocados del mundo: el de Sichuan (蜀锦, shǔjǐn), el Song (宋锦, sòngjǐn) y el de nube (云锦, yúnjǐn) aún representan su máxima expresión mundial.
Por sus ricos colores y estampados, la seda desempeñó un importante papel en las solemnidades y ceremonias antiguas y originó también una rica tradición folclórica. En el Libro de los ritos (礼记) se indica que solo los miembros de la familia real pueden vestirse de seda. Las primeras referencias a esta cuestión en El clásico de la historia (尚书) son las recogidas en las “doce indicaciones”, que establecen los doce tipos de decoraciones y estampados establecidos para el emperador y sus ministros con el fin de mostrar sus rangos y dignidades. Entre ellos, el tocado de seda del emperador incluía los siguientes motivos: el sol, la luna, las estrellas y constelaciones, las montañas, la figura del dragón y otros doce tipos de imágenes que se combinaban además en diversos colores, y que correspondían cada uno con la virtud propia del emperador. Esta tradición se transmitió hasta llegar a la dinastía Qing (清, 1644-1911) y se convirtió en parte importante de la cultura palaciega. La costumbre de ofrecer sacrificios a la “deidad del gusano de seda” (蚕神, cánshén) se convirtió igualmente en legado.
De Huangdi (黄帝), el legendario y ancestral Emperador Amarillo, se dice que “al colgar sus ropas, se imponía el orden en China” (垂衣裳而天下治, Chuí yīshang ér tiānxià zhì). Este dicho ejemplifica cómo, a través del preceptivo código de vestimenta imperial, se creía conferir a la nación con la debida propiedad y ceremonia, al llevar así a cabo el gobierno regular del país. La principal concubina del Emperador Amarillo, Lei Zu (嫘祖), fue la primera en enseñar al pueblo la crianza del gusano de seda, devanarla de sus capullos y confeccionar prendas con dicho tejido, por lo que ha pasado a las generaciones posteriores como la imagen divina de la “Madre de los gusanos de seda.” La costumbre de oficiar sacrificios en su honor se convirtió en uno de los ritos palaciegos y populares más importantes de la China antigua. En la actualidad, en el intacto jardín imperial de la dinastía Qing, correspondiente al rincón noreste del parque Beihai en Beijing, existe todavía el conocido como “Altar a la diosa de los gusanos de seda,” (先蚕坛, Xiāncántán) de paredes rojas y tejas verdes, solemne y majestuoso. Allí, las concubinas imperiales de las dinastías Ming y Qing oficiaron en su día numerosos y solemnes ritos de sacrificio, recogieron morera y criaron gusanos con el fin de bendecir a la nación por una actividad siempre fecunda y próspera.
Entre el pueblo, por su parte, se difundió ampliamente la leyenda de la “joven con cabeza de caballo” (马头娘, Mǎtóuniáng). El legendario caballo, de un blanco inmaculado y semejante a la nieve, sufrió incontables vicisitudes y peligros para ayudar a la joven de los gusanos de seda a encontrar a su querido padre, que había sido alistado a la fuerza y al que rescató del campo de batalla. El padre de la muchacha no solo no mostró agradecimiento sino que mató al caballo para anular la promesa de matrimonio que su hija le había hecho al caballo. Como resultado, la piel del animal se transformó en una fresca brisa que envolvió a la joven, y surgió así la “deidad del gusano de seda”, caracterizada con cabeza de caballo y cuerpo de gusano. Historias similares aparecen repetidamente en las obras Testimonios en busca de lo sobrenatural (搜神记), Extensos registros de la era Taiping (太平广记) y en otras antiguas recopilaciones sobre hechos fantásticos.
Es inevitable y muy estrecha la relación entre la seda y la literatura china. La cuestión de la crianza del gusano de seda y el cultivo de la morera como industria se convirtió en tema recurrente para muchos hombres de letras de las sucesivas dinastías en China. En el Shijing (诗经), la antología poética más antigua que se conoce, ascienden a un total de 39 los poemas que tratan, entre otras cuestiones relativas a la producción de gusanos de seda, de los diversos tipos de morera, su recolección, la crianza del gusano y los procesos de hilado, devanado y tejido. Conmueve especialmente la figura de las jóvenes recolectoras de la morera, laboriosas, bellas, inteligentes y honradas. Sus desvelos afectuosos y románticos han quedado ampliamente recogidos en los versos del Shijing y nos permiten, más de tres mil años después, revivir ese sentimiento conmovedor y cargado de una persistente melancolía. Obras como la Balada de la seda blanca (白丝行) de Du Fu (杜甫, 712-770), gran poeta de la dinastía Tang; Sarga de seda (缭绫) de Bai Juyi (白居易, 772-846), también perteneciente a la dinastía Tang; o la Balada del brocado (织锦曲) de Wang Jian (王建); representaron célebres creaciones de una profunda y larga influencia.
En el ámbito del arte, las Escenas de la labor campestre y tejido (耕织图) de Lou Shu (楼璹, 1090-1172), magistrado de los primeros años de la dinastía Song del Sur (南宋) cobraron fama como “la pintura en rollo que aportó el testimonio completo más temprano en China sobre el modelo de vida tradicional de la labor del campo para los hombres y el tejido para las mujeres”. El artista investigó a fondo los campos y sus labores y, aplicando una técnica de dibujo monocromático en tinta, creó detalladas escenas panorámicas que representan un retrato exhaustivo del mundo de los gusanos de seda, las moreras y el tejido de la seda. Una vez concluidas, las pinturas pasaron al palacio de la dinastía Song y gozaron del aprecio y elogios de los sucesivos emperadores, al utilizarse frecuentemente sus motivos en ropas de seda.
Más adelante surgieron todo tipo de copias oficiales y populares que se extendieron por toda China a la historia del arte, la ciencia y la tecnología, la agricultura y la artesanía en expresiones únicas. Con anterioridad a la popularización del papel como medio de expresión, un tipo de seda delgada y resistente, y la sarga de seda, representaron el material de libros y pinturas. La inmensa mayoría de las pinturas anteriores a la dinastía Song se realizaban sobre seda. Sirva como ejemplo la pintura de Las doncellas imperiales adornando su pelo con flores (簪花仕女图), de la dinastía Tang y cuya popularidad ha llegado a nuestros días, que fue pintada sobre un colorido rollo de seda.
A través del comercio de este hilo de tan alto valor, se estableció un intercambio económico amplio, activo y duradero entre China y otros países en la antigüedad. De manera temprana en el siglo V a.C., China ya era conocida en la Grecia clásica con el hermoso nombre de “Seres”, palabra que significa “tierra de la que procede la seda” o “país de producción de la seda”. Se dice que para acabar con el control persa sobre la Ruta de la Seda, el emperador bizantino Justiniano I (527-565) envió emisarios para que, ocultando las larvas de los gusanos de seda en sus cayados, los trajesen a Roma. No obstante, y según los anales históricos, fue aproximadamente durante el siglo III cuando comenzó a desarrollarse, tanto en Bizancio como en otros países de la Europa occidental, la industria de los gusanos y el tejido de la seda. En la actualidad, la ciudad española de Valencia conserva la Lonja de la Seda, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Publicado originalmente en: Revista Instituto Confucio.Número 33. Volumen VI. Noviembre de 2015.
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