La ideología de Pedro Sánchez
La verdadera idea y fuerza de 'Manual de resistencia' es la vinculación indisoluble de los conceptos “socialdemocracia” y “Europa”
El presidente del Gobierno Pedro Sánchez este miércoles en el Congreso. DANIEL GONZALEZ GTRES
Pedro Sánchez ha dejado de ser un novillero. Ya es matador de miuras. Ello se desprende de una lectura transversal de las 309 páginas de sus “memorias parciales”. Más allá de las anécdotas, algunas poco afortunadas, y de los hechos que describe (el camino que le llevó de simple militante socialista a la Secretaría General del partido en dos fases, y luego a la Presidencia de Gobierno, contra todo pronóstico) en el libro se pespuntean las ideas que, según su autor, le han acompañado en esta aventura.
El PSOE ha sido un partido que ha pasado, desde la Transición hasta ahora, de un ideologismo extremo (Willy Brandt, uno de sus referentes, decía que “quien a los veinte años no es marxista es que no tiene corazón”) en el que sus militantes estudiaban Los conceptos elementales del materialismo histórico, de Marta Harnecker, al pragmatismo más puro (gato blanco, gato negro, lo importante es que cace ratones), a la falta de pasión por las ideas, con notables excepciones. Es el pragmatismo del poder. Del izquierdismo largocaballerista que pretendía ahogar al capitalismo, a una socialdemocracia instalada en un plano inclinado que le ha llevado en algunas ocasiones, indefectiblemente, al social-liberalismo. Felipe González, Joaquín Almunia, José Luís Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba, sus últimos secretarios generales, han dejado suficientes testimonios a través de libros propios o ajenos, artículos, entrevistas y declaraciones de las prioridades ideológicas que estaban detrás de su práctica política. Ahora, seguramente demasiado pronto, le toca el turno a Pedro Sánchez (Manual de resistencia, editorial Península). Hay una coincidencia central entre ellos: la necesidad de ser socialistas y demócratas a la vez; el socialismo y la democracia son absolutamente indisociables en el mundo del siglo XXI. Aunque esa democracia haya brillado por su ausencia, más de una vez, en el seno del propio partido socialista.
El contexto en el que se desarrollan las páginas de este libro es el del auge del nacionalismo y del autoritarismo en el mundo, así como de la pérdida de bienestar material producida por la crisis económica. Ello exacerba las incertidumbres. El nacionalismo parasita los miedos ciudadanos a perder sus empleos, a sufrir la reducción de sus salarios, pero también a la pérdida de la identidad cultural, a la disolución de la sociedad tal como la conocían. Y un miedo nuevo: a que sus representantes, aquellos que eligen para que arreglen los problemas públicos, no puedan hacerlo porque las soluciones cada vez se encuentran más lejos de los Parlamentos y de los Gobiernos en los que se sientan. Ello es lo que se ha denominado “la impotencia democrática”, tan presente en el texto de Sánchez. Por un lado reivindica “la fuerza y la capacidad de transformación que tienes desde el poder político”, pero también es consciente de que la gente tiene la sensación de haber perdido el poder que le corresponde en un régimen democrático. Ello está relacionado con la globalización y la crisis del Estado-nación. Predomina la sensación de que este último ha sido privado de gran parte de su poder (sin que se les haya consultado a los ciudadanos qué les parecía esta pérdida de soberanía y a cambio de qué), con lo que los sistemas de representación han perdido parte de su legitimidad y sienten que ya no pueden influir en las grandes decisiones políticas que afectan a su vida cotidiana.
La verdadera idea y fuerza de Manual de resistencia es la vinculación indisoluble de los conceptos “socialdemocracia” y “Europa”. Europa se fortalece con la socialdemocracia y se debilita sin ella: la socialdemocracia es más fuerte cuando Europa está fuerte. La socialdemocracia, tal como la entiende Sánchez, es un movimiento internacionalista que debe moverse más deprisa para adaptarse a la velocidad de la globalización. Funciona con la paradoja de que, siendo un movimiento internacionalista y cosmopolita, toda su acción política la ha circunscrito a los Estados: el Estado de bienestar, el Estado social democrático y de derecho, la Constitución, la aportación de España al proyecto europeo… El reto de los socialistas no es reinventarse, no es renunciar a sus principios de redistribución de la riqueza y el poder, tan vigentes, sino de cambiar el marco de actuación, que ya no puede ser nacional. La democracia se ha debilitado por efecto de la globalización y su fortalecimiento solo pasará por instancias europeas o internacionales. Si los mercados funcionan globalmente y no hay una respuesta política al menos de igual magnitud, la democracia se seguirá debilitando.
¿Cuál fue la época dorada de la socialdemocracia en España? Cuando lo fue en Europa. Cuando Delors presidía la Comisión Europea, o cuando Mitterrand presidía la República Francesa, o con Felipe González de presidente de Gobierno en España o António Guterres en el Gobierno de Portugal. La suerte de la socialdemocracia como ideología está vinculada a la suerte de Europa como proyecto. Por ello son tan importantes las elecciones al Parlamento Europeo del próximo mes de mayo, y por ello el autor del libro escribe: “Les hemos dicho a nuestros socios que, en estos momentos tan difíciles para la UE, España va a estar en la vanguardia del europeísmo”.
Las conocidas vicisitudes sufridas por Pedro Sánchez en el seno del Partido Socialista (“los militantes me apoyaban pero la dirigencia del partido había logrado que me fuera. Me veían como alguien que no pertenecía a su círculo, como a un outsider, alguien ajeno a las élites que tienen todos los partidos, también el mío. Desde el principio tuve esa incómoda sensación de intruso”) parecen corroborar las teorías de Robert Michels sobre la tendencia de los partidos a constituir cerradas oligarquías en sus puestos de dirección y de representación. En los prolegómenos de un profundo ciclo electoral en España, que tantas cosas puede cambiar, este libro puede ser el testigo de cargo de la sinceridad de Sánchez sobre la democratización de su partido y de su funcionamiento.
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