sábado, 24 de octubre de 2009
entre las piedras y el viento...
Ocio y cultura. Grandes reportajes
crédito y fuente: JANO.es
Monfragüe. Oasis de naturaleza
Adela Jiménez/ Luis Domingo
09 Octubre 2009
El Tajo y su afluente, el Tiétar, esculpen en la cuarcita grandes farallones donde se asientan espectaculares colonias de buitres leonados y nidifican el halcón peregrino, el águila perdicera y el búho real. En sus orillas y cauces se puede encontrar al martín pescador, mitos, cormoranes y ruiseñores, además de otros animales como la nutria, el corzo o el zorro.
A su paso por la provincia de Cáceres, los ríos Tajo y Tiétar moldean un valle de unos treinta kilómetros de longitud y siete de anchura, creando un paisaje donde se alternan accidentadas paredes rocosas con suaves colinas tapizadas de bosque y matorral mediterráneo. Un ecosistema único protegido como Parque Natural desde 1979, Reserva de la Biosfera desde 2003 y Parque Nacional desde 2007.
Su nombre define este tipo de hábitat con exactitud, fue bautizado por los romanos como mons fragorum: monte denso. Las 18.118 hectáreas de su superficie acotan el enclave más extenso y representativo de bosque mediterráneo del mundo. Esta vegetación es de tipo xerófilo, muy capacitada para resistir la aridez estival y aprovechar las abundantes precipitaciones del otoño y la primavera. Las sierras que delimitan el valle –que apenas alcanzan los 800 metros de altitud– acogen a una importante variedad de biotopos: encinares, bosque y matorral mediterráneo, roquedos, embalses y arroyos, permitiendo la existencia de una rica y variada vida vegetal y animal.
Bordeando el parque se encuentra la dehesa, ecosistema modelado por la mano del hombre y ejemplo de equilibrio hombre-naturaleza. Es aquí donde las grullas, venados y jabalíes, cigüeñas y garcillas se alimentan junto al ganado que pasta el rico alimento sombreado por encinas y alcornoques. Sobrevolando la dehesa veremos a las grandes rapaces que, junto a pequeños pajarillos, se alimentan de sus productos.
El monte bajo está compuesto por matorrales como jaras, brezos, romero, cantueso, tomillo y madroños. Los arroyos, acompañados por alisos, fresnos, álamos, chopos, almez y olmos en su viaje hacia las grandes cuencas, forman pequeños bosques de galería. El sonido del agua, la humedad del ambiente y el canto de los pájaros invitan al descanso y a la contemplación de la naturaleza.
Escarpados afloramientos rocosos
Estos bosques se han convertido en auténticos oasis de naturaleza salvaje, cercados a lo largo del tiempo por el inexorable avance de la deforestación humana, lo que obliga a protegerlos especialmente del fuego. Aunque la paradoja es que las especies que lo componen están precisamente adaptadas a resistir su devastadora presencia. Así, la corteza corchosa del alcornoque lo protege con su grosor, las semillas de las jaras germinan con más facilidad a altas temperaturas y las encinas y los robles melojos presentan una gran capacidad rebrotadora para compensar el daño causado por las llamas.
En Monfragüe, las densas masas de bosque pierden su continuidad por el afloramiento de gigantescos bloques de piedra que son aprovechados por aves de todo tipo para hacer sus nidos. Un buen ejemplo es el roquedo del Salto del Gitano, en el que, como vecinos en un edificio de una gran ciudad, conviven cientos de nidos de diferentes especies.
Con unos buenos prismáticos, en la primavera, podemos disfrutar del ir y venir de una pareja de cigüeñas negras a su nido, donde un par de poyuelos crecen ajenos a la expectación generada en la orilla de enfrente. La cigüeña negra es un animal muy tímido y en condiciones normales difícil de observar, de ahí lo especial de este lugar.
