Cantar en la trágica resaca
Ingeborg Bachmann encarna la reconstrucción intelectual de Austria tras el nazismo. Su 'Poesía completa' se publica en español
Ingeborg Bachmann, en Roma en 1954. HERBERT LIST MAGNUM / CONTACTO
En los momentos cruciales de la historia, y en las amargas resacas que los suceden, los mejores poetas son llamados a encarnar el destino de sus naciones. No siempre es una actitud deliberada. En España, por poner un solo ejemplo, está la obra tardía de Luis Cernuda, en la que el resentimiento frente al fascismo desplaza del todo el ideal de pureza de su obra juvenil. En Austria fue seguramente Ingeborg Bachmann quien representó esa figura de manera sobresaliente. Nació en 1926 en Klagenfurt y murió en Roma en 1973, tras el incendio (¿accidental?) de la habitación donde dormía. Carintia, región fronteriza con Italia y Eslovenia, le dio desde la infancia una cierta vocación meridional; ya adulta, vivir en Roma fue su forma de poner distancia con la celebridad que alcanzó, desde su primer libro, en Austria y Alemania. Su padre se había afiliado a la agrupación nazi NSDAP incluso antes de la anexión de Austria; en Curriculum Vitae, Bachmann escribió: “Triste padre mío / ¿por qué callasteis entonces / y no pensasteis en las consecuencias?”. Ese plural va dirigido a toda una generación de cómplices con un régimen criminal.
Se fue a Viena antes de cumplir 20 años; allí se relacionó con los escritores y artistas que intentaban recomponer una escena intelectual después de que la guerra lo hubiera arrasado prácticamente todo. Incluida la lengua misma, que los nazis habían convertido en un instrumento más de su salvaje empresa de masacre universal. Allí conoció a Paul Celan, con quien mantuvo una amistad amorosa hasta el suicidio de este, en 1970. Para Celan, el poeta judío que estrujó y trituró la lengua alemana hasta hacerla decir lo que parecía imposible, hasta llevarla a una región de desolación y de belleza casi irrespirable, la interlocución con Bachmann fue fundamental.
Tiempo del corazón (FCE, 2012), que recoge la correspondencia entre ambos poetas (y también la de Bachmann con Gisèle Celan-Lestrange, esposa de Celan, y la de este con Max Frisch, compañero de Bachmann entre 1958 y 1963), es un epistolario de una intensidad y un interés difíciles de superar, plena de deseo, desolación, sensibilidad artística exacerbada, lucidez crítica y la salud mental amenazada por el peso de una tragedia demasiado reciente y demasiado enorme como para ser sobrellevada.
Tras la guerra no se concebían ya ni el poeta como ser de misión sagrada ni el ímpetu destructivo de las vanguardias
Ese epistolario se lee a modo del guion de la película (todavía no rodada) que refleja con nitidez aquellos años. En una carta de septiembre de 1963, Celan le dice, anunciándole la salida de La rosa de nadie: “En las próximas semanas se publica un nuevo libro de poemas míos… Es el documento de una crisis, si quieres. ¿Pero qué sería de la literatura si no fuera también eso, y si no lo fuera radicalmente?”. Confirmaba lo que Walter Benjamin —otra víctima del fascismo, aunque el suicidio final en Portbou se use con frecuencia como un eufemismo más o menos balsámico— escribió poco antes de morir: “No hay documento de cultura que no sea, al mismo tiempo, un documento de barbarie”. La propia suerte de su póstuma Tesis sobre la historia, donde figura ese célebre y radical apotegma, iba a confirmarlo en toda su potencia.
En el prólogo a esta Poesía completa, Cecilia Dreymüller afirma que Bachmann aprendió de Celan “a llamar a las cosas por su nombre”; por ejemplo, en las frecuentes “imágenes de cadáveres y de máquinas de destrucción”. Sobre todo en algunos pasajes del primer libro de Bachmann, El tiempo aplazado (1953; la traducción anterior, de 1991, se titulaba El tiempo postergado), es audible esa resonancia: “Como Orfeo toco / la muerte en las cuerdas de la vida… / La cuerda del silencio / tensada sobre la ola de sangre, / tocó tu corazón sonoro”. Sin embargo, son poetas formalmente muy distantes: buena parte de los poemas de Bachmann adoptan formas regulares, y su preferencia es la cuarteta de rima abrazada. A diferencia de Celan, no declara la guerra a la elocuencia: usa formas tradicionales para hacer sonar en ellas esa “cuerda de silencio”, todo lo que querría ser callado: “Donde el cielo de Alemania ennegrece la tierra / busca su ángel decapitado una tumba para el odio / y te ofrece el plato hondo del corazón”.
Pero elocuencia no quiere decir autocomplacencia: Invocación a la Osa Mayorsalió cuando Bachmann tenía 30 años, y ya no volvería a publicar poesía; no quería que el saber adquirido se impusiera sobre la necesidad de decir. Escribió cuentos y novelas (se tradujeron al castellano A los treinta años, Tres senderos hacia el lago y Malina), guiones para óperas y pantomimas. A finales de 1959 pronunció en Fráncfort una serie de conferencias publicadas como Problemas de literatura contemporánea (traducidas por J. M. Valverde en 1980). Allí razona las estéticas posibles cuando ninguna de las líneas anteriores a la guerra era ya transitable: ni la idea del poeta como un ser con una misión sagrada, como lo concibieron Stefan George, Rilke o Martin Heidegger; ni el ímpetu destructivo de las vanguardias, tal como lo manifestó Breton. En la conferencia Sobre la poesíacomenta versos de Günter Eich, Nelly Sachs, Hans Magnus Enzensberger y Paul Celan.
La presente edición de la Poesía completa de Bachmann contiene toda su producción, 110 poemas en total: además de El tiempo aplazado e Invocación a la Osa Mayor, los publicados en revistas y los póstumos. Cecilia Dreymüller es una incansable divulgadora en España de la literatura reciente en lengua alemana: la editorial Tresmolins (versión catalana de su apellido) se inauguró a finales de 2017 con un libro de Peter Handke. Podrá haber lectores que encuentren en esta traducción de Bachmann algún pasaje discutible; pero la extensa familiaridad y conocimiento que Dreymüller tiene de la obra de la poeta austriaca se plasman en un trabajo muy serio, desbordante de fuerza e inteligencia lírica.
Poesía completa. Ingeborg Bachmann. Traducción de Cecilia Dreymüller. Tresmolins, 2018. 427 páginas. 22 euros.
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