Jeff Kinney: “Las pantallas son el mal de nuestro tiempo”
El autor de ‘Diario de Greg’ considera que su éxito con los libros para niños se basa en la mezcla de texto y dibujo
Plainville (Massachusetts)
Jeff Kinney posa con su personaje Greg Heffley, en noviembre en Oslo. FOTO: GETTY IMAGES
Un colegio de Washington a las 8.30 de la mañana. Un revoltijo de más de una docena de niños inquietos espera con un libro en la mano para entregarlo a la mamá de otro niño que va a entrevistar “al gran Jeff Kinney”, dice Quinlan, 10 años. Desde que mi hijo nació hace ya más de una década, jamás, y digo jamás, logré que mi trabajo le pareciera interesante o digno de comentar. Hasta que el periódico me envió a Massachusetts a entrevistar al Gran Jeff Kinney. Entonces tuve que limitar al máximo mi equipaje para acomodar en mi maleta de mano 13 libros del archiconocido Diario de Greg (Diary of a Wimpy Kid, título en inglés) para no fallar a mi hijo y sus -de repente- numerosísimos amigos.
Lo que no saben los niños de entre 10 años y 12 años, edad media del público que devora la serie de libros que ya va por su decimotercero, es que lo que tenía en mente Kinney era escribir “un libro muy, muy largo, de entre 700 y 1.300 páginas”. ¡Y para adultos! Kenney imaginaba que los anteriormente citados disfrutarían mucho recordando cómo era tener poco más de 10 años. En ningún momento, confiesa el autor, “imaginé que estaba escribiendo un libro para niños”.
Kinney recibe a EL PAÍS en su librería de Plainville, un pueblecito de Massachusetts de 9.000 habitantes, a medio camino entre el aeropuerto de Boston y el de Providence, que concuerda perfectamente con su nombre por su sencillez. La acogedora librería-cafetería fue bautizada también con un nombre que es reflejo del éxito que le llegó tardío a Kinney (47 años): “Una historia improbable”. Allí, el creador pasa sus días rodeado de un reducidísimo equipo de colaboradores trabajando en el que será el siguiente libro, hasta alcanzar “quizá la cifra de 20”, concede Kinney.
Si la literatura ganó para sí al rey del best seller infantil -hasta la fecha, la versión online del Diario de Greg ha tenido más de 80 millones de visitas desde su nacimiento en 2007, y cada día es leída por más de 70.000 niños-, el FBI perdió un agente. Con un título universitario en criminología bajo el brazo y amplios conocimientos informáticos, Jeff Kinney estuvo a punto de convertirse en un agente federal. Pero la vida tenía otros planes para él. A pesar de que se resistieran en llegar. Kinney recuerda las cientos de “notas de rechazo” de los editores que llegaban a su correo cada vez que envíaba un boceto de un cómic. No fue hasta que admitió que sus ilustraciones estaban a la altura de las de un niño de 12 años cuando decidió dejar de intentar entrar en el hall of fame de los dibujantes de cómic.
“Trabajé casi ocho años en el proyecto hasta que lo mostré, de esos años, pasé cuatro recopilando historias de las cosas divertidas que me habían pasado siendo niño”, explica el autor sentado en un espacio de su estudio que copia los asientos de un avión. Kenney se muestra tímido. Es extremadamente educado. Y un niño de 12 años sigue viviendo en su interior.
Apasionado de la NBA y de los Boston Celtics, Jeff Kinney hace una hilarante crítica del mundo de los mayores desde la perspectiva de un niño. Más de 150 millones de libros vendidos han hecho de Greg Heffley, su familia y sus dos únicos amigos un fenómeno global que ya se ha traducido a cerca de 50 idiomas. El autor es consciente de que su público puede ver en él a su personaje. “Tiene algo de mí”, concede con una sonrisa que roza la picardía.
Desde el tercer piso, donde se encuentran sus oficinas, en lo que fue la antigua tienda del pueblo hace más de un siglo en un edificio victoriano que él mismo ha rehabilitado, Kinney lanzó este otoño el último libro de la saga: Frío Fatal, RBA (The Meltdown, en su título en inglés). Su equipo está seguro de que vuelven a tener un best seller entre manos. Para el hombre que ha colocado al anodino Plainville en el mapa, el secreto de su éxito está en mezclar el texto con las viñetas cómicas. “Cuando un niño se enfrenta a un libro le parece una labor ardua, cuando abre uno de Greg, no parece un libro, le resulta divertido y se zambulle en él”.
Admite Kinney que los libros no viven su mejor momento, a pesar de que a él las cifras le sonrían. Cuando rehabilitó el antiguo general store del que salen las 4 calles importantes del pueblo, tuvo claro que tenía que convertirlo en una librería. “En una librería tienen cabida niños de dos años hasta mayores de 90”. “Creo que cada pueblo debería de tener una librería como su lugar de referencia. Tenemos muy pocas librerías y muchas tiendas de donuts”, dice entre la broma y la triste realidad.
También es consciente de que las nuevas tecnologías y la invasión de teléfonos móviles, tabletas y ordenadores portátiles tienden a arrinconar a los libros. “Las pantallas son el mal de nuestro tiempo”, asegura. Como padre, Kinney admite la dificultad de lograr que los niños lean. Aunque tiene la receta mágica: “El diario de Greg”. Ya a la venta en sus librerías.
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