miércoles, 12 de agosto de 2009
el umbral de mi morada, el umbral de mi consciencia
cansado de ser atropellado por la desidia,
de ser mentido en mi pasado,
de ser negado en mi esencia,
de ser auténticamente despreciado por otras almas,
desvalorizado por no acumular bienes tangibles,
marginado por no creer en aquello que los otros dicen creer,
aislado por mis permanentes silencios,
por guardar mi fe y mi convicción por sobre las expresiones del hombre,
por no atarme al modelo mediocre...
por no mezclarme con el facilismo de la iniquidad...
y sus cortos beneficios, todos efímeros como el humo,
harto, ensimismado en mis nostalgias de una vida de entregas y compromisos...
me senté en las escalinatas de la capilla,
usualmente cerrada como si se tratase de un comercio,
negando el sentido original de la significancia de la oración,
esa que no tiene horarios, tampoco momentos,
y quede allí a la espera del paso de un ángel,
acompañado por la máxima de las señoras,
sus mantos blancos, sus tules azules,
sus rosarios interminables, su mirada suave,
plena de misericordia... de comprensión...
mi vista se perdió en la distancia,
mi alma se fugó a las alturas intrincadas,
esas que se mezclan con azules radiantes...
y volví a encontrarme con mi espíritu, mis fuentes,
allí estaba el ángel que simplemente con su mirada, me dijo:
"has andado tu senda, has amado tu camino,
has brindado tu vida a cambio de nada,
ya estas en la puerta de las praderas del señor,
ven, sígueme... aquí, aquí sólo se conjugan las esencias en el todo...
estas en paz contigo mismo, tienes mi paz, ven, sígueme...
aquí las capillas no tienen tiempos, tampoco horarios,
sacerdotes somos todos por voluntad, y aquí nadie niega las substancias,
mucho menos las esencias... aquí, los lazos de amor no sólo se sienten,
también se ven... entonces, quédate conmigo, estas en el umbral de tu casa".
el dispensador: escalinatas al paraíso. Agosto 12, 2009.-
DEDICADO A: mi ángel y nuestra señora de mantos blancos como la luz divina. A los que he amado y se han dado cuenta de ello. A los que entregué mi alma y no la arrojaron por la ventana...
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