Munir Hachemi: “Toda la realidad es un libro al que buscamos sentido”
El escritor Munir Hachemi ha pasado de vender sus libros boca a boca por Lavapiés a publicar su primera novela con una gran editorial
El escritor madrileño Munir Hachemi, en la plaza de Arturo Barea, en Lavapiés (Madrid). KIKE PARA
Hijo de argelino y andaluza, Munir Hachemi (Madrid, 1989) reconoce que comenzó a escribir “por envidia”, primero relatos y luego historias más largas. Se ha autoeditado dos novelas que ha vendido por el boca a boca por las terrazas de Lavapiés. De la autoedición salta ahora a una gran editorial, Periférica, donde hoy publica su nuevo libro, Cosas vivas, que narra el viaje iniciático de cuatro amigos al sur de Francia para trabajar allí como temporeros en granjas de animales.
¿Cómo le ha influido el árabe en su literatura?
La mayor parte de mi infancia la pasé en Argelia, y hablé árabe antes que español. Y en lo narrativo, los magrebíes tienen una forma de narrar muy particular en la que de una historia salen muchas historias que se ramifican.
¿Le supuso algún problema en su infancia?
En general no tuve problemas, pero cuando cayeron las Torres Gemelas, algunos chavales de mi clase me decían que mi padre era un terrorista. Y creo que con alguna gente del instituto no terminé de encajar por mi origen árabe.
¿Cómo ve Madrid?
Tengo una relación de amor-odio con la ciudad. Todos los madrileños llegamos a un punto en el que queremos salir de aquí. Y cuando nos vamos, queremos volver. Madrid es una ciudad muy literaria.
¿Todo es literatura?
Nos narramos nuestra propia vida y hacemos que todo sea literatura. Pero hay cosas que escapan a la literatura, como el dolor. Si sientes mucho dolor no puedes narrarlo, tienes que dar un rodeo para hacer sentir al lector algo parecido a ese dolor, dar un rodeo para volver al mismo punto.
¿Ha escrito esta novela para reafirmarse como vegano?
No. Surgió de un viaje muy duro a Francia con tres amigos. Al volver les propuse escribir un cuento cada uno. El mío se alargó cada vez más y al final llegó a ser novela. Tras aquel viaje me hice vegetariano y luego vegano.
¿Qué cuenta Cosas vivas?
Hay un problema con las luchas de izquierdas y es que se atomicen: el veganismo, el movimiento trans, el ecologismo, el feminismo… Yo pretendo que la novela exponga problemas. El veganismo no está solo, sino asociado a un mundo de un trabajo precario, racismo… todo está mezclado. La novela es un thriller laboral.
¿Eso en qué consiste?
Todos sabemos lo que es trabajar, pero la literatura tiene que contarlo de otra manera, por eso en mi novela hay muertos, que al final son una hipérbole.
¿Una novela puede cambiar la realidad?
Una novela no puede no cambiar la realidad, porque la literatura es parte de la realidad.
¿Qué fue para usted ser inmigrante en Francia?
Una revelación. Cuando preguntamos en una ETT ‘¿vienen muchos españoles?’ nos dijeron ‘sí, españoles, rumanos, marroquíes, argelinos…’. Y no se creían que los cuatro amigos hubiéramos acabado una carrera.
¿Busca significado a todo?
Sí. Toda la realidad es un libro al que buscamos sentido. Todos buscamos significados. Yo veo dos personas y veo un hombre y una mujer, no solo dos cuerpos vivos. La novela se llama Cosas vivas porque a veces el trabajo nos reduce a lo biológico.
¿Cómo es publicar en una editorial potente?
Hay reglas que cuando me autoeditaba no tenía. Pero lo asumo para meter esta bomba en el mercado literario. Periférica está en el límite entre lo independiente y lo mayoritario. Mi primera novela estaba escrita para venderla en la calle. Pero Cosas vivas tiene que estar en el mercado para funcionar, porque es un cóctel molotov contra el sistema que todos llevamos dentro. Es una novela que plantea problemas, que duele ideológicamente. Pero tiene un artefacto alrededor, el thriller, para tratar de enganchar al lector.
¿Hacia quién va esa bomba?
Contra la industria de la carne, que es como un supermercado en el fin del mundo. Algún día la sociedad recordará esa industria como algo insoportable.
UNA EDITORIAL POCO CONVENCIONAL
Hace unos años, el escritor fundó Ediciones Paralelo con varios compañeros de Filología Hispánica de la Universidad Autónoma con la idea de hacer una editorial política sin hablar de política, es decir, rompiendo las fronteras entre literatura y ensayo. Es horizontal y asamblearia y editan unas tres novelas al año.
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