El vuelo de los buitres
En el cielo, el vuelo simultáneo de los cientos de buitres, desa- fiando al vacío e insuflando vida a las frías y agrestes paredes de piedra. En su vuelo circular y ascendente, les acompañan también los alimoches. Otras especies que anidan en los farallones del parque son el búho real y el buitre negro, una especie muy difícil de ver en el resto de la Península.
El mirador del Salto del Gitano brinda la oportunidad de evadirnos durante un tiempo, sumergiéndonos en un escenario vivo donde contemplamos en directo la vida de estas aves, sin necesidad de que pierdan su libertad, compartiendo una parte de su intimidad con nosotros.
Junto a este roquedo, existe otro cortado coronado por el castillo de Monfragüe, construido por los musulmanes en el año 811. Cerca de los restos de esta fortificación hay una torre cristiana mucho mejor conservada desde la que se puede observar una espectacular vista. Nos rodea una gran inmensidad que se pierde en la profundidad del horizonte, sentimos el vacío y los buitres pasan a la altura de nuestros ojos. A los pies de la torre, la talla bizantina de la Virgen de Monfragüe vive protegida en estas alturas alejada del mundo terrenal.
Al abrigo de este farallón existen restos de asentamientos prehistóricos, pinturas rupestres y enterramientos decorados, que se pueden visitar haciendo previamente una reserva en el centro de información del parque. Nuestros antepasados vivieron en esta comarca; el río Tajo y la situación de estas sierras les proporcionaban una gran riqueza de frutos silvestres, caza y pesca.
Pero, sobre todo, hay que animarse a conocer Monfragüe a través de sus senderos, que nos descubrirán numerosos tesoros naturales, como un gigantesco ojaranzo, bosques de umbría, centenarios acebuches, arroyos llenos de vida o animales de todo tipo.
Retazo de historia muy viva
El paseo a la caída de la tarde es un placer para los sentidos, el aire se vuelve más fresco y la luz del sol tiñe de un intenso dorado el monte. Comienzan a verse las siluetas grises de los ciervos bajando a las riberas, las golondrinas alimentándose en su vuelo frenético y acrobático de las nubes de insectos que se concentran sobre la superficie del agua y el vuelo de las rapaces iniciando su caza crepuscular.
En resumen, Monfragüe no es solamente un lugar único por su flora o por su fauna, es además un retazo de historia que nos presenta el resultado de la convergencia, en un mismo lugar y a lo largo de muchísimos años, de un clima muy especial, una geología peculiar y un grupo único de vegetales, animales y hombres.
Esta convivencia histórica, modelada por la actividad humana, ha creado un espacio natural irrepetible y como tal hay que entenderlo, apreciarlo y transmitirlo a las generaciones venideras.
En el cielo, el vuelo simultáneo de cientos de buitres desafía al vacío e insufla vida a las frías y agrestes paredes de piedra.
el dispensador dice: pedacito de naturaleza perdida... el hombre te ha olvidado tanto como te ha omitido, pensando que siempre habrá un espacio más para que estés enseñando tu sabiduría silenciosa. Pero no, cada vez estás más circunscripta por el avance humano que no logra asumir que suelo, tierra, piedra, aire, cielo, agua, árbol, pastos, aves, y más... son parte de una misma cosa donde el hombre, el hombre es un invitado. pedacito de naturaleza perdida... enséñame tu esencia, y deja... deja que mi alma vuele admirando tu paciencia eterna, esa propia del que sabe que más tarde o más temprano, es dueña y señora, y reina por siempre jamás. pedacito de naturaleza perdida... aquí como en el allá, te llevo en mi alma. Ven cruza el río, deja que las aguas transporten mis recuerdos, quédate con las sensaciones, quédate con las imágenes, conserva las palabras sanas, sople el viento... sople el viento para que el espíritu huela las rocas y se haga perfume de olvidos sin tiempos... deja que halle la ventana para asomarme a la vida sin tiempo, permite que sea apenas un olvido en el recuerdo... deja, por favor deja, que mi sombra se pierda en la figura de la roca que duerme en el ocaso del sentimiento... deja... Octubre 24, 2009.-
DEDICADO A: a los que vuelan sin alas...
